Jade May Hoey

1974-2004

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28.2.05

ante el umbral

Si yo creyera en que el destino de las personas viene determinado en buena medida por los genes, me encontraría en una disyuntiva desalentadora. Por parte de padre yo debería ser como esos gringos que le dan siempre para adelante y que consiguen sus objetivos por demolición de cualquier obstáculo que se ponga delante. Por parte de madre, agacharía siempre la cabeza y aceptaría lo que me toca, con la sabia resignación de quien se sabe un convidado de piedra a estas arenas. Mi padre me enseñó a construir con las sobras de otros pero, al mismo tiempo, a escaparle a su misericordia. En mi madre encontré que no es tan malo (e incluso puede llegar a tener gran rédito) eso de esperar que otros se ocupen de nuestra penuria. Ambas posibilidades conviven dentro de mí y las veo a diario, como quien al intentar verse, contempla las dos alas de su nariz y con algún trabajo se acostumbra a la idea de que esas contradicciones habitan en sus fronteras con esforzada apacibilidad. Más adelante, con la ayuda de un espejo (si es que alguna fe puede depositarse en ellos), la noticia es que hay más, mucho más que de lo que los ojos pueden ver. Yo mismo me enterado por la impertinencia de mi espejo que soy corto de vista y, para empeorar las cosas, con manifiesta asimetría lo que implica, en otro orden de cosas, que respecto de la contradicción genética que informé en primer término, ya he tomado partido y quizá sin consentirlo.
Y los nombres ahí, en el documento, en mi carné de la biblioteca, en las intimaciones que recibo, los nombres como una huella que han dejado, a modo de símbolo, esos dos modos de vivir que antes señalaba, sus expectativas con la vista puesta en pasado mañana, sus compromiso con el pasado, que también es decir con un modo de vivir que es así desde mucho antes que yo tuviera posibilidad de ejercer alguna opción. Esos nombres que nacen oxidados ya de tanto adosarle a la ilusión las forma de un diente que va cortando, de un delantal blanco, de una inocencia perdida y que al mismo tiempo el yo, en su carácter de beneficiario involuntario, debe acostumbrarse a usar en un principio, hasta hacer que parezca una mera consecuencia del ser y allá, transpuesto cierto umbral (que sospecho que es el preciso punto en que las sombras dejan de adelgazar para dar paso a su ambición desmedida) el hartazgo de ellos y la imposibilidad de volver atrás para corregirlos. Siempre, y ante cualquier contingencia, la misma solemnidad, como las dos alas de la nariz, como esta fragancia que destilo y a la que no termino de aceptar.

27.2.05

los nietos de Perón

UNO
Leo en el diario de ayer:
Hilda Chiche Duhalde, […] en un acto en La Matanza dijo que la actitud de Solá le recordó a la fábula de la tortuga y las palomas. “En la historia, una tortuga intenta infructuosamente trepar un árbol donde están las palomas, pero tras varios intentos, el palomo le dice a la paloma: es hora de decirle que es adoptado", ilustró la diputada en referencia al padrinazgo político de su esposo hacia Solá.

Me resulta curioso que se catalogue fábula a un chiste de los más malos que se cuentan los atorrantes cuando apuran una cerveza y no sabe bien de qué va la noche que se avecina, pero más me conmueve la facilidad con la que la ex presidente consorte es capaz de sintetizar, en sólo una frase, la vanidad impune, el desprecio por el desvalido físicamente, el insulto gratuito a quien a tenido la fortuna de encontrar, a falta de su progenitor natural, un padre sustituto.

Pero apenas hago pie después del puñetazo mi sorpresa se vuelve ridícula. Qué es lo que puede esperarse de una mujer cuyo único mérito es haberse casado con un patrón de estancia de hace dos siglos, que accede a cargos públicos por el concurso de un sistema electoral armado a medida y la pobreza cultural de barriadas enteras que venden su voto por una bolsa de comida; una mujer de una moral tal, que ha sido capaz de cesantear funcionarios por su condición de divorciados. En fin, una peronista hecha y derecha.


