Soy el tipo más informado que conozco. A mi pesar, eso sí. Quisiera evitarlo y no puedo. A veces doy gracias al hecho de no poder leer en inglés. Si pudiera, el día no me alcanzaría para leer todos los diarios. Por eso mismo odio los programas periodísticos. Su decadencia es una muestra más, una de las tantas, de la debacle argentina. Así las cosas, ya estaba harto de muchos personajes, Jorge Lanata entre ellos. Sin embargo, a mitad de este año puse radio Del Plata a la hora de su programa y casi no pude dejar de escucharlo. Es un show y está bueno. Ha sido un show, supongo, porque Lanata, en marzo, larga a la calle su diario y me imagino que ya no tendrá tiempo de animar las tardes de la radio. Lanata es, muy posiblemente, un idiota. Y periodista, para más datos, lo que eleva a su máxima expresión el idiotazgo. Pero, como acabo de leer en un cuento de Palahniuk, un periodista toma hechos normales y los presenta en forma atractiva. Esa es su tarea. Y Lanata lo hace bien. Tiene un lindo equipo. Reynaldo Sietecase. El señor sentido común. Un tipo que me cae simpático. Creo que podría ser mi amigo. Poeta, según dicen algunos libros. Autor de un título que le envidio groseramente: Una cierta curiosidad por las tetas. Romina Manguel. La chica judía de Palermo. Flamante madre. Algo venida en kilos. Una voz de campanita que sirve de vehículo a dictámenes fulminantes. A menudo algo caída del catre. Amiga del disparate involuntario. Perpetua reclamante del divino perdón. El Ruso Verea. Desde el deporte es capaz de abarcar todo el territorio de la vida. Simple, bien hablado. Macanudo. 80% opinión, 20% información. Javier Romero. Torpe. Algo gritón. Especialista en la rosca del conurbano, no podría ser otra cosa que un barrabrava. Verónica Castañares. La locutora. Podría ceñirse a decir a cada rato la hora y la temperatura, los números de teléfono y el resultado de la encuesta del día, pero es el alma del programa. En ella se ve al Lanata descubridor de talentos. Luciana Geuna. Productora. La voz de la ingenuidad. Uno la oye y no puede imaginarse más que una mina linda. Linda tirando a muy linda. Me falta uno que hace el papel de francotirador del espectáculo y un renunciado que se encargaba de contar las novedades tecnológicas en tono jodón. En Lanata PM siempre hubo una buena entrevista que escuchar, una risotada a destiempo, un exabrupto, un macanazo, un debate que naufraga a manos de las contradicciones más viscerales. A causa de un equívoco banal y transparente (Manguel desconocía la existencia de algo llamado Pink Floyd), a mitad de año nació la sección que catapultó al programa a ser un objeto de culto. Por Educando a Romina pasó una buena tanda de famosos -y otros no tan famosos-, cada uno con sus discos. Sí, la primera parte del show periodístico de Lanata se iba en las canciones que los fulanos llevaban. Al principio, eso me resultaba chocante. Después, al cabo de muchos lindos discos y de singulares personajes a los que no le llevaría el apunte, empecé a entender la velada razón por la que este segmento trivial se ganó su lugar. Me acordé de Charly cuando decía “qué otra cosa se puede hacer fuera de ver películas”. Las cosas han cambiado. Algunas para bien, de otras mejor ni hablar. Pero lo cierto es que la conducción del estado ha conseguido que a nadie le importe la política. Y ante semejante estado de cosas, qué otra cosa puede hacerse fuera de escuchar música. |