Jade May Hoey

1974-2004

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29.9.06

Hasta pronto

Han sido muy amables.

27.9.06

Del progreso

Hoy he dado un paso más hacia el desierto inexorable.

26.9.06

Parroquiales

Acteón deja la práctica activa del blog. Suerte en lo que venga, compañero.
*
Los ángeles cuando se van, ayer en Kaputt. La brecha insalvable, hoy en Nación Apache.

Salvarse

Nación Apache publicaba, hace más de dos meses, un relato inédito de Paola Kauffman, quien hace apenas un par de días se ha despedido de las penas de este mundo. Mejor que decir frases de ocasión, mejor incluso que el silencio, es apelar a las palabras que han quedado como epígrafe a ese texto y pertenecen a Omar Genovese: "A veces, muy pocas, tengo la sana impresión de que la literatura argentina puede aún salvarse".

25.9.06

Anotación a mitad de un viaje

Hoy, como casi todos los días, tomé el colectivo que comienza su recorrido en una de las esquinas de la plaza de Rawson.
Hoy, como casi todos los días, apuré el paso para ganar un lugar sentado. Es preferible correr un par de cuadras a soportar cuarenta minutos de pie apenas agarrado del pasamanos.
Hoy, igual que en las últimas semanas, agradecí llegar temprano para evitar uno de esos asientos que hacen a uno sentir el rigor de una madera nada confortable en las asentaderas.
Hoy, igual que la mitad de las veces, eché de menos un asiento reclinable.
Hoy, tal como viene sucediendo en las últimas dos o tres semanas, el chofer cerró rápido la puerta y arrancó un par de minutos antes de lo habitual: así les queda lugar a los de la vivienda, che.
Hoy, por tercera o cuarta vez en el último par de meses, el colectivo se detuvo imprevistamente antes de que hubiera parada.
Hoy, como nunca, no alcanzamos a llegar a la vivienda y nos quedamos varados apenas a una cuadra y media del punto de partida y eso, por un momento, me dio una picazón parecida al deseo de reír, porque sólo en ocasiones nos quedábamos, pero siempre a mitad de la ruta, lo suficientemente lejos de Trelew o de Rawson para evitar fantasear mayores audacias que esperar a que pase otro coche.
Hoy, como nunca me había pasado, pude escuchar la charla que el chofer mantenía con la central, dando cuenta del episodio.
Que sí, que no, que me parece que no llego, que bueno, que hago la prueba.
Intentó varias veces arrancar y, roto como estaba el embrague, según lo que acababa de informarle a quien lo atendió, el vehículo boqueó como hacen los mancarrones antes de que haga lo suyo un domador, tal que todo el pasaje tuvo que aferrarse con las dos manos a lo firme que tuviese cerca.
Hoy vi a los de la vivienda hacerle señas al chofer para que se detenga y a éste devolverles un gesto casi desesperado y a los pasajeros mofarse un poco de la desgracia de los que se quedaron a pie.
Hoy, tres o cuatro cuadras pasada la parada de la vivienda, el coche volvió a detenerse y de nuevo el chofer intentó poner el bicho en marcha, esta vez sin suerte y dio por fin aviso a los pasajeros: nadie se mueva que ya viene el refuerzo.
De inmediato recordé las últimas veces en que tuvimos un percance por el estilo. El refuerzo no era refuerzo sino la unidad siguiente que, de paso, viene cargado con su propio pasaje, hace otro recorrido, vamos, molestia para el desafortunado pasaje que hace el trasbordo, molestia para los que sin comerla ni beberla han de soportar un buen rato en la compañía de bolsos, camperas y refunfuños de los que se suman a su viaje, incómodos, sabiendo que llegarán un buen rato más tarde a un destino que no será el que planeaban, el de siempre, sino un destino más bien dictado por el caprichoso azar que designe el recorrido de la segunda unidad.
De inmediato también pensé en lo escaso que estuve de reflejos. Si el viaje se truncaba a una cuadra y media del punto de partida, mejor hubiese sido bajarme y esperar a que pase otro, que me deje en cualquier parte, y que me cobre otra vez el viaje que yo no había hecho. O sí: vaya uno a saber.
Porque ahí viene la otra cuestión: hoy estrenábamos la nueva tarifa, que supone un aumento de un diez por ciento sobre lo que pagábamos el viernes. No hay mucho problema con eso, no al menos de mi parte que sé que ese aumento es insignificante respecto de la alteración en los costos que viene provocando la inflación que nadie dice. Sí para alguno de los pasajeros que empezó a reprocharle el aumento al chofer: eh, aumentan el boleto pero no se dignan de cambiar las unidades.
Pobre chofer, pensaba yo, encima teniendo que oír semejante sandez, y el rato que no pasa nunca mientras uno está en el medio de la ruta, viendo los autos pasar y a la gente saludarnos como nunca lo hacen, y los bocinazos, pobre que se acababa de acordar de algo y telefoneaba a la central para preguntar qué harían con el viaje de las tres y cuarto, si había coche o no, parece que no había, no sé bien, pero seguramente los de las tres y cuarto salieron un buen rato más tarde porque el coche para ellos destinado era el que, vacío por completo, venía a rescatarnos.
Estoy hablando de un servicio público. En este caso los damnificados son unos pocos miles al día y no se alza ninguna voz para reclamar. O sí: se alza la voz de la empresa reclamando con toda justicia se aumente el boleto y el gobierno les concede este aumento, que me duele un poco en el bolsillo pero es ridículo. Hace diez años pagábamos un dólar este viaje; ahora, con el aumento, setenta centavos.
Se me dirá con qué conocimiento hablo de este asunto. Lo diré: hace diez años estudié la estructura de costos del transporte urbano de mi ciudad. Cumplimentando los requerimientos de las normas vigentes, el costo del boleto urbano era de un peso con veinte centavos; el precio del boleto era de sesenta centavos. Naturalmente algo de esa diferencia se zanja con el subsidio estatal, pero eso es sólo una parte. El resto es la desidia en los controles. Nadie vigila la limpieza o el estado mecánico de las unidades. Ni hablar de renovar la flota.
Alguno de nuestros gobernantes, propenso como es al discurso de barricada, a la alarma tribunera, consultado sobre este asunto dirá: eh, estas empresas ganaron mucho en los noventa. Sí, sin duda, de esa fecha data el parque automotor con el que prestan el servicio. Lo demás ha sido hacer la vista gorda a la par que se han evitado los aumentos con tal de hacer demagogia con ese detalle, como si en verdad no fuéramos perjudicados de un modo más horrible. Porque la verdad de las cosas que yo me estoy quejando de lleno. Después de subirme a un colectivo en Buenos Aires he sabido que en realidad el servicio que padezco a diario es casi de lujo en comparación con esas cocteleras.
Ya vendrán tiempos mejores, me digo, y no será con esta gente, quiero creer. Por cierto, llegando a mi casa, en el tramo que me toca hacer a pie, vi a cuatro policías empujando un patrullero. Tal vez -yo no los oí- charlaban sobre la conveniencia de la reformar la Constitución.

