Jade May Hoey

1974-2004

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25.1.08

Recordatorio

Este blog dejó de escribirse el 9 de enero del año 2008. La cosa sigue en diasdedarcy.wordpress.com

El correo electrónico sigue siendo mayer.blog@gmail.com

Agradezco tengan a bien mudar links, acondicionar lectores de feeds y enviar regalos, especialmente libros, al domicilio habitual.

9.1.08

Ultimo momento

Nos mudamos a wordpress.com

8.1.08

Lanata PM

Soy el tipo más informado que conozco. A mi pesar, eso sí. Quisiera evitarlo y no puedo. A veces doy gracias al hecho de no poder leer en inglés. Si pudiera, el día no me alcanzaría para leer todos los diarios.

Por eso mismo odio los programas periodísticos. Su decadencia es una muestra más, una de las tantas, de la debacle argentina.

Así las cosas, ya estaba harto de muchos personajes, Jorge Lanata entre ellos. Sin embargo, a mitad de este año puse radio Del Plata a la hora de su programa y casi no pude dejar de escucharlo. Es un show y está bueno. Ha sido un show, supongo, porque Lanata, en marzo, larga a la calle su diario y me imagino que ya no tendrá tiempo de animar las tardes de la radio.

Lanata es, muy posiblemente, un idiota. Y periodista, para más datos, lo que eleva a su máxima expresión el idiotazgo. Pero, como acabo de leer en un cuento de Palahniuk, un periodista toma hechos normales y los presenta en forma atractiva. Esa es su tarea. Y Lanata lo hace bien.

Tiene un lindo equipo.

Reynaldo Sietecase. El señor sentido común. Un tipo que me cae simpático. Creo que podría ser mi amigo. Poeta, según dicen algunos libros. Autor de un título que le envidio groseramente: Una cierta curiosidad por las tetas.

Romina Manguel. La chica judía de Palermo. Flamante madre. Algo venida en kilos. Una voz de campanita que sirve de vehículo a dictámenes fulminantes. A menudo algo caída del catre. Amiga del disparate involuntario. Perpetua reclamante del divino perdón.

El Ruso Verea. Desde el deporte es capaz de abarcar todo el territorio de la vida. Simple, bien hablado. Macanudo. 80% opinión, 20% información.

Javier Romero. Torpe. Algo gritón. Especialista en la rosca del conurbano, no podría ser otra cosa que un barrabrava.

Verónica Castañares. La locutora. Podría ceñirse a decir a cada rato la hora y la temperatura, los números de teléfono y el resultado de la encuesta del día, pero es el alma del programa. En ella se ve al Lanata descubridor de talentos.

Luciana Geuna. Productora. La voz de la ingenuidad. Uno la oye y no puede imaginarse más que una mina linda. Linda tirando a muy linda.

Me falta uno que hace el papel de francotirador del espectáculo y un renunciado que se encargaba de contar las novedades tecnológicas en tono jodón.

En Lanata PM siempre hubo una buena entrevista que escuchar, una risotada a destiempo, un exabrupto, un macanazo, un debate que naufraga a manos de las contradicciones más viscerales.

A causa de un equívoco banal y transparente (Manguel desconocía la existencia de algo llamado Pink Floyd), a mitad de año nació la sección que catapultó al programa a ser un objeto de culto. Por Educando a Romina pasó una buena tanda de famosos -y otros no tan famosos-, cada uno con sus discos. Sí, la primera parte del show periodístico de Lanata se iba en las canciones que los fulanos llevaban.

Al principio, eso me resultaba chocante. Después, al cabo de muchos lindos discos y de singulares personajes a los que no le llevaría el apunte, empecé a entender la velada razón por la que este segmento trivial se ganó su lugar.

Me acordé de Charly cuando decía “qué otra cosa se puede hacer fuera de ver películas”. Las cosas han cambiado. Algunas para bien, de otras mejor ni hablar. Pero lo cierto es que la conducción del estado ha conseguido que a nadie le importe la política. Y ante semejante estado de cosas, qué otra cosa puede hacerse fuera de escuchar música.

4.1.08

Darcy/iii

Lema anotado en un papel que se arruga debajo de la almohada: hagamos difícil lo imposible.

3.1.08

Darcy/ii

Sólo una cosa no hay: la posibilidad de ponerse en los zapatos del otro.

Chupingo

Por poco lo olvido. En casa de mis padres hay dos perros. Uno blanco, viejo, demasiado fiel para con mi madre y mi hermano. Otro rubiecito, Chupingo. Este es simpático, entrador. Seguramente se lo regalaron alguna vez a mi hermana y ella no tuvo otra que aceptarlo. Es un perro deforme. Durante mi última estadía, Nico, mi hermano, me preguntó si yo sabía cuántos dedos tiene la pata de un perro. Yo sé pocas cosas, pero tengo ingenio para averiguar las que no sé. Para eso estaba el blanco. La respuesta es cuatro, cuatro dedos (por ponerles un nombre) en cada manita. No es el caso de Chupingo. El lleva tres dedos en la derecha y dos en la izquierda.

Pero no me perdono el olvido. Me acuerdo bien del invierno en que lo trajeron. Era una bola de pelos correteando por el patio. Una bola que a menudo quería sentarse, imitando lo que hacían los otros perros de la casa, y no podía. Se iba para atrás como un peso muerto, pero no se demoraba en la caída y se ponía bien. Le vi muchos intentos fallidos. Cada vez me reí con más ganas de nuestro perro sin culo.

Era el legítimo sucesor de otro, el rengo, que sólo andaba en tres patas. Cuando cachorro, su dueño anterior lo había atropellado, dejándole inútil para siempre una de sus patas traseras. No le hizo mella, faltaba más. Era un guardián de ladrido estridente, que corría como un triciclo invertido: la pata trunca, recogida, y la diestra como eje.

El blanquito sobrevivió a la vez en que lo atropellaron. Fue en una de las calles paralelas a la ruta, donde la gente anda entre los pozos a todo lo que da. Fue un golpe seco, quedó dando vueltas. Se levantó, anduvo pelotudo un rato y Nico, su amo, vio como se mandaba a mudar por vecindarios ajenos.

Cuando Nico dio la noticia en casa, todos se alborotaron. Todos menos yo, que estaba de visita y no podía entender que la pérdida de un perro sea capaz de quitarme la primera plana del diario de la familia.

Volvió solo. Los perros no se olvidan de las manos que le dan de comer.

Lo mismo, Chupingo me cae más simpático. Aprendió a sentarse. Supongo que yo, un día que viene llegando, también sabré cómo sobreponerme a una debilidad de ese calibre.