DOS
Este país lleva décadas ya en una encrucijada irresoluble: acabar con el monstruo peronista, una construcción política que muta como los bacterias y en su camino va pisoteando el retoño que no ha dejado de crecer en estas pampas sólo porque nuestra tierra todo lo perdona y al vaciamiento más descarado lo disimulan un par de buenas cosechas. La tierra en la que no han permitido que la plaga gobernase no está al margen de su poder: les ha contagiado sus peores mañas, a punto tal que ya no des distingue a simple vista entre unos y otros.
Los hijos de Perón, es decir sus seguidores desde aquel tiempo en que la bonanza económica convidaba al despilfarro, nunca han dejado esa ensoñación. Muy por el contrario, instalaron en su mesianismo despiadado, la peregrina idea de que siempre aparecerá un iluminado que nos salvará y nos pondrá al cuidado de todo mal.
Ellos han fracasado. Estamos de rodillas. Y a los hijos de los hijos de Perón les viene llegando la hora de parar un poco la bocha y poner el catalejo primero, y la dirección después, con rumbo a algo mejor que esto.


TRES
Cuando uno menos se lo espera da con otro que está en similar situación, desencantado, desencajado, sin sentido como puñal dentro de la vaina. Pueden ser, de hecho lo son, diversas las formaciones académicas, las historias familiares, los avatares de las cuentas bancarias, pero, puestas en situación, las ovejas descarriadas se dan cuenta de que los une una hermandad secreta que, como la carta que se le perdió a Poe, está a la vista de todos.
Ese secreto me fue revelado una tarde de mi adolescencia, mucho antes de que yo pudiera imaginar que mi vida se aferraría con fiereza a los libros y que despreciaría toda tentativa de reunir a los individuos en ese supra-ser que se conoce como “pueblo”, “sociedad”, “multitud”. Sin entender demasiado, se me ocurría que era un garrón quemarse las pestañas por hacerse un buen destino y para que apareciese una mano superior que nos amontonara como fichas sobre el paño de la ruleta.


CUATRO
No fue mucho lo que me dijo mi padre. Más bien su expresión en los ojos, enfatizando el tono emotivo de la visión, me reveló estar en presencia de un fenómeno extraño, del que no me atrevía a formar parte pero estaba ahí, tan cerca de mí como si yo me las viera con el precipicio y la profundidad tirara de mis zapatos, empujara mis piernas hacia el vacío.
Yo la vi a Evita cuando vino a mi pueblo, en realidad no la vi a ella sino al tren en el que iba, pero esa noche soñé con ella, la tenía tan cerca que me arrimé para decirle algo, que le quería dar un beso, era lo único que quería.
Lo contaba con el dramatismo de haber estado frente a la virgen María en pleno llanto. Lo embargaba de tal modo la emoción que por un segundo supe que la mayoría de las vidas está diseñada para un único momento de felicidad verdadera, causa fuente de toda cuanta peripecia pudiera recaer sobre el cuero.
Hubieron, apenas las recuerdo, muchas apologías del movimiento y me encargué de reprimirlas con la víscera cuando me faltó el conocimiento; con floridos argumentos, cuando fui capaz de valerme por mí mismo. Siempre el resultado fue ingrato. En mis discusiones con papá lo único que hemos logrado es levantar el tono de voz.


CINCO
La secta de los nietos de Perón no es una agrupación con límites concretos. Más aun: es probable que su difuso alambrado se vaya corriendo a cada minuto hasta alcanzar, ahora mismo, a algún ñato desprevenido, creyente y esperanzado. No persiguen, en conjunto, una finalidad, y puede que la erosión que causa su nueva pertenencia acabe con todo propósito noble que los elementos reclutados guarden en sus adentros.
La ideología que profesan es oscilante y las oscilaciones toman forma de aguda niebla cuando tienen la oportunidad de elegir. Muertas todas las ideas, lo único que queda son las personas. A falta de mayor estudio sobre las personas, lo que quedan son los nombres adosados a prontuarios que la memoria va cercenando. Entonces da lo mismo la barroca izquierda con su almanaque de 1872 y la estampita de Trotsky, el conservadurismo camuflado bajo la cosmética de algún publicista brasileño y una tercera alternativa todavía peor: el abstencionismo llano, posmodernista, estas ganas de no ser ni tan siquiera un renglón en el padrón, una mercancía más que se consume con el primer uso.

26.2.05

Como aprendiz de escriba muchas veces me siento frustrado, he de confesrlo. Por ejemplo, todos estos días estuve tratando de componer un escrito como éste y no me dio el cuero. Humildemente saludo a su autor -al que no conozco- y lo tomo como aporte para compulsar con mis amigos Beatriz y Omar, que piensan que la blogósfera está apagada. Allí se dicen tantas cosas sobre Cromagnon como las que yo no pude decir, por falta de documentación, por desidia, por mediocridad.