23.9.06

Ahora es diferente

Eduardo Aliverti se está ganando mi simpatía.
Hace ya varias semanas que dejé de escuchar el programa que hace en la radio, sin dudas una decisión atinada. Pero he de confesar que suelo echarle un vistazo a su artículo de los lunes. De allí no suelo sacar ninguna idea en limpio pero le reconozco la utilidad de informar sobre la agenda del gobierno.
Hablar de Cuba, por ejemplo, es un tema que evidentemente le interesa mucho al gobierno. A mí no. O sí, pero ya no por razones que puedan ser satisfechas por un artículo de prensa, sino por lo enriquecedor que resulta estudiar la letra chica de un régimen totalitario, algo que es mejor rastrear en algún libro.
Pero el hecho es que, según leí en un blog , Aliverti había entrevistado a León Rozitchner en su programa, un gran momento de radio, sin dudas. Después de los saludos de rigor, el periodista abrió el fuego:
­ –¿Qué se siente ser el mejor filósofo argentino vivo?
Una maravilla. ¿Cómo puede levantarse una entrevista después de un ladrillazo tan salvaje?
El exabrupto puede verse desde distintas aristas y no hay ninguna que deje bien parado a Aliverti, al contrario: su cortedad quedó al desnudo sin solución.
Resulta cómico que el menos incierto de los términos sea el que alude a la nacionalidad. Después de todo: ¿qué es ser argentino? ¿es una cuestión de documentos o de identidad?
Pero ¿mejor filósofo?, ¿cómo se mide eso?. Una de las consecuencias del auge capitalista, es que casi todo puede medirse, para todo hay ránkings, y hay premiaciones para los mejores. De hecho, Aliverti ha sido premiado, no sé bien si por su condición de locutor o de periodista, pero de él pudo decirse alguna vez que era el mejor. Se me dirá que es más fácil establecer prelaciones entre locutores. Yo no estoy seguro de eso.
¿Filósofo vivo? Pensemos en escritores, que es un poco más grato: ¿quién dice que Sabato está más vivo que Onetti, por ejemplo?
El “qué se siente” remite más al cronista deportivo que aborda a los jugadores apenas terminado un partido:
–Qué se siente haber hecho un gol, Fulano.
Cualquier respuesta que dé Fulano carece de importancia. La pregunta ha echado a perder la respuesta ulterior.
Por un momento pensé en Tití Fernández, un cronista deportivo que se especializa en hacer preguntas estúpidas a los futbolistas, con el agravante de hacerlo en el campo de juego:
­ –Pipi, lo empezaron perdiendo, después lo dieron vuelta y al final les empataron.
Uno se da cuenta de que la pregunta ha terminado sólo por el gesto del cronista que lleva el micrófono a las barbas del interrogado, que tal vez enriquecerá la charla repitiendo lo que el cronista, quitando del medio las eses y poniendo en su remplazo el jadeo que es propio de un deportista que acaba de hacer su tarea.
Pero no. Lo de Aliverti es incluso más estúpido que lo de Tití, porque dentro del planeta fútbol esas cosas no sólo se admiten sino que se festejan. Quiero decir: todos sabemos lo estúpido que es Tití cuando pregunta, bueno, ese es su papel. En cambio Aliverti se postula como comisario ideológico del periodismo y no se priva de catalogar a la derecha como bruta cada vez que puede, y en eso le asiste toda la razón. Lástima que lo suyo sea bastante parecido.
Un amigo mío suele decir que la izquierda no va a imponerse nunca en una elección porque para las masas es más sencillo ser peronista. Por supuesto: la izquierda suele jactarse de cuán aventajada es desde lo intelectual. Los fachos son brutos. Lo que el peronismo tiene por ideario es una colección de refranes. ¿Qué se siente?
Más apropiado me pareció el recuerdo de Bernardo Neustadt, que a mediados de los noventa se dio el lujo de entrevistar a Bill Gates. La nota fue breve y me imagino que habrá costado una carrada de dólares. En un momento, nuestro héroe pregunta:
–Estaba pensando... en el futuro, con apretar un botón, qué tremendo, ¿no?
Gates debió pensar en lo incompetente del traductor que ponía en inglés lo que Bernie le había tirado. Mantuvo su sonrisa y acaso se encogió de hombros, como haría cualquiera en un país extraño cuando no sabe lo que le preguntan.
Otra maravilla. Gates, emblema del empresario exitoso. Rozitchner, el titán del saber. Uno y otro puestos cara a cara con un charlatán que quiere jactarse de la presencia de ese que quisiera fuera un compañero de armas. La misma impotencia.

