Jade May Hoey

1974-2004

Powered by Blogger


Locations of visitors to this page

7.3.07

La señorita Roldán/6

Horacio ya casi era el Gallego. Quiero decir: sus calificaciones eran mediocres, solía vestirse con unos pantalones náuticos de un gris azulado y una camisa que, en su estampado, no permitía observar que su tropa de botones se reducía sólo a dos. Eso sí, muy bien ubicados. Le gustaba el trago. A todos nos gustaba un poco el trago, pero cada cual tropezaba con las dificultades que uno tiene a esa edad para llenar el vaso. Las consumiciones en los tugurios que frecuentábamos no eran baratas y qué padre le daría más dinero a un hijo si él mismo ya ha pasado por la circunstancia en que el garguero empieza a calentarse y a pedir más y más.
Ahí volví a hacerme amigo del Gallego. Era uno más de la banda, un poco menos echado a perder que ellos, pero a todos nos faltaba lo peor. Un par de años juntos serían capaces del estrago que hasta ahora ni se avizoraba.
La ventaja que él tenía, al menos a mí siempre me pareció que eso era una ventaja, era tener del otro lado de la tapia que ponía fin a su casa a cierta bella nínfula, a la que sólo por una cortesía a esta altura innecesaria llamaremos Cristina, mejor Cristinita, la nena que criaba Lulú, la hija de la pareja con la que convivía en ese tiempo, el único tema que había en las charlas de Lulú, lo linda y obediente que gracias a dios había salido la Cristinita.
Se le caía la baba al viejo, eso era notorio. Todos no queríamos pensar mal. En algún sitio lo reprimíamos, yo creo que más que nada a eso nos movían los no confesados celos. Cristinita era una nena y nosotros, a diferencia de Lulú, que era un borracho cualquiera, de esos que no tienen empacho en salir por la tarde en bicicleta, llevando por acompañante a una dama de cinco para comprar otra, y nosotros, unos caballeros, que si no llevábamos una vida recta, aunque con algún desliz que se guardaba para el sábado, era porque no teníamos el capital para hacerlo.
Algún día, pensaba yo, habría que ofrecerle algún buen plan a la linda Cristinita, entre tanto no era mala cosa pizpear por arriba de la tapia, a ver como ella jugaba a dejar de ser niña, y lo bien que le salía, y las ganas, río inusitado de viscosa leche, de cogerla, más temprano que tarde, para darle una más apropiada forma a la tan mujer en ciernes.
*
cinco / cuatro / tres / dos / uno

Comments on "La señorita Roldán/6"

 

post a comment