Jade May Hoey

1974-2004

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13.7.07

Nieve

Es san Viernes, me sopla alguien al oído, viernes y el pescado por vender, viernes en la ciudad sin furia. Cerradísimo el cielo del viernes. Nada de frío, nada en comparación con el frío que se espera. Nadie lo dice pero creo que hoy nos toca nieve.
Es insólito el festival que se armó en torno a la nieve. Lo digo desde acá, que apenas vi una pobre aguanieve el viernes pasado.
Volvía a casa después de una larga jornada. El invierno altera los tiempos. Hay que finiquitar la mayor cantidad de asuntos dentro del período con luz natural, que es cada vez más breve. No es un capricho, no es un juego perverso: es el cuerpo el que denuncia la pesada presencia de la noche.
Entonces, con poca luz, yo volvía a casa, cuando sentí una molestia en la cara, algo húmedo, blanquecino, y sólo atiné a buscar un responsable. Miré a los ojos a un olmo casi desnudo y me dije no puede ser. Un par de metros de marcha y otra molestia húmeda y blanquecina. Nieve, pensé, en cualquier momento se larga, y apuré el paso, porque la nieve se disfruta mejor calefaccionado y detrás de un vidrio. Llegué a casa, eché al olvido este asunto, comí y me acosté. No recuerdo si puse o no el despertador, sí que me levanté urgido por acudir a un compromiso nocturno. El pavimento era el mismo de siempre, el cielo cerrado, un frío para guardar de recuerdo. Viste que nevó, le dije a mi amigo; sí, casi nada, me respondió él. Y ahí acabó mi historia con la nieve.
Otras veces sí, por la ventana, en casa, en la escuela, en el trabajo. Dos veces recuerdo haber caminado sobre la nieve helada, calculando cada paso para no romperme la crisma, una en la ruta, rumbo a Cocovado, emocionante, y apenas una, allá por el 82, lo suficientemente robusta como para hacer muñecos y tirarme junto con mis amigos atorrantes culo patín en la cuesta de mi calle.
Papá, quién anduvo pintando la calle, le pregunté a mi viejo, apenas vi el prodigio. Qué laburo, che, ponerse a pintar toda esa mugre, me habrá respondido él. Y nunca más.
Entonces cada vez que cuento de dónde soy me dicen uh, qué lindo, debe nevar siempre, y no, rara vez nieva en la costa, y conste que yo le llamo nieve no a la que cae sino a la que se junta. Suele llover blanco, pero la nieve es otra cosa.
La nieve no es la de los centros de esquí, sino salvar el atasco a palada limpia. Es, como leí decir a alguien, la parte blanda de algo duro, el frío. Y frío, lo que se dice frío, es que se congelen los picaportes, tener que echarles agua caliente, pero mejor no pensar en eso.
A veces mucho menos frío es suficiente.

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