El final de mi carrera

Alguna vez se me ocurrió que lo mejor que podía pasarme en el futuro era ser periodista. De hecho, a los siete u ocho años, los lunes redactaba en un cuaderno los rudimentos de un diario. Pegaba las fotos que tomaba de un diario de verdad y después me quedaba contemplando mi obra. Mi temario era bastante corto, como siempre han sido mis intereses. En aquel entonces era la fecha del campeonato de fútbol y poco más que eso. Cuando por alguna causa no había seguido los partidos a través de la radio, apelaba al archivo. Alguien se había apiadado del pibe sin biblioteca regalándole una pila de revistas El gráfico. Y así.
Pronto me cansé, no tanto de redactar noticias, que es un lindo ejercicio, ni de pasarme horas y horas pendiente de lo que pasaba en canchas remotas entre equipos de los que no conocía los colores de la camiseta, sino de escribir mi diario a mano.
Ahora se me ocurre que tal vez lo mío tuviera alguna pretensión de posteridad. O cobijaba la esperanza de que alguien lo leyese. Me interesaba, creo, que ese alguien no tuviese que lidiar con mi caligrafía.
Cada vez que escribo a mano y quiero hacer buena letra me transporto de inmediato a esos últimos días como periodista.

21.9.06

Casi una charla

A principios de los setenta, cuando al parecer gran parte de los habitantes de mi país estaban ocupados en dirimir las cuestiones de la alta política a los tiros, papá y algunos como él dejaron la pampa húmeda para meterse en la patagonia profunda, y en realidad no sabían bien donde iban, si eso era la antártida o un apéndice de la china de mao, si podrían sobrevivir a una travesía que duraba más tiempo del que podían permanecer despiertos, pasando por rutas acaso amenazadas por malones de salvajes. Esto parece una mentira de las grandes, de esas que se cuentan en los campeonatos que hacen los viejos de por acá para pasar los inviernos, pero no, puedo asegurar que temores como los que describo eran el pan de cada día. Y si no me creen, por qué mejor no le echan un vistazo a los sucedidos que informa la prensa sobre estos lares. Ahora somos una nota de color, una crónica paranoide que encuadra en la fantecopolítica, un cable de agencia de noticias que pone al descubierto alguna miseria humana que sienta mejor a un paraje remoto que al ámbito de la metrópoli.
Sólo así un iletrado como mi padre se sentó a escribir cartas, todo con tal de no perder completamente el vínculo con sus amigos de la juventud, tan brutos como él o incluso peores, porque no se atrevieron a dar el paso.
Alguna vez me contaba de uno de esos brutos que solía empezar sus cartas diciendo ola que tal ruso ai tamo. Yo siempre he creído que entre "ruso" y "ai tamo" hubo una pausa, un intervalo lo bastante grande como para que cupiese un "bien y vos" para que fuese una charla.

20.9.06

Parroquiales

Por razones de fuerza mayor que no alcanzo a comprender (blogger es como casi todos nuestros dioses: bueno hasta la locura) me vi en la obligación de mudar Libro sin Tapas a http://librosintapa.blogspot.com/.
Comuníquese, etc.
*
Naxos publica una entrevista en video a Deleuze que ha de ser interesante para quien domine la lengua francesa.

19.9.06

Oficios

hace un rato me vi escribiendo de repente y me turbó el detenerme a pensar que nadie entre los míos dice de repente todos dicen de golpe todos y a nadie le duele quién más quien menos agrega y porrazo de golpe y porrazo y más que doler les da risa también a mí que me sé guardián de los repentes

La pasión

una enfermera la mar de simpática me pregunté si no sería como en esos sanatorios que al año de ser mucamas se vuelven enfermeras que es el único modo que tienen para hacerse de una moneda más no mucho apenas el sustento y hay que ver cómo se entregan con qué entereza ella hace frente a ese viejo que la ve acercarse con todo el cuerpo sobre el suyo y no resiste la tentación de llevar la mano allí donde no debe y tan simpática tan dueña de sí y de la situación y de la mano que vuelva las cosas a su sitio

18.9.06

A medio trecho

El sábado no volví a casa sino hasta bien entrado el domingo. No me fijé la hora pero a juzgar por la claridad que tanto daño le hacía a mis ojos, serían las seis y media o las siete. Llevo varios días triste así que tomé algo más de la cuenta. Eso lo supe al poco rato de llegar, cuando sólo atiné a quitarme los zapatos y la ropa para lanzarme en búsqueda desesperada de los restos de lo que fuera el último atado de cigarrillos que he comprado en mi vida, bah, hasta ahora. Deben quedar unos diez, lo que me dio bastante tranquilidad. Movido por la inercia, busqué en mis bolsillos el encendedor que hace un par de meses ya no llevo encima. Fui a la cocina. Encendí una hornalla. Me incliné con el pucho en la boca sobre la hornalla porque en mis tiempos de fumador siempre he sido renuente a todo lo que no fuera la concomitancia entre el acto de acercar el fuego al cigarrillo y disponer de él con una pitada enérgica, tal que el pucho, por un momento, se viniera sobre mi nariz ante la presión de los labios.
Me olvidaba, al acercar mi cabeza a la hornalla, que hace dos meses que no fumo y en ese ínterin no me he cortado el pelo, que ya hace dos meses tenía un largo más que respetable. Cuando me di cuenta de eso, sólo atiné a pensar que ya estamos a las puertas de la primavera y no puedo postergar mucho más la visita a un peluquero. No a cualquiera en realidad, sino al que me atiende desde hace años, que en su tiempo supo atender sólo a gente copetuda pero, tras el derrumbe del pueblo y todo eso que ya he contado cientas de veces, la necesidad ha querido que tenga que atender a cualquiera, incluso a mí, que hace veinte años no era digno de él. Por supuesto, para visitarlo debería viajar y para viajar debería recomponer las relaciones maltrechas pero antes de eso debería pensar un poco en ver qué es lo que hago conmigo durante los meses que le quedan a este año. Y así se van los días, las noches y yo sin saber debajo de qué mesa esconderme.
Pité una vez más y ya iba rumbo a mi cama, una más y me metí al baño. Miré mi cara en el espejo. Tenía el pelo graso como nunca, el tono negrusco de las ojeras ganaba buena parte de la cara, los ojos cansados, la boca pegajosa que recordaba a ese ineludible último vaso de vodka sin hielo. Pité por tercera vez y no pude evitar el asco. Eché el cigarrillo prendido al inodoro y me detuve un momento a contemplar su agonía, ese hilo de nicotina que se va desgajando en el líquido. Oriné.
Pensé que en los otros intentos que hice por echarle calma a la ansiedad también atiné a desprenderme del cigarrillo a la tercera pitada. Esas veces lo hacía en defensa propia. En cierto modo sabía que una cuarta pitada me acercaría a la reincidencia y eso no es lo que yo me proponía. Esta vez fue distinto. Esta vez me di cuenta que estoy en un punto en que me cuesta fumar tanto como antes me costaba dejar de hacerlo. Pero si puede vencer eso que parecía imposibilidad, bien podría quebrar esto, que no es más que una dificultad.