25.2.05

sin ánimo de ofender

No sólo que somos hijos de la contradicción sino que la profesamos a diario, de modo individual como colectivo, a plena luz del día tanto como en la profundidad del solitario cuarto al que solemos tras los sueños con suerte dispar. No hay novedad en eso, ni siquiera en la forma de enunciarlo, tampoco es que haga demasiada falta decirlo; cualquier observador ajenos a los vicios de nuestro mirar no tardaría más que un par de minutos en darse cuenta. Y para peor, si circunscribimos el análisis a un distrito vasto pero limitado como este país, la cosa no mejora sino que cobra formas elocuentes, que ni al mejor autor de sainetes se le ocurrirían. Claro, repetir hasta el hartazgo ciertas fórmulas, correr todos detrás del mar cuando se recoge y volver sobre nuestros pasos tan pronto como alguna ola traicionera vuelve a desanudarse. Entre paréntesis: tenemos la cara lo suficientemente dura como para reputar traición, sin atisbo de rubor, a cualquier imprevisto, que ni siquiera es tal sino designio de una lógica que empequeñece la suma de nuestra construcción. Y fue todo por hoy: a cargar las hojas que viene un largo invierno, mis queridas hormigas.

dios está en otra parte

Después de una mala noche no puede, no debe, haber peor noticia que un despertador aullando desvergonzadamente. Es cosa de encender las luces y la radio para escuchar las noticias del día en la radio y comenzar el proceso de deshacerse de la modorra. Hoy peor que el despertador fue darme cuenta que de que le había llegado la hora de irse a Pappo, de una manera completamente absurda, pero qué más da. El asunto es otro. Con él, además de una gran parcela de mi adolescencia entre guitarras y vino tinto, se fue un referente. Seguramente él no querría obituarios llenos de flores pero se lo ganó. Más allá de su talento como guitarrista era portador de una actitud. Si el tiempo suele ser ingrato con los seres humanos, hay que decir que la ingratitud alcanza altas dosis cuando el involucrado es un músico de rock. Y cuando digo esto, estoy pensando en que a ciertas fotografías es mejor que no las arrugue el manoseo al que somos tan afectos, ni el tiempo.
Pappo fue un símbolo, acaso el último, de una época en que lo que importaba era la música y en tercer o cuarto plano quedaban zonceras tales maquillajes, fuegos de artificio y posturas políticas. Para tranquilidad (o inquietud) de nuestros padres, quienes abrazamos su fe de rocker no lo hicimos guiados por la larga mano de algún gerente de mercadotecnia. Dicho de otro modo: nosotros creíamos en dios y nunca le dimos mucha bola a las iglesias y a los alardes de tal y cual.
Lo cierto es que el lugar es otra parte, quizá la casa con diez pinos que de otros tomo prestada, vecino a Luca y a Miguel y a apostar quién es el rey.
Hasta otra, Carpo.

