Jade May Hoey

1974-2004

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27.2.05

los nietos de Perón

UNO
Leo en el diario de ayer:
Hilda Chiche Duhalde, […] en un acto en La Matanza dijo que la actitud de Solá le recordó a la fábula de la tortuga y las palomas. “En la historia, una tortuga intenta infructuosamente trepar un árbol donde están las palomas, pero tras varios intentos, el palomo le dice a la paloma: es hora de decirle que es adoptado", ilustró la diputada en referencia al padrinazgo político de su esposo hacia Solá.

Me resulta curioso que se catalogue fábula a un chiste de los más malos que se cuentan los atorrantes cuando apuran una cerveza y no sabe bien de qué va la noche que se avecina, pero más me conmueve la facilidad con la que la ex presidente consorte es capaz de sintetizar, en sólo una frase, la vanidad impune, el desprecio por el desvalido físicamente, el insulto gratuito a quien a tenido la fortuna de encontrar, a falta de su progenitor natural, un padre sustituto.

Pero apenas hago pie después del puñetazo mi sorpresa se vuelve ridícula. Qué es lo que puede esperarse de una mujer cuyo único mérito es haberse casado con un patrón de estancia de hace dos siglos, que accede a cargos públicos por el concurso de un sistema electoral armado a medida y la pobreza cultural de barriadas enteras que venden su voto por una bolsa de comida; una mujer de una moral tal, que ha sido capaz de cesantear funcionarios por su condición de divorciados. En fin, una peronista hecha y derecha.


DOS
Este país lleva décadas ya en una encrucijada irresoluble: acabar con el monstruo peronista, una construcción política que muta como los bacterias y en su camino va pisoteando el retoño que no ha dejado de crecer en estas pampas sólo porque nuestra tierra todo lo perdona y al vaciamiento más descarado lo disimulan un par de buenas cosechas. La tierra en la que no han permitido que la plaga gobernase no está al margen de su poder: les ha contagiado sus peores mañas, a punto tal que ya no des distingue a simple vista entre unos y otros.
Los hijos de Perón, es decir sus seguidores desde aquel tiempo en que la bonanza económica convidaba al despilfarro, nunca han dejado esa ensoñación. Muy por el contrario, instalaron en su mesianismo despiadado, la peregrina idea de que siempre aparecerá un iluminado que nos salvará y nos pondrá al cuidado de todo mal.
Ellos han fracasado. Estamos de rodillas. Y a los hijos de los hijos de Perón les viene llegando la hora de parar un poco la bocha y poner el catalejo primero, y la dirección después, con rumbo a algo mejor que esto.


TRES
Cuando uno menos se lo espera da con otro que está en similar situación, desencantado, desencajado, sin sentido como puñal dentro de la vaina. Pueden ser, de hecho lo son, diversas las formaciones académicas, las historias familiares, los avatares de las cuentas bancarias, pero, puestas en situación, las ovejas descarriadas se dan cuenta de que los une una hermandad secreta que, como la carta que se le perdió a Poe, está a la vista de todos.
Ese secreto me fue revelado una tarde de mi adolescencia, mucho antes de que yo pudiera imaginar que mi vida se aferraría con fiereza a los libros y que despreciaría toda tentativa de reunir a los individuos en ese supra-ser que se conoce como “pueblo”, “sociedad”, “multitud”. Sin entender demasiado, se me ocurría que era un garrón quemarse las pestañas por hacerse un buen destino y para que apareciese una mano superior que nos amontonara como fichas sobre el paño de la ruleta.


CUATRO
No fue mucho lo que me dijo mi padre. Más bien su expresión en los ojos, enfatizando el tono emotivo de la visión, me reveló estar en presencia de un fenómeno extraño, del que no me atrevía a formar parte pero estaba ahí, tan cerca de mí como si yo me las viera con el precipicio y la profundidad tirara de mis zapatos, empujara mis piernas hacia el vacío.
Yo la vi a Evita cuando vino a mi pueblo, en realidad no la vi a ella sino al tren en el que iba, pero esa noche soñé con ella, la tenía tan cerca que me arrimé para decirle algo, que le quería dar un beso, era lo único que quería.
Lo contaba con el dramatismo de haber estado frente a la virgen María en pleno llanto. Lo embargaba de tal modo la emoción que por un segundo supe que la mayoría de las vidas está diseñada para un único momento de felicidad verdadera, causa fuente de toda cuanta peripecia pudiera recaer sobre el cuero.
Hubieron, apenas las recuerdo, muchas apologías del movimiento y me encargué de reprimirlas con la víscera cuando me faltó el conocimiento; con floridos argumentos, cuando fui capaz de valerme por mí mismo. Siempre el resultado fue ingrato. En mis discusiones con papá lo único que hemos logrado es levantar el tono de voz.


CINCO
La secta de los nietos de Perón no es una agrupación con límites concretos. Más aun: es probable que su difuso alambrado se vaya corriendo a cada minuto hasta alcanzar, ahora mismo, a algún ñato desprevenido, creyente y esperanzado. No persiguen, en conjunto, una finalidad, y puede que la erosión que causa su nueva pertenencia acabe con todo propósito noble que los elementos reclutados guarden en sus adentros.
La ideología que profesan es oscilante y las oscilaciones toman forma de aguda niebla cuando tienen la oportunidad de elegir. Muertas todas las ideas, lo único que queda son las personas. A falta de mayor estudio sobre las personas, lo que quedan son los nombres adosados a prontuarios que la memoria va cercenando. Entonces da lo mismo la barroca izquierda con su almanaque de 1872 y la estampita de Trotsky, el conservadurismo camuflado bajo la cosmética de algún publicista brasileño y una tercera alternativa todavía peor: el abstencionismo llano, posmodernista, estas ganas de no ser ni tan siquiera un renglón en el padrón, una mercancía más que se consume con el primer uso.

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