Juego de rol

Ahora me toca ser la cuartilla en blanco.

Offside

Como suele decir un amigo: si no fuera que estamos hablando de cosas tristes, me reiría y mucho.
El vocero que el diario de la argentina tiene en el mondo blog me recordó a esos defensores centrales que, antes que correr al delantero que los está superando, se quedan levantando la mano en la esperanza de confundir al juez y justificar su propia falla.
A raíz de la importancia que el diario le dio a un acto vandálico sucedido en la wikipedia, como tantos suceden en ese espacio y en la web en general, en algunos blogs se corrió la voz de que tal vez la mano del diario estuviese en la comisión misma del hecho que dio origen a la noticia.
Había varios elementos para sospecharlo, aunque dada la magnitud del diario lo que más movía a sospecha, amén de la fecha del incidente, era la pequeñez del suceso. Cuentan que en la primera mitad del siglo pasado, el rotativo local, a falta de noticias de mayor interés, informaba que en un bar del centro de mi ciudad un parroquiano había dejado caer una flatulencia. Algo así.
No obstante, considerando la escasa gravedad del incidente y más allá de la sobreactuación de un par de políticos necesitados de centimetraje, no es disparatado atribuirle al diario de la argentina la generación de las noticias que difunde, tanto es así que hay un libro entero plagado de ejemplos de esta conducta durante los años de plomo, cuando no se podían tratar sino temas blancos: el periodista que corría rally, ¿recuerdan?
A esta altura de los tiempos, cuando tenemos perfectamente asumido que un diario es ni más ni menos que una factoría de noticias que, en su condición de tal, aspira a la maximización del dividendo por acción, mueve a risa la defensa articulada por uno de sus empleados.
En esto hay que darle la derecha al diario: si algo les sobra, eso es trayectoria. Con operaciones grandes, con operaciones chicas, pero abarcando todo el ancho del campo. Pongámoslo así: un suplemento blanco, el de espectáculos, por ejemplo, ¿es inocuo? Yo creo que no, pero ha de ser por mi manía de malpensar que me cuesta distinguir los espacios de publicidad de las noticias; en el de cultura, ¡las reseñas son avisos que pecan por su escasez de color en comparación a los otros! ¿Qué esperamos de las secciones más “serias”? A esta altura, creo que nada.
Está bien: lo mío es una exageración, pero conviene no bajar la guardia. Sólo un razonable escepticismo puede mantenernos a salvo del todo vale que es manda el señor dividendo por acción. En las cosas importantes. Y en las otras también.

16.9.06

Una más sobre rotativos

Es más que interesante la elucubración que publican en el blog El nido del Dodo.
El punto en cuestión es la inusitada trascendencia que -para Clarín- tuvo uno de los tantos actos de vandalismo que a diario tienen lugar en la wikipedia. El artículo -oh casualidad- era el relativo a la noche de los lápices, de la que por estos días se cumple un nuevo aniversario.
Por estas cosas de vivir pensando mal, me acordé de las denuncia sobre espionaje en la base Almirante Zar, de las que se supo en la semana previa al aniversario al golpe de 1976.

Somos la mitá más uno/ somos el pueblo/ el carnaval




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15.9.06

Parroquiales

Glosa se mudó a Catedral de hormigas, es decir de bitácoras punto no sé qué a la beta de blogger, lo que -sólo- a priori suena a retroceso pero todo el mundo tranquilo que no hay tal. El servicio de bitácoras punto no sé qué deja bastante que desear y el viejo y querido blogger conserva algo de su viejo encanto.

