Jade May Hoey

1974-2004

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3.8.07

Exilio

Mi amigo se va en breve. Como tantos. España.

Allá en Trelew me queda otro. Por poco tiempo. Su sobrino, apenas un niño virgen de la geografía, le pregunta: ¿queda lejos España?

Ahora es otra cosa. Eso decimos cuando queremos consolarnos. Sí. Sms, blog, webcam, skype, la mar en coche. Pero quién cocina el asado. Cuándo nos hacemos una cervecita multimedia.

Las empresas, los reclutadores en realidad, los empleados de consultora, se preocupan por las motivaciones. ¿De verdad tenés ganas de irte? Joder, tío, dos meses es poco para dejar un país, dice una voz transoceánica. Mentiras. En todo caso: ¿cuánto sería el óptimo para tomarse el buque? Tenemos ciudadanía francesa, pasaporte al día, nos adelantan la guita para la mudanza, cuánto, decime, cuánto. Lo que se tarda en armar una valija. Viaje largo, valija chica, dice mi amigo. Todo lo que tengo, miralo, cuánto decís que vale. No, no, es el ahorro que puedo hacer con tres sueldos de allá.

Lo otro es nostalgia.

La caja de herramientas, por ejemplo, me dice, y yo, que no sirvo para cambiar un foco, me cago de risa. ¿Herramientas? Sí, pero ¿sabés todo el tiempo que me llevó armarla? No lo sé. Por eso mismo dejo de reírme, pero no me da para hacerle una oferta. No me quedaría con una caja de herramientas de recuerdo.

Querés irte. Sí, de lo contrario no hubiera contestado el aviso. ¿O no?. Del otro lado de la línea se oye una brecha. Nunca dirían que hay tipos que compran el diario del domingo al solo efecto de conseguir teléfonos para llamar y casillas de correo que, imaginan, ansiosas esperan que las alimenten de curriculos de a una página.

Motivación. Querés reírte y no queda bien. A un patagónico le hablás de exilio y se te caga de risa. Quién se siente allá como en casa. Los que están, los que vinieron antes, todos se saben de otra parte. Qué importa que el vientre de tu madre te escupa justo ahí y no en París, por decir algo, o en Tilcara o en Curuzú Cuatiá.

El por parte de galeses, yo de alemanes, la mayoría de nosotros carga en la sangre con ese gusto amargo en el paladar de haber tenido que salir corriendo que los nuestros tuvieron antes. No hace falta siquiera que a uno lo críen en esa fe. Flota en el aire. Es el pan que se moja en el café con leche. Un día te tenés que ir. Esto es de paso.

A veces, en el mejor de los casos, uno puede pensar que está cerrando un círculo que atraviesa décadas y latitudes. Pero, de nuevo, es un consuelo prefabricado. Las décadas han estragado las latitudes. Poco tienen que ver ellos con sus abuelos. Un apellido es un accidente. La patria es la tierra que te da de comer.

Entonces un día te sentís raro. Vas a la secundaria. Las aulas están a medio llenar. El verano les sirvió a muchos para levantar campamento. Tus amigos la van de marcha errante. Quedan otros. Crecen otros. Forzosamente. Forzadamente. Pero nada es lo mismo. Las canciones que te gustaban se van con las modas. La radio, de vez en cuando, te devuelve un compás familiar y pensás: la pucha, qué será de fulano, que habrá sido de mengano. Suena el teléfono, o viene el cartero, o se corre la voz. Viene tal, anda cual. Y los perseguís hasta que das con ellos. Los convidás a una cerveza en honor de los viejos tiempos. Te ves contando esas anécdotas que se mejoran en el tiempo, sintiendo las palmadas en el hombro. Vos sí que echaste buena, se te ve muy bien, no cambiaste. Pero ese tipo que viene, ese que perseguiste y apenas si se hizo un hueco para visitarte porque tiene a treinta amigos que visitar, ese ya no es ni la sombra de lo que fue. Le escapa a la noche. A la cerveza. Echa culpas. La úlcera, mi mujer. El matecito se te lava de pura tristeza. Siguen charlando, pero algo ha hecho crac.

Así siempre. Esa es la historia de la Patagonia. Hacerse solidaridades casi religiosas con esos tipos que viven medianera de por medio para que un día, por hache, por be, todo se haga añicos. Y uno crece. Y después le chupa un huevo. Un día me va a tocar a mí, piensa, y un día te toca. Te toca y te duele. Hasta el hueso.

Pero es así. Para algunos el exilio es una enfermedad congénita.

Comments on "Exilio"

 

Anonymous Anónimo said ... (6/8/07 09:18) : 

mi amor. es conmovedor cuando acotás lo de quién hace el asado. patético en el sentido que tenía la palabra pathos para mis ancestros.
besitos.

 

Blogger Kely Lenna said ... (7/8/07 14:07) : 

ay! este dolió
:-*

 

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