22.2.05

réquiem para un amor deshilachado

Hay amores que existen sólo cuando comienzan a deshilacharse. Claro que hay de los otros, los que se conocen todo el tiempo y acaban con rupturas violentas pero yo, que no soy más que un ignorante, estoy convencido de que si uno se tomara el trabajo de reunir toda la evidencia dispersa siempre daría con el momento en que cobra cuerpo la ruptura. Pero ya situados en el tobogán y ante la inminencia de lo irreversible lo usual es que descartemos cualquier tentativa de analizar la situación. Mucho más práctico es elaborar un duelo sencillo, deshacerse de todo aquello que remita a los tiempos dulces y superado el lapso prudencial, comenzar de nuevo, despacio, como quien no quiere demasiado la cosa.
Hoy me topé con un amor en agonía y en este caso la agonía no es literalmente tal si nos atenemos a su raíz etimológica. En este caso, medie la resistencia que mediare, la suerte está echada y en sentido negativo. ¿Habré podido hacer algo si encaraba la situación desde el vamos? Quién lo sabe. Además de que es en vano llorar sobre la leche derramada no es menos cierto que acabo de detectar este idilio en el preciso momento en que fui notificado de su perentorio desenlace.
La vida a plazos, los rencores mal nacidos, la ausencia de un brillo que me estimule a mostrarme orgulloso de mi emprendimiento, todo ausente! Si hasta da toda la impresión de ser ésta una de esas redadas mortales que el destino nos pone delante sólo para avisarnos que no queda demasiado y que mejor es dejarse de chillar y hacer de cada desayuno una ceremonia y de cada telaraña en la pared una liturgia de la higiene antes que un insulto contra nadie, que para colmo se remata con el la sensación del pegote entre los dedos y no hay agua que lo quite.
Sí, llegado el caso ha de ser preferible un amor que redondamente se quiebre como un peroné hecho y derecho, que aflore el hueso sobre la piel y la sangre se desparrame aquí y allá, cualquier cosa antes que esto, que es una tristeza sin funeral, un comentario al pasar, dicho al oído, señor Mayer tenga a bien recordar que al cabo de quince días se le vence el período de su contrato de alquiler y deberá presentarse en nuestras oficinas sitas en el céntrico edificio que es de su conocimiento, munido de la adición de la mensualidad y la correspondiente garantía. Así no hay luto que valga. Estar sobre aviso de lo inexorable es casi lo mismo que enterarse de que uno se ha ganado un premio cuando los que organizaron la rifa han sido devastados por un tsunami o por la devaluación del peso.
Inútil, eso es lo que me digo, inútil ensañarme de este modo que lo estoy haciendo contra algo que no tiene remedio, pero lo que más rabia da es que pude haberme enterado antes y en tal circunstancia hubiera lucido un amor aun no querido como se merece. Más aun, estaría a tiempo si la herida no fuese tan evidente, tanto que cualquiera que me cruza por la calle me dispara un comentario malévolo o una mirada hiriente. Si la herida fuera, cómo decirlo, lateral, reservada a mi intimidad, lo sobrellevaría de otra manera, con un poco de hidalguía o disimulo, por ponerle un nombre.
Pudor, qué palabra ella, tan terminante que en la boca de cualquiera me causa un escalofrío, pudor es lo que tengo de mostrarme así, al cabo el herido soy yo, no ya por tener que hacerme a la idea de que se impone un remplazo a realizar en breve, sin el suficiente tiempo de ponderar virtudes y efectos colaterales, bondades y costos asociados.
A tantas partes hemos ido juntos que el común de la gente que me ha incorporado a su círculo ya nos consideraba el uno para el otro, casi uno, casi el otro, y pobre de mí en no haberme dado cuenta a tiempo de separar unos pesos para comprarme otro pantalón, igualmente discreto, que vaya con zapatos marrones o negros, de día y de noche, de civil o en caso de emergencias.

20.2.05

apunte de arqueología urbana

Las ciudades, estos enormes seres apenas animados que cabalgamos, no son muy distintas a nosotros. También revelan su verdadero rostro cuando creen que nadie las ve. En esas pequeñas respiraciones prescinden de afeites y emperifolles y llanamente son su osamenta, vómito en la almohada del borracho y sal de lágrima de novia abandonada.
Los rincones de mi ciudad cobijan los residuos de una sociedad que se ha extinguido. También son residuos los transeúntes, el barullo de los autos, la mirada perdida de alguien que busca su destino con premura, las bolsas que se apoderan de la mano que las columpia y yo que les escapo.
Mi tarea de arqueólogo urbano suele dejarme en la boca un gusto amargo y no pierdo tiempo en prevenirme de él: de todos modos hará su tarea y cuando menos me lo espere.
De nuestros próceres el mayor apologista del progreso fue Sarmiento. Como una ironía del destino su calle en esta ciudad es un inventario de almas en pena. Exagero. Muchas otras calles (me atrevería a decir que casi todas) conservan un retazo marchito de los nombres que han sido alguna vez nuestra esperanza. Por qué ellas habrían de tener una realidad distinta que nosotros que no nos atrevemos a tirar a la basura nuestras viejas agendas, pobladas casi por completo de palabras que ya carecen de todo sentido, de nombres que han perdido su rostro, de números de teléfono que anteayer se ofrecían como la luz salvadora y ahora son cinco cifras inútiles.
En la calle Sarmiento me he topado, sin pretenderlo, con uno de los símbolos de nuestra decadencia: un apellido, un cargo electivo, una consigna de campaña proselitista, un año, 1983. Allí la leyenda política que agoniza en la descascarada piel de lo que fue un galpón y hoy es la medianera de otro abandono.
No tengo dudas: estaba allí sólo para mí, para que yo mastique un poco de rencor viendo que el apellido, francés para mayor abundamiento, sigue relacionado con las arenas públicas, como si no hubiese bastado la olímpica derrota de aquel octubre. En su boca resuenan las mismas palabras que entonces: renovación, refundación y varias otras por el estilo.
¿Es que tan pobres somos? Nuestra capacidad de olvidar ha logrado lo que no la impertinencia del sol, la convicción de la lluvia, el estoicismo del viento: la pared descascarada es una postal, mejor una película, que hemos resuelto no volver a ver.

