Jade May Hoey

1974-2004

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25.3.06

Posdata

Poco es lo que he escrito sobre el veinticuatro de marzo aquél y lo que ha venido a continuación y no es que me escude en mi edad, que bien podría hacerlo porque en ese momento yo no había cumplido quince meses. Peor: cómo podría omitirlo si sobre la base de esa omisión se erigió prácticamente toda la educación que recibí en la escuela pública, porque los coletazos de los siete años de intervención militar, que en realidad fueron varios más si tomamos en cuenta la atmósfera política que se vivió durante mucho tiempo antes y las idas y vueltas en las que nos debatimos como sociedad mucho tiempo después.

Pero en realidad es bien poco lo que sé.
Sé por ejemplo que un par de meses antes de nacer perdí al que pudo ser mi tío favorito a manos de alguien que no estaba muy contento con sus reclamos gremiales y que nadie, incluso mi propia familia, nadie en absoluto movió un dedo por saber la verdad, como si de antemano ellos (nosotros) supieran (supiésemos) que es poco lo que puede hacerse contra el mal.
Sé que nadie me devuelve las historias que él solía contar, ni la enjundia con la que vivió sus breves pero intensos treinta y tres años (sí, treinta y tres), ni nadie les trae de nuevo el padre a ese par de vástagos que son mis primos y no he visto nunca en mi vida.

Nada sé en realidad. Nada que decirle a esa gran amiga que ayer golpeó mi puerta porque estaba sometida a la peor de las aflicciones y que me suplicó que guardase absoluta reserva de lo que me contaba porque incluso hoy no se puede hablar de aquéllo. Nadie puede hablar de los padecimientos de ese muchacho que en breve será su marido en un día como el de ayer, que fue 24 de marzo y feriado, y le taladraron la cabeza con eso de lo que no se puede hablar, que es decir que nada sabe de sus padres biológicos, nada en absoluto más que el amor incondicional que le han demostrado sus padres de crianza, que ayer no encontraban lugar donde meterse. ¿Cómo enfrentarlos? ¿Alguien lo sabe? ¿Cómo mirarse al espejo cuando uno sabe que encontrará un cuerpo extraño que es el propio lleno de heridas grabadas a perpetuidad?

Me resisto a creer lo que vivo, me resisto a ver que el gobierno que mi país en justa ley ha escogido erija un feriado sobre esta fecha infame casi como diciéndole a un amputado: oye, te remarco en colorado este día del almanaque para que nunca olvides que este fue el día en que te cortaron un brazo, una pierna.

El miembro fantasma sigue allí. No se lo ve, pero de a ratos su sensibilidad jaquea la integridad del resto del cuerpo. Vive en otro lado, dice alguien; no, dice otro, nunca se fue; sigue aquí, puedo sentirlo, digo yo.

PS: esto quise escribirlo como nota al pie del brillante texto que ayer publicó El Florido Byte.

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