Jade May Hoey

1974-2004

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23.3.06

Adiomas

Pero papá siempre creyó que yo conservaba esa agilidad heredada para el cálculo y quizá tenga razón, pero más le hubiera valido verme sudar en frente a una pizarra, ensayando demostraciones imposibles ante un tribunal examinador siempre hostil.
La primera vez fue espantosa. Entré a rendir a eso de las seis de la tarde, después de diez horas de espera y jamás me había sentido asediado de ese modo, aunque a mis veintipocos años, someterme a esos rigores cuasi-militares subsanaron el año que nunca le di a la conscripción. Qué manera de no dar pie con bola y al rato dispararme con una genialidad. Una y una, hasta el cansancio. Tomátelas, Mayer, me dijo la García, una profesora de lo más reo que se ve en económicas. La mina no lo podía creer, tanto es así que al poco tiempo nos cruzamos en un pasillo y se detuvo a charlar un momento conmigo. En realidad no fue un diálogo, no podía serlo nunca después de su mirada inquisidora diciendo: vos, Mayer, que pasaste por matemática uno y me hiciste renegar como nunca en mi carrera, decime la verdad, ¿habías estudiado o no?. Ni en ese momento podía hacer pie y tuve que irme por la tangente con una respuesta llena de vaguedades. ¿Sabías que nunca ponemos dos cuatro seguidos, no? Ya tenés uno, la próxima no te vamos a perdonar.
En efecto, la segunda vez, el examen era más complejo en apariencia y las dos horas de oral, ante la cantidad de inscriptos, dieron paso intempestivamente a un introito por escrito, un pantallazo general para hincar el diente, ya en el terreno decisivo, en aquellos asuntos en los que uno estuviera más flojo. Funciones en tres dimensiones, derivadas parciales, esas cosas en lo que a mí respecta. Volví a sudar, miré un par de veces con cariño excesivo el picaporte de la puerta de salida, pero me quedé. Me quedé y dejé la pizarra para acercarme a la presidente de mesa: ¿tengo alguna chance? si no lo dejamos acá mismo, no me siento bien. Sí, me dijo Bracchetti, tenemos todo el programa, me dijo, y me lo mostraba. Hubiera hecho bien si le pegaba una mirada antes de inscribirme, pero ya estaba ahí, y apechugué. ¿Para qué? De allí en adelante, no fallé más. Di un examen impecable. Me llevé a casa otro cuatro.
La siguiente era estadística, que tiene bien poco que ver con la matemática dura. El régimen de cursado era durísimo pero yo era el alumno estrella y aproveché para revalidar los laureles antes de que se me enfriase la mano que resolvía los prácticos. Estuve inspirado. Cuando Elenita me quiso parar, le pedí en seco que me dejara redondear cierto asunto, que ya volvería sobre su consulta, cuando en realidad no sabía ni qué era lo que me preguntaba. Mejor así. Cuando me detuve, según ella, ya le había respondido. Pero la estadística es un idioma. A los tres meses, me aprestaba a asistir en socorro a un amigo en problemas y ya había borrado de mi vida todo rastro matemático.
Fue duro enterarme de que ya no volvería jamás a demostrar nada.

Comments on "Adiomas"

 

Anonymous Anónimo said ... (23/3/06 17:37) : 

adioma
despedida tan clara y evidente que se padece sin otra demostración.

¿permite?

efb
http://www.elfloridobyte.com

 

Anonymous Anónimo said ... (23/3/06 22:39) : 

Suya, con devoción lectora.

 

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