Jade May Hoey

1974-2004

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15.3.06

Los vengadores del olvido

“Yo creo que ayer el ventisquero se cobró muchos años de olvido: ‘Ah, ahora me vienen a ver, que soy atracción’, y explotó cuando no había nadie. Tuvo una actitud casi humana.”
(Del presidente Néstor Kirchner en la Casa Rosada, al comentar la “decisión” del glaciar Perito Moreno de romper a las 22.55 del lunes, cuando la oscuridad impedía ver el espectáculo.)

"Hagamos sentir el poder de consumo de los argentinos. Que no somos más tontos. Estamos dispuestos a que las cosas se equilibren. Que bajen sí o sí los precios
Compren menos carne si no bajan el precio. No por culpa de los carniceros, que no tiene nada que ver con este tema. Ya sabemos bien quiénes son los responsables. Sabemos que son ustedes, señores consignatarios."
(Sobre el aumento del precio de la carne)

Por fortuna ya a la inflación no se le llama "aumento del costo de vida", sino el razonamiento sería: ¿está cara la vida? No viva más. Dejemos de vivir por un tiempo hasta que demostremos que los seres vivos somos la vida y no la oligarquía, los mercados concentrados, qué es esto de pretender enchufarnos por verdad el libre juego de la oferta y la demanda, basta de especulación, matémonos todos.

Eso también me recordó al año 96 ó 97. Yo era tan feliz que no escribía así que disculpen la imprecisión en las fechas.
La ingeniera Pérez, directora del servicio de aguas de la cooperativa eléctrica, de consumo y vivienda (conocida entre nosotros como "la cooperativa") pedía los micrófonos para llamar a la solidaridad vecinal. Se dirigía a la audiencia para rogarle que se abstuvieran de realizar deposiciones sólidas o, ante la imposibilidad de tal abstención, que no tirasen la cadena.
La ciudad llevaba un par de días sin agua potable y todo hacía indicar que las cosas no volverían a la normalidad en breve. Las intensas lluvias verificadas río arriba aumentaban sin solución la turbiedad de las aguas y los equipos de la planta potabilizadora se veían impedidos de trabajar.

El agua que faltaba en nuestros tanques anegaba todo el bajo y una buena parte del centro de la ciudad. Una precipitación de 240 milímetros en poco más de un día (en esta zona esa es la medida anual) había jaqueado el sistema de desagües. Por supuesto que esto era una situación extraordinaria pero todo peatón sabe que en Trelew llueven diez minutos seguidos y se verá compelido a mostrar sus habilidades para el salto en largo.
Por la noche el agua había quebrado la resistencia de un terraplén y arremetido con furia contra los monoblocks del barrio Constitución. Se mencionaron inminentes derrumbes aunque a la fecha todo sigue allí.
El sur de la ciudad, poco después, recibiría esa agua y entretanto cruzaba los dedos para que no se salga de cauce el río que, al decir de los lugareños, "venía a pelo de barda", esto es: un centímetro más, y a la puta calle que ya tenía caudal suficiente como para que los vecinos de barrios omo La Caja, Padre Juan y Villa Italia (y los inadaptados de otros) mostrasen su destreza en el canotaje.
El río a veces se toma revancha de esta ciudad que lo desprecia. Se da una vuelta por la zona comercial y escupe las vidrieras. Sabe que aquí puede obrar con toda impunidad. El desarrollo urbano a la bartola ha determinado que los primeros en inundarse sean los ricos.

El presidente, entre tanto, piensa que atañe a la humanidad toda una actitud -el revanchismo- que es profundamente argentina. Casi diría peronista.

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