Juro
Acabo de dejarlo en los comentarios, pero lo pondré acá, a la vista de todos los visitantes: en abril voy a dejar de fumar. Como sea. Es una prueba de amor propio que necesito darme. En realidad en abril he depositado grandes esperanzas de romper el equilibrio de mi balanza vital, diría muchas y casi demasiadas, tantas que de modo casi certero sé que acabaré las cosas por la mitad, como siempre hago. Sin embargo, la cuestión tabáquica es capital por una simple razón: su ejecución (eliminación es lo que quise decir) es mucho más sencilla que escribir una novela, cosa que me debo y no dejo de reclamarme. Si fuera lo bastante talentoso, porque el descuido es una de mis marcas de fábrica, haría como el maestro Onetti: me quedaría sin cigarrillos y escribiría sin rumbo hasta encallar en una isla de la que no pueda salir durante meses. El asunto es que ya no recuerdo dónde fue que leí que la nicotina, esa que chupamos del cigarrillo, es una sustancia que hace al recuerdo y que el consumo del tabaco inhibe su generación por el propio cuerpo. Yo no creo en esa clase de tonterías. Es más: tengo una memoria prodigiosa en recuerdos que no me sirven. Hay quien puede citar de memoria párrafos enteros de escritores del carajo o diálogos extraídos de alguna película. Yo no. Yo tengo un radar para lo cotidiano, para mis cosas. Recuerdo escrupulosamente cada detalle de la chica que me gustó cuando tenía seis años aunque hace veinte que no tengo noticias de ella. Y muchos muchos muchos otros. Números telefónicos que han sido dados da baja, la cara del mozo del café Xabai del barrio de Constitución de la primera vez que pisé Buenos Aires, los restos de la fiesta Exposiglo del año 1986 aunque sólo estuve un día y medio, y la pizzería Cabildo y los delantales ceñidos que usaba la oftalmóloga que me torturaba cuando niño. Los nombres (desordenados) de mis compañeros de primer grado de la escuela primaria y la grilla completa, en estricto orden alfabético, de mis compañeros de quinto en la secundaria. ¿Conocer es recordar? Sí, por supuesto, por eso para mí nada es nuevo. De modo que dejaré de fumar en abril, lo digo hoy 31 de marzo mientras pito uno de los últimos Philip y no pienso atosigarlos con el diario de mis flaquezas porque sé perfectamente que me estoy exponiendo a una suma de padecimientos que nadie querrá leer. Y el día que vuelva a fumar, porque me conozco y sé que lo haré, tampoco se lo diré a nadie y ni predicaré el evangelio de los conversos. Conste. |