No por eso

Ha muerto Oriana Fallaci, quien cuenta en su palmarés con una entrevista a cara de perro a Galtieri cuando todavía la tropa argentina guerreaba en Malvinas. Esa nota es desempolvada hoy en la edición digital de Perfil y me permito rescatar un momento desopilante en el diálogo, cuando la periodista inquiere sobre el amor -por entonces de estreno- entre el régimen argentino y el cubano.
OF: Está bien, reajustes políticos si lo prefiere. Queda el hecho, como está por decir, que millares de personas fueron eliminadas en Argentina por comunistas, marxistas o bajo la acusación de ser comunistas, marxistas. Así que por lo menos es desconcertante ver a Fidel Castro y Costa Méndez darse palmadas en la espalda como su hubieran estado juntos en Sierra Maestra. Aquellos pobres muertos deben revolverse en sus tumbas.
LG: Señora periodista, las relaciones internacionales se mueven más por intereses que por amor, como Ud. bien sabe y, desafortunadamente estas cosas son inevitables. Así lo demuestra la historia del mundo. ¿Si los Estados Unidos aíslan a la Argentina, militar y económicamente, si Europa hace lo mismo, si el mundo occidental le vuelve la espalda, y digo mundo occidental poniendo la expresión entre comillas, qué otra elección tenemos? No debo recordarle que los factores ideológicos no son motivos determinantes en la convivencia internacional. Piense en todos los países que mantienen relaciones con sus enemigos ideológicos. Estados Unidos y China, por ejemplo. Se abrazan exactamente como nosotros nos abrazamos con el señor Castro y como el señor Castro nos abraza a nosotros. No por eso la Argentina se hace comunista. No por eso el general Galtieri se convierte en miembro del partido.

14.9.06

Humo cesante

Dos meses sin fumar.
A doce cigarrillos diarios, el humo cesante sería el de unos 720.
Treinta y seis atados.
A siete minutos de vida ganada por cada cigarrillo no fumado –o su reverso: vida perdida por cada cigarrillo fumado– serían 84 horas, o sea tres días y medio. Eso, en apenas dos meses.
Lo malo es que no hay una ventanilla en la que le abonen a uno semejante ahorro. O sí, existe, pero hay que esperar al final de la vida para darse cuenta que hay tres días y medio, los últimos, que uno los vivió de arriba.
No puedo imaginarme ese momento, pero bien podría tratar de hacerlo.
Ochenta y cuatro años. Es jueves. Tengo los huesos blandos a manos de la osteoporosis y hace dos semanas, o dos meses, o dos años, que estoy postrado en cama, distrayendo la atención de mis deudos, hijos, hijos políticos, nietos, sobrinos, sobrino-nietos, amigos, allegados, vecinas lloronas, sacerdote, pastor luterano, curandero del barrio, enfermera cama adentro, médico, escribano.
Si fuera estrella de rock, habría que sumar a los fans, a los turistas conmovidos por el fervor necrofílico con que viven los que viven, a los vendedores de flores, de estampitas, de choripanes. A los que en voz baja ofrecen: hay gorro, bandera y vincha. A los equipos móviles de la televisión y a los cronistas que matizan la espera entrevistando a los que ofrecen gorro, bandera y vincha, a los vendedores de flores y de estampitas, a turistas conmovidos por el fervor necrofílico con que viven los que viven y a los fans.
Afortunadamente lo más probable es que pase mis últimas horas sin tanto alboroto. Después de todo, a mis treintaypico, sé que la música no es lo mío, que nunca perpetraré canciones a la memoria de Andrés Caramano ni de quien en vida fuera el extinto cantante de los Ramoncitos de Ricota, dios lo libre de escucharse.
Como fuese, si yo tuviera en ese momento la misma lucidez que ahora y también me diera por sacar cuentas, me sentiría por completo defraudado por la decisión tomada, porque con sólo fumar 720 cigarrillos más, hubiese muerto el lunes y a esta hora del jueves no tendría a toda esa gente encima esperando a que diga mis últimas palabras.
Pero así las cosas, dos meses sin fumar y ninguna gana de escribirlo.

11.9.06

Sin cuenta cosas de mí

[sobre una idea que tomé prestada de Fest]

