Sal inglesa
Casi nunca escribo para mis amigos. Bah, casi nunca escribo a pedido. Yo sé por qué lo hago, pero mucho me temo que la razón sea un tanto siniestra. Las manos -mis manos- escriben lo que les viene en gana. A veces me incitan a que deje cualquier cosa útil que pueda estar haciendo y yo, tipo complaciente si los hay, dejo todo lo útil que pudiera estar haciendo y me pongo a escribir. Sobre la cómoda del hotelito que me acoge en el frío del desierto, a la pasada en algún locutorio de mala muerte -como éste, donde hago de cuenta que me sé el teclado de memoria-, o en ese terreno incierto que es mi propia casa. En casa, lo digo con absoluta franqueza, me da por el cargo de conciencia. Seguramente dejé la ropa remojando, o tengo las manos fulminadas de olor a lavandina o he postergado alguna conveción urbana -pienso que debería lavarme los dientes-, y todo para qué, ¡todo para esto! El producto es más bien magro. Siento que debería darme un poco de vergüenza, pero la verdad es que tengo vergüenza de no tenerla. ¿Acaso uno deja de ir al baño so pretexto de lo lánguido del producto? No, por cierto. Nadie piensa en esas cosas. Vamos y ya. Nunca escribo para mis amigos, decía, y no voy a permitirme, no esta vez, la jugarretórica de decir que cada lector es mi amigo (o mi enemigo) porque sé bien que no es así. Habrá alguno que otro que pasa, pizpea, se aflige ante la falta de novedades o por su grave exceso, pero el blog es un diario íntimo sólo para los carcamanes que escriben suplementos de la cool turritas. El resto no sabe qué es. Salve, Gombrowicz querido: ése es el único párrafo feliz que has escrito en toda tu perra vida. So yo escribiera para mis amigos debería guardar mayores precauciones. No daría nombres propios, ocultaría los descolores del ánimo, me empeñaría en ser mejor tipo del que soy, y no, no es el caso. Parafraseando a un filósofo contemporáneo, yo podría acuñarme como mandato: no dejes que la bonhomía eche a cagar un buen párrafo. Si alguien debería irse a cagar, ése es el amigo que espera enterarse por este medio de mis buenas noticias. Pero en atención a esa aflicción es que hoy, y por única vez, les cuento que no tengo ganas de escribir. Nada. Nada de nada. Será un tiempo. No mucho. Sólo el necesario para la justa purga. La purga que comienza así. |