19.2.05

profugarse y pesquisar

1
El cine ha logrado que no nos cause espanto el hecho de ver una violación salvaje (o cualquier golpiza, tiroteo, decapitación, crucifixión y demás variantes que en este momento se me escapan). Temo que los noticiarios logren -en breve- el mismo efecto, sólo que con sangre en lugar de ketchup, en mi calle y no en un estudio de la Metro Goldwyn Mayer, con ley marcial en la mano de los protagonistas a falta de mejor guión.

2
Ayer, en uno de esos accidentes que nos depara la amistad, vi un poco de televisión, un programa de noticias locales. El tema del día era la fuga de un presidiario de mediana peligrosidad; la imagen era la de los procedimientos de rastrillaje desarrollados por la policía, en particular por el nefasto Grupo Especial de Operaciones Policiales. Naturalmente hay que situar el cuadro en los barrios bajos. Hay que imaginarse una treintena de hombres vestidos de fajina (sólo tenían descubiertos los ojos), con armas largas, movimientos ampulosos, tirando puertas abajo, poniendo casas patas arriba. La pobreza del barrio permitía que las puertas cedan en no más de dos patadas. La violencia de la actitud policial encontraba por revés de la moneda a gente común, con los ojos enormes por la sorpresa, tiritando. Lo más elocuente fue un chico de unos doce años en plena vereda (el mismo acto dentro de la casa no se hubiese visto en la TV), de cúbito ventral, manitos en la nuca, con el caño policial a veinte centímetros de su cabeza. A pocos metros había otro ocupante (mayor) de la casa, en la misma situación que el pibe, respondiendo al interrogatorio. Hay que agregar que esto fue presentado en la televisión en un horario central y con cara de «haber discutido el tema en reunión de producción».

3
En la facultad el profesor de Finanzas Públicas nos decía: «La Pampa tiene La Arena, Neuquén tiene La Mañana, Río Negro tiene al Río Negro y nosotros, en Chubut, tenemos El Chubut y Jornada en Trelew, El Oeste en Esquel, El Patagónico y Crónica en Comodoro Rivadavia. ¡Cinco diarios para menos de medio millón de habitantes! ¿Puede alguien en su sano juicio creer que esta gente vive de la venta de ejemplares?. No, señores. Acá si no fuera por la publicidad oficial…» En efecto, la historia de la prensa alternativa es un inventario de intentos que no duraron más que un par de meses y que perecieron sin que nadie sepa si el problema es sólo de rentabilidad. El diagnóstico puede extenderse a la televisión y a la radio: la única canción es la que el poder de turno quiere oír.

4
En otras palabras, la cámara para mostrar este operativo tiene poco de inocente. Una sociedad acechada por la delicuencia y un gobierno demagogo hasta el absurdo son los actores de esta puesta en escena. La ostentación de la fuerza pública como acto de gobierno es, en cierto modo, la respuesta a una sociedad espasmódica que de a ratos pide el fin de la exclusión social pero que a renglón seguido no se priva de la violencia para profundizar los rasgos que distinguen a un proceso que no empezó ayer ni va a terminar mañana.

5
Las cosas no dejan de suceder sólo porque nosotros cerremos los ojos a ellas. Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver. En rigor, somos todo aquello cuanto no queremos ver.

6
El tipo sigue prófugo pero ahora tenemos una seguridad: estamos en las peores manos.

13.2.05

La sana costumbre

A Patricia
por la
sana costumbre


Uno de mis amigos del alma suele decir, o me ha dicho alguna vez, que somos afortunados de no tener lo que nos merecemos, lo que quiere decir que aún con los sobresaltos que nos da la vida (que al igual que la felicidad es un mancarrón que corcovea) somos bendecidos por caricias que nos toman desprevenidos.
Para alguien que escribe (bien, mal, regular) no hay mejor obsequio que un lector. Consecuente, agudo, tolerante; exigente, saltimbanqui, esteta; exagerado, novicio, amigo, sobre todas las cosas, amigo con todas las letras.
Una niña en Londres que quiere conservar el idioma y otra en Trelew que aprende a leer y muchas veces no entiende. Una habitante de un idioma extraño que exprime su diccionario, una recién llegado a una poética que jamás acaba de nacer. Una que hace un alto en la investigación de su ciencia y se siente interpelada; uno que deja a un costado los memorándums y se sorprende. Uno que está cansado de la literatura y descubre que puede haber otras formas de ser un menesteroso, una que jamás se cansará de la biblioteca y rastrea genealogías y con-fluencias. Todos son uno, sin rostro, que espera la novedad, la glosa, el salto que quizá éste que escribe nunca dé.
Yo no sé cómo nací, ni qué colores habrá tenido ese día ni conservo el registro de los clamores de mi madre primeriza. No recuerdo para qué agarre el lápiz la primera vez ni cuál fue el impulso que me empujó a contar historias en público, a predicar doctrinas que tomé prestadas, a dejar a un costado temores y obligaciones y publicarme sin línea editorial, sin filtros, sin maduración y sin red. Sólo sé que no siento haber llegado a ninguna parte: siempre estuve aquí. Gracias por eso.