que hace una semana
menos tal vez
que no me quito el pijama
que el pijama es un regalo y es pakistaní
que a diario uso un reloj suizo
que también es un regalo
y un anillo en oro blanco
que también es un regalo
y más de una vez me sentí un extraño
porque siempre he creído que a mí nadie me hace regalos
que tal vez me quité el pijama una vez
fue el sábado
planeaba comprar mi libro de Dylan Thomas
revolví sin suerte en los estantes
y no me atreví a preguntar
o no supe o no quise
que en el camino saludé con reverencia a los conocidos
a António
a Gilles
a Macedonio
y por un segundo pensé que acabaría por comprarme
un Vian que nunca tuve
pero seguí la puja incluso en cuclillas
que el guardia me seguía pertinaz
porque el pantalón que había elegido ponerme estaba roto y sucio
apenas me había peinado después de pasar día y medio en cama
y tenía la barba y las arrugas de toda una semana
que cada tanto levantaba la vista muy despacio
para saber si me miraban
o por esas cosas de la vida puta justo se metía alguien que yo hace años quiero evitar
volvía la vista al piso veía mis zapatillas ordinarias
y sus cordones declarados en rebeldía
la puntera blanca manchada de un barro perpetuo
y de nuevo
los cordones blancos manchados de un barro perpetuo
cuando desde lo alto me saludó Roland
y pensé que Fragmentos es un libro que casi me sé de memoria
pero sin embargo nunca he tenido una compañía tan cercana
como la que ahora se me ofrecía
y que estaba un poco cansado de desacomodar el orden de los volúmenes
enloquecido por esquivar a Franz de Praga y a Kundera y a Hemingway
tal vez ya fuera la hora de retirarme de ese lugar cada vez más atestado
me decía
pero volvía a inclinarme para revisar en lo bajo
sabía que cuando me agachaba el pantalón dejaba la mitad de mi culo al aire
poco me importaba porque yo perseguía el Dylan que se me negaba
era sábado
y de un tiempo a esta parte los sábados soy puntual para leer alguno de sus poemas
y siento cada vez que él supo de mí antes de que yo naciera
entonces busco mi vaso whiskero y la botella
me sirvo un trago y uno más
para llorar otras lágrimas que las de siempre
porque es setiembre
y setiembre tiene un dejo de cautiverio que no me deja dormir
y cómo haré para dormir esta noche sino hay Dylan ni whisky
pensaba en cuclillas
y la multitud se rozaba contra mí
como todo este tiempo
lo que de algún modo me empujaba a manotear ese libro de tapas amarillas
que habla de necios que se conjuran
y ya me imaginaba el lunes en el colectivo
en medio de los necios conjurados
metiendo la mano en mi bolso para blandirles un libro
y sentir que me hacen sentir más bicho y más raro
porque debo ser el único que no tiene un telefonito que suena a mitad del viaje
y debo ser el único que saca del bolso un libro
y a veces no lee sino que se escuda tras las tapas
por la vergüenza que le da compartir el mal rato
con esa gente de mierda
que se jacta de lealtades sudorosas
y es muy capaz de echarle en cara que lee libros
y esa es buena razón para reputarlo oligarca vendepatria
porque al parecer el mundo es más sencillo que el que yo percibo
hay alineados y no alineados
aunque no quede demasiado claro cuál es la línea
y qué tienen que ver ellos con eso
o yo mismo con eso
o yo mismo con ellos
o yo mismo con la línea que no aliña
porque después vino el domingo y tuve que salir de apuro de la cama
y de nuevo quitarme el pijama para ponerme un pantalón un poco roto y bastante sucio
y elegí ponerme un suéter de hilo que me queda largo
porque me fatigaba el solo hecho de pensar que en lo que tardaba en elegir
un pantalón para comprarme
pagarlo
y volver a casa
me llevaría la mano a la bragueta tres cientos de veces
y en el medio detenerme un segundo
a echarle un vistazo a esos días en que podía pagar cremalleras con botones
mucho mejor que estos cierres ordinarios
que empiezan a fallar cuando uno menos se lo espera
entonces hice ese par de cuadras pensando
que había un solo modelo de pantalón que en su color no denunciaba su precio ordinario
pero me arrepentí un poco
de no haber llevado encima el dinero suficiente en el momento en que lo vi
pues cuando llegué ya no habían otros pantalones que esos
que en su color denunciaban que yo pagaba por cualquiera de ellos
incluso menos
que lo que había pagado uno solo de los libros que el día anterior había comprado
pero ahora era domingo
y por ciclo vital sabía que de modo inexorable tendría culpa por ese gasto
por ese entusiasmo incontenible que me trajo de vuelta a casa a los saltos
porque quería estar pronto solo con mis libros
y presentarlos con el resto de los míos
con los últimos que acabo de leer
y con los más viejos
pero era domingo
y yo pensaría sin remedio en que el precio pagado por esos libros juntos
era mucho más de lo que yo invertí en ropa en los últimos cinco o seis años
lo cual era un verdadero disparate
porque cuando iba donde la librería a por más libros el guardia veía mi aspecto
y con eso concluía que lo mío no eran los libros
sino lisa y llanamente el hurto
que me daban lo mismo las billeteras por la calle
que los libros entre los estantes
y tenerlo todo el tiempo detrás de mis pasos me fastidiaba de un modo rotundo
casi al punto de voltearme de mala forma para imprecarle alguna lisura
después de todo él era simplemente el guardia y yo el soberano cliente en plan de cacería
pero ya estoy viejo
me doy cuenta porque es cada vez más frecuente
que deba evitar desaforarme
pensando en algo que me haga bien
por ejemplo en mi santa madre
que me dio la teta hasta los tres años
y no son pocas las veces que me digo
que no hubo ni habrá mejores días para mí que esos
en que podía alimentarme del más rico sabor
de la piel de un ser amado
y a cuántas horas se me ocurriese
y que por eso es entendible
que de una mujer lo primero que vea son las tetas
como si en ellas pudiese encontrar el puente
para salvar la corriente que a nado no podría
y que si hay un dios a quien echarle la culpa
o algo así
habría que rendirle pleitesía
por el solo hecho de haber pergeñado una obra de tan tierna arquitectura
y que podrían venir uno o más pirómanos a quemar esta y todas las alejandrías
y a mí y a tipos como yo nos chuparía un huevo la pérdida
porque sabríamos que la piedra de la verdad sigue estando allí
debajo de los sostenes
porque ellas son las que sostienen los sostenes
y no como han querido hacernos creer hasta ahora
pero conviene ser no alineado
siempre lo digo
un poco porque superado cierto umbral
a mí y a tipos como esos
que habrán de reconstruir el mundo el día en que todo acabe
nos empieza a enloquecer el paralelo siniestro
que se da entre las tetas a la altura de su abismo
y la raya del culo
entonces dejamos de pensar en lo que pueda ocurrir después del último incendio
porque hay mucho por hacer antes que eso
y que aunque no sea del todo correcto decirlo
alguien tiene que hacerlo
y no es que yo sea valiente
ni demandante
ni contestatario
sino sencillamente porque me parece natura ya ha tenido el tiempo bastante
como para despojarnos del vellamen que nos incordia
a la hora del enredo entre la boca y quien haga sus veces
y ahora que he nombrado a uno de los huevos
es oportuno que confiese cuánto le temo a la bulimia
y lo mal que me pongo algunas veces
cuando me doy cuenta de que ya no fumo
y que la falta del veneno ha hecho de mí
un tipo incluso más inestable que lo que he sabido ser
a punto tal que no puedo contener la furia
que me hace comer como un salvaje
y beber en consecuencia litros y litros de vino
como si fuese un peregrino en las interminables arenas
y no es que tema por mi salud
porque sé que moriré enfermo pero en mi cama
porque detesto a los médicos casi tanto como a los peronistas
y no permitiré mientras de mí dependa que metan mano en este templo
si temo es solamente por lo molesto que es sentir
cuando uno se sienta y cruza la pierna
como se da en ese acto un pellizco que pone los pelos de punta
que sólo uso reloj cuando salgo de mi casa
no así el anillo que llevaré mientras no toque el cielo
y a esta hora
o hasta ahora
estoy en falta

