Jade May Hoey

1974-2004

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29.3.06

Tres versiones de Judas

I.
En Argentina, por regla general, las compraventas de bienes y servicios requieren de la emisión de un comprobante denominado “factura” que sirve a innumerables efectos.
Por lo poco que sé del mundo, en Europa no es extraño que la factura (invoice) se imprima desde una planilla de cálculo con tal que cumpla una mínima serie de recaudos. Aquí es distinto. El fisco ha puesto todas las trabas que un ejército tecnócrata pueda concebir con tal de pelear contra la evasión. Así que hay que mandar a imprimir las facturas (sea talonario, sea resma de papel continuo) a una imprenta habilitada a tal fin, lo que, si se lo mira con ojos inocentes, no está del todo mal. Hay muchos menos imprenteros que contribuyentes de modo que, controlados aquéllos, el resto sería más fácil.
No es cierto.
II.
Hace un par de semanas terminé el talonario de facturas que me acompañó por varios años. Escogí a la misma imprenta que en aquella ocasión por una cuestión de confianza. Si antes no me habían pedido un solo papel (nada de nada, eh?) mal haría suponer en que esta vez se tomarían la molestia. La diferencia es que hace unos años yo estaba en la perfecta ilegalidad y ahora no. O casi no: me las rebusco bastante, pero soy un tipo leal y fui con los piratas.
Llevé el talonario viejo y lo dejé como muestra. Tendrían el nuevo dentro de un par de días y yo por suerte no estoy apremiado por facturar (cobrar), de lo contrario me hubiese caído de culo con el precio. Acepté de todos modos.
La oferta era tentadora. Un talonario, 30 pesos; dos talonarios, 40 pesos. Eso sin factura, es decir “en negro”. Los mismos precios más iva si quería que la compra fuese en blanco.
Antes de aceptar, lo pensé un segundo. Si suelo preferir un descuento a la legalidad aun tratándose de bienes durables, por qué razón desecharía la oferta en este caso. Si alguna vez al fisco se le antojase mandarme sus inspectores, me pedirían el talonario de facturas, no la factura de compra del talonario de facturas, porque se sobreentiende que las imprentas trabajan conforme a le ley. O deberían. En realidad se supone que yo también opero conforme a la ley, pero hay atajos, carriles rápidos, sendas peatonales. No es todo lo mismo.
III.
Desde principios de los años noventa el aluvión de normativa fiscal ha sido atroz. Alguien que se ha tomado el trabajo de contabilizar leyes, decretos, reglamentos, resoluciones, disposiciones, comunicaciones, notas externas, circulares (eso sujetándome sólo a la normativa, lo que implica una solución parcial: me faltan la jurisprudencia judicial y administrativa) y llegó a un simpático guarismo: en Argentina se emite una norma fiscal cada cuatro y media horas administrativas.
No alcanza.

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