Argentina, novela in progress

1. Cada día la convicción es más fuerte. No vivo dentro de un país de esos pedorros, de mitad de tabla para abajo, sino una invención literaria, una obra genial de un escritor malo, bastante malo. La obra es genial en tanto nunca da tregua, la tensión en el cuerpo del lector lo convierte en un personaje más, una víctima inocente de la marejada del absurdo, tentado de completar los vacíos como si tuviera un mínimo de albedrío; pero el autor es malo, displicente. Deja capítulos inconclusos, amenaza con desanudar los misterios pero, a medida que se avanza en la lectura el lector personaje, cae en la cuenta de que el autor ya se ha olvidado de ese asunto. No podría ser de otro modo: tantos son los frentes abiertos que no existe modo racional de atenderlos a todos. Pero a no engañarse: una relectura de los acontecimientos alumbraría un principio de comprensión; pero recuerda, caro lector, que tú eres un personaje y ya no puedes volver sobre tus pasos, salvo que esos sean los dictados del autor.

2. La legislatura de la ciudad autónoma de Buenos Aires atendió los reclamos de cierta parte de la población y dio luz verde a los carnavales, cosa que no tiene mayor relevancia si se piensa en la dimensión de los problemas ciudadanos. Luz verde, en este caso, significa feriado para empleados públicos. Dos días, para más datos. Dos días sin maestros, sin médicos, sin recaudadores de impuestos. Dos días para devolverle a la gente lo que la dictadura le quitó: el carnaval. La norma, no obstante, flaquea porque se basa en un modelo con un supuesto fuerte: son los empleados públicos los que participan del carnaval y sólo a ellos les corresponde el asueto. Quizás sí, y la principal comparsa (del etrusco con farsa: ardid, fraude, embauque) es la legislatura porteña y cada uno de los bloques celebra un motivo especial. Vale decir que los 60 miembros se agrupan en 18 bloques, lo que no es un alarde de pluralidad sino un modo de decir que al proclamarse diferentes son todos iguales, o sea peronistas. Conservadores, socialistas, advenedizos, sobrinas, radicales, forzudos, son en realidad líneas internas del partido hegemónico.

3. La Cámara Argentina de la Mediana Empresa, en conjunto con alguna otra organización sin fines de lucro (pero con fines de curro) ha ideado la solución argentina de los problemas argentinos. No entiendo cómo es que a nadie se le había ocurrido antes. El comercio tiene que cerrar los domingos. Así fue siempre antes del menemato. Así vamos a recuperar la fe religiosa, la paz del hogar, morigeraremos el régimen de esclavitud sin el menor deterioro de las ganancias de nuestras empresas ni las de el capitalismo salvaje. Juro que pensé que era una broma, pero parece que va en serio. Se está haciendo una prueba piloto en General Pico, La Pampa (ciudad que merece mayor fama porque en ella una balacera dio cuenta del primer empleado del fisco muerto en cumplimiento del deber).

4. Si bien se mira, una y otra son maniobras del escritor por distraer al lector personaje del nudo central de la acción. Ninguna de las propuestas puede prosperar más que en el papel, la ley, la letra muerta, pero el efecto buscado no es que prosperen en sí, sino que su éxito está dado porque con estas ideas revolucionarias se llenan muchas páginas en los diarios y muchas horas en la televisión. Una vez más hemos perdido.

5. Pasan los gobiernos y dejan su huella, casi siempre mala. Luego vienen otros que vuelven sobre sus pasos, pretendiendo volver al estado inicial. Lo malo es que se pretende recuperar imposibles. Lo bueno es que mientras tanto estamos entretenidos en no mirar hacia delante, el precipicio.