8.9.06

MI

Hace un rato, mientras orinaba mirando el techo con los ojos entrecerrados, oyendo el goteo con detenimiento, como si alguien que amo me dijese algo al oído y yo me aferrase a ese algo con lo que me queda fuerzas mientras me desangro, me encontré pensando en el extraño mérito de la persistencia, en lo enojoso y efímero que es el consuelo que se halla en mojones como el que ayer escribía, porque, en algún punto, en ese alarde de romanidad que importa bautizar M a la milésima entrada quiere decirme algo distinto que el impulso, más comprensible, de llamarla, por ejemplo, 1000.
Los ceros, aun dispuestos a la derecha de la unidad, no dejan de ser ceros, y si de su redondez uno se permitiese extraer la pócima de la perfección, antes de beberla debería pensar también que, para llegar a ese puñado de ceros que hacen fila, es imprescindible apoyarse en un elemento extraño, una mácula, la unidad, o bien, no haber comenzado nunca.
En eso reside la belleza de la numeración romana, en asumir la perfección como algo que es preferible apartar del camino de los hombres y, al mismo tiempo, al hacer de los mojones elementos simples, despojarlos de la pompa que encadila.
Además, esta sería la entrada MI, que supera en mucho a 1001.

M

Ayer fueron dos años de Arcadia. Y este es el post número 1000.

7.9.06

El otro Brausen

Piriápolis es el sueño cumplido de Francisco Piria. El fundador de la ciudad dio crédito a su imaginación y levantó una ciudad con atmósfera europea de la nada. Allí donde no había más que arena, pastizales y mar, hoy perdura una ciudad que conserva mucho del encanto que heredó de los gustos del siglo XIX, cuando comenzó esta historia. Las preferencias se reflejan en las sorprendentes muestras de la arquitectura que aún se conserva, entre las cuales se destaca con mérito propio el Hotel Argentino y las residencias particulares, hoy reconvertidas para otros usos, de los descendientes del fundador.

Más en La Capital y más

La pena del duelo

Por cuestiones que no habré de revelar aquí, hoy estuve un buen rato revisando algunas cosas del código penal que tenía fondeadas en el baúl del olvido.
Sin embargo, ahora que el tiempo ha pasado y sólo miro textos de esta índole por el placer de mirarlos, me detengo en esos puntos que por laterales nunca forman parte de los planes de estudio, el duelo, por ejemplo.
En el marco de la ley en vigencia es notoriamente ventajoso batirse a duelo guardando las formalidades del caso, esto es: designar padrinos, escoger armas, acreditar la mayoría de edad y pactar el resto de las condiciones del desafío. El homicidio y las lesiones graves o gravísimas en el marco de un duelo que cumpla estos extremos tiene una pena máxima de cuatro años. Una ganga a la que no tienen derecho los duelistas que se aparten de las previsiones antes consignadas que deberán pagar la pena que fija el tarifario común.
El que oficie de instigador de un duelo sufrirá la misma pena que el duelista que mate o lesione de gravedad a su contendiente. Si no se produjere el duelo, o producido no tuviese otro gravemen que lesiones leves, el instigador puede olvidarse del asunto si paga una multa. Sin embargo, si el duelo promovido tuviese como objeto un interés pecuniario o alguna otra inmoralidad, la pena en caso de muerte es incluso más grave que la del duelista informal.
Va quedando claro que las reglas del duelo serán la ley entre las partes. A este efecto se prevé un castigo de diez a veinticinco años de cárcel para el duelista que, por fuera del acuerdo entre padrinos, dé muerte a su rival. La misma pena se aplicará a la alevosía con que un padrino lleve a cabo sus funciones.
En ese orden de cosas, siendo los padrinos los encargados de velar por el cumplimiento de las reglas acordadas para el evento, se sanciona con una pena máxima de cuatro años de cárcel para el que pactare un duelo a muerte cuando, en efecto, la muerte fuese de un contendiente la resultante del mismo. A falta de muerte la pena se purga mediante una multa.
*
Si rige esta norma, va de suyo que en asuntos urticantes como el aborto persiste la visión medieval en nuestro derecho positivo.

6.9.06

101 canción

Sólo supe de un grupo de rock llamado The Doors, como muchos de mi generación, a partir de la película de Oliver Stone. Maten a su padre, cojan a su madre se convirtió en una muletilla de baño de escuela. Los escolares festejaban la ocurrencia a voz en cuello más allá de que la lisura fuera eso y nada más. No creo que pueda esperarse algo demasiado diferente de una producción hollywoodesca, pero no importa, es sólo un detalle. Lo interesante fue haber reverdecido los laureles de una buena banda de los años dulces.
Primero fue el disco de grandes éxitos; en realidad fue la mitad más conocida de ese disco grabada en un casette. Lo escuchábamos cada tarde en la casa de un amigo, apurando un mate que no era calabaza sino uno de esos de metal. Petiso y retacón, para más datos. El grabadorcito quizá dijese llamarse minicomponente de marca Sanyo. A la casettera le faltaba la puerta. La radio nunca funcionó.
Pero eso no era lo mejor sino cierto raro efecto que hacía cuando le dábamos play. Arrancaba, por supuesto, el track que estaba en punta, pero entraba como un chicotazo, tres o cuatro segundos de brusquedad en el volumen que eché de menos cuando supe de equipos de mayor fidelidad.
No tengo ese disco para chequear el dato, pero en el casette del que hablo, el primer track era Break on through to the other side, que empieza a todo bajo. Era hermoso.
Varios años después los escuché a todos y supe que The Doors nunca parió un gran disco, pero en cada hay dos, tres, cuatro canciones que valen la pena. A la referido Break on... podría agregar, entre las primeras que me vienen a la memoria, Unknow soldier, Alabama song, Love me two times, You make me real, Love her madly pero mi preferida es la insuperable L.A.Woman.Un amigo de otros tiempos me decía que ese organito le taladraba la cabeza. Yo no diría tanto, pero algo así.
yo quiero un presidente
que no me escupa
cuando hable
Promoverían acción de repudio contra Papa Noel.

5.9.06

A propósito de algo que estaba escribiendo hace un rato, recordé aquello de que el estado es una continuidad jurídica, bah, una ficción.
¿Y qué hay entonces de los metros sobre segundo al cuadrado con los que me atacaban en lo mejor de mi adolescencia?

101 canción

En la segunda mitad de los ochenta llegó a mi pueblo una tecnología que abismó las ya marcadas diferencias entre barrios pudientes y barrios no pudientes. Los unos contaban con alguna especie de televisión por cable que les permitía tener una programación de películas y series que en mucho aventajaban a lo que podía verse en los dos canales de televisión abierta. Los demás nos conformábamos con lo de siempre y estirábamos la oreja con tal de no estar demasiado al margen de los temas de entonces.
A tono con esos tiempos de burbuja, había una cierta demasía que llevaba el prodigio a un nivel casi obsceno: cada barrio tenía su propia señal.
La novedad llegó vieja a mi barrio. Nuestra señal pasaba una y otra vez un show de Queen, que a la distancia se me ocurre que sólo pudo ser en Wembley.
Eso a las tres de la tarde.
Alguna tontería a media tarde y dos películas por la noche eran toda la programación.
Lo raro es que yo vi una sola vez el show de Queen y me bastó. Era maravilloso. Tanto que el resto de los días sólo me despertaba de la siesta a las cuatro menos cuarto, segundos antes de que Roger Taylor aporreara los parches de su batería en We Will Rock You, que era mi canción favorita. Eran tres cosas las que me llamaban: el golpe de Taylor, que me recordaba al de un albañil cuando revoca, el solo de May, que es de los mejores de la historia, y el griterío de la gente
Después miraba las dos o tres canciones que faltaban, tomaba un té, me iba a jugar a la pelota. Quiero decir: seguía viviendo como si nada.
Tuvo que pasar el tiempo. Tuve que irme del pueblo y escuchar un par de discos antes de saber que esa canción era una excelente canción, pero ni de lejos “la” canción de Queen, que tampoco era “la” banda, sino una de las buenas, que no es poco. Desde que sé algo más de la vida, la canción de Queen que elegí para mi top 100 es Fat Bottomed Girls.

Buena noticia

Las frambuesas tienen litio.

El tiro del final

El pejotismo, más allá de todos los defectos que uno a simple vista pueda encontrarle, tiene un mérito que bien podría ser la envidia de la mayoría de las especies del ecosistema terrestre: carece de ideología, que es casi igual a decir que no adscribe a moral alguna y, a la vez, como si eso fuese poca cosa, puede alimentarse de su propio excremento, con lo cual, el tiempo pasa y goza de óptima salud.

Estamos todos tan cómodos dentro del mesianismo que dichos como "no me dejan gobernar", o incluso uno peor, que tiene el mérito de ser localísimo: "la justicia interfiere en el ejecutivo", son el pan de cada día y por ende marchas como la del jueves -"militantes del pejota marchan contra la justicia" decía uno de los diarios-, contramarchas, aglomeraciones y ningún plomero que responda a los llamados.

Una infidencia: cada vez que leo alguna de esas encuestas estúpidas que propone el gran diario argento, de un modo casi deportivo clickeo la opción menos simpática, la que -supongo- recoge menos adhesiones o, en caso de no estar del todo seguro, me inclino por la opuesta a mi preferencia. Así, el último fin de semana, a escasas horas de que el seleccionado argentino de basquetbol fuera derrotado en la semifinal de la copa mundial a manos de España, ante la previsible consulta, respondí una barbaridad: puse que no estaba conforme con la actuación del equipo. Lo mismo opinó un 20% de los participantes.

Ya conté alguna vez que en mi pueblo hay dos pasquines de tirada digna de algún respeto. Uno manifiesta un tibio oficialismo, el imprescindible para no quedarse afuera de la torta; al otro sólo le faltaría salir de los talleres de impresiones oficiales. Este último también dispone de encuestas que renueva a diario. Ayer o antes de ayer la consulta decía: ¿Está usted de acuerdo con que la justicia interfiera en el ejecutivo?

Es lógico que buena parte de los votantes -veinte por ciento es buena parte aunque no puede negarse lo escasamente representativo que es el universo de lectores de clarin on line que participa en encuestas- no esté conforme con el cuarto puesto del equipo de basquet. Es un deporte en el que, salvo por pocas excepciones, suele prevalecer el conjunto y aquí los conjuntos no han gozado nunca de buena reputación. Este equipo bien podrá jactarse de su medalla olímpica y el subcampeonato anterior pero en el estupidario colectivo sólo está la imagen de Ginobili, aunque puede que por un tiempo parezca que el campeonato fue la última bola contra España, la que falló Nocioni.

¿Quién?

3.9.06

Y despues vernos y reconocernos en todo lo que imaginamos y saber que aunque sea un segundo, que aunque el mundo vuele por el aire, nos tuvimos y nos acariciamos y fuimos tan tan felices que dan ganas de hacer pogo.

JH

2.9.06

Dije y repetí tantas veces que estoy a punto de mudarme que he dejado de tomarme en serio. Entonces, con el flamente sueldo del mes que acaba de espichar, me compro algún libro. Esta vez fue el Ulises, que tardaré mi buen par de años en leer. Más peso en la mudanza. Estoy arrepentido. Ahora quiero el de Dylan Thomas. Me gustan los poetas cuando cuentan.

1.9.06

Chanza


El hallazgo es de JorgeLetralia