Jade May Hoey

1974-2004

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29.5.07

Y si amanece por fin

Qué lo parió. Acá se supone que yo escriba algo, aunque más no sea para que no se junten telarañas, que ya bastante son las que tengo en mi casa. Digo yo: ¿a las arañas no les jode el frío? Porque, la verdad, lo que es a mí, me está volviendo loco. Me consuelo pensando que la gente se conserva mejor en frío, pero tampoco la cosa es vivir en una cámara frigorífica. En una de esas, las arañas se están tejiendo unas medias de lana. Lo complejo del caso es que las arañas tienen más patas que la mierda, seis, eso creo, que son más que dos. Bien pensando, la clave es mantener el par. Digo, por esas cuestiones de guardar la simetría. Pienso en las medias para las arañas, no en las patas, pero me doy cuenta de que eso es ridículo. La elegancia, la preocupación por ella, dura lo que tardan en llegar los primeros fríos. Cuando uno se ve las manos moradas, ya no se plantea lo feos que puedan ser los guantes que puso en la encomienda la tía Carlota. Lástima grande que los dos pares estén a la mitad. Si no resultaba sencillo usar un par de guantes de color naranja, imaginen ustedes lo que representa usar un guante naranja y uno negro. Uno negro y con un agujerito en la punta de uno de los dedos. Debería cortarme las uñas. Debería haberlo hecho antes de ponerme el par de guantes negros cuando todavía eran un par. Ahora ya es tarde. Ahora quizá lo más apropiado sea cortarme todas las uñas menos esa, la del dedo del agujerito del guante viudo. Pero las uñas no atajan el frío, así que es lo mismo. Además, cuando me corto las uñas, no tengo a mano el guante para fijarme cuál es la uña que debo dejar más larga que el resto. Malo sería cortarme las uñas con los guantes puestos, pero peor es sacarse los guantes al mero efectos de cortarse las uñas y dejarlos tirados por ahí, sin son ni don, como dice mi viejo, y después, al otro día, en el apuro por ensillar antes de las menos diez para no perder el bondi de las siete, comprobar que falta uno de los guantes, justo el que estaba sano. Lo mismo los cuellos. Antes no se usaban cuellos. La gente se ponía bufanda, pero parece que es este el tiempo de ser práctico y si algo malo tenían las bufandas, eso eran las vueltas que había que darles. Nunca se guardaba la simetría, quedaban largas de un lado, o del otro, y uno que bien quisiera parecerse a Marcos en eso de no mostrar ni la nariz, de nuevo en el apuro de hacerlo todo antes de las siete, y prescindiendo del espejo que se empeña en falsar (eh, Popper, a lo tuyo) la teoría esa de que la gente se conserva mejor en el frío, resulta que deja un hermoso hueco por el que la ventolina se cuela y hace nido justo en el hoyito que está a mitad de las clavículas. Pero no, francamente no tengo ningún deseo de escribir. No lo tengo ahora que estoy frente a la página en blanco y oigo el repiqueteo de los dedos de otro en el teclado, y me fastidio, y me dan ganas de aprovechar que tiene las manos ocupadas y tomarlo por el cuello hasta estrangularlo, pero qué sé yo. Capaz que el de al lado es uno de esos tipos que viene al locutorio a escribir su currículum. Pobre infeliz. Me lo imagino mañana, con el frío que va a hacer, tomándose el bondi de las siete, o en una de esas el de las siete y media, total el tipo tiene menos obligación que yo, menos obligación pero más hambre, así que es posible que se tome el de las siete, que encima es más barato, y haga banco en la oficina del quetejedi, que si tiene suerte lo atiende, y si no lo deriva a lo de alguno de sus cipayos. Capaz que es como yo y no tiene ni teléfono, entonces llegado el punto clave de la charla, cuando están por echarlo de nuevo al pasillo, el tipo en cuestión, alto, negro, con su traje de siempre, el comprado en Dandys, levante los ojos del papel que el chaboncito va a mandar a imprimir y le van a cobrar a razón de treinta céntimos la hoja, y le diga está bien, quedamos en contacto, te llamamos, ¿me darías un número en el que te podamos ubicar? Es un garrón el tener que decir que uno no tiene teléfono. ¿Pero ni una vecina, nada? Ay, dios, esta gente que se cree que uno lo comparte todo con la vecina, una vecina sorda y renga, tan luego, que tiene media docena de perros, y los muy hijos de puta, porque menos no puede decirse que sean, salen a la tarde y cagan mi vereda, porque lo saben, saben que es mi vereda y que me rompe soberanamente las pelotas tener que limpiar bosta, bosta de perro, bosta de perro ajeno, bosta de perro de vecina sorda y renga que no presta el teléfono. Bueno, entonces date una vuelta el mes que entra, ¿te parece? Y el tipito piensa que de acá al mes que entra se muere de hambre. Entonces me da lástima. No, no me jode que tipee. Debe ser un muchacho preparado. Escribe a buena velocidad y no se oyen las frenadas de la tecla backspace. Eso es bueno. Ya me entró a caer mejor. Pero lo que es yo, nada. Nada de nada. No tengo ganas de escribir. Bah, sí, tengo, estuve todo el día pensando cosas. El fin de semana retomé la lectura de una Biblia que robé de mi casa. Era un regalo de una tal Norma a mi madre. Tiene, porque aún no se los he quitado, unos papelitos en el medio, escritos en un trazo que no acabo de entender. No la veo a mi madre haciendo anotaciones. Deben ser de la tal Norma. No la veo a mi madre leyendo la Biblia. Ni a mis hermanas. Eso pensé cuando la metí en el bolso. Una edición muy bonita. Antiguo y nuevo testamento. Un día de estos, vengo diciendo desde hace años, me leo el antiguo. Por lo pronto tomé algunas notas. Es una edición pastoral. ¿Qué se supone que haga yo con una edición pastoral? Bueno, así como lo cuento, llegó a mis manos por casualidad cuando la casualidad se viste de inocente hurto, y de vez en cuando vuelvo a ella, no con hambre religiosa sino más bien por mero placer literario. Lástima los comentarios. Está llena de notas al pie. Esas notas le marcan al cura qué es lo que tiene que irle diciendo a la gente, que en general no entiende nada. Y de ahí, de mis anotaciones, me dije que tienen que salir, por lo menos, cuatro noveletas. Así deberían llamarse las nouvelles, ¿no? Bueno, ante todo los nombres. Desde mi última experiencia en ese sentido, estoy algo conflictuado. Con lo arduo que resulta las más de las veces encontrar un tono, un personaje, una historia que le guste a uno contar, encontrar un buen título, corto, pegadizo, original, es sacarse la lotería. O poco menos. Yo había encontrado el título. La historia viene conmigo in pectore desde hace meses. Nada de otro mundo, cosas que pasan a esta edad, eso que el pudor de los críticos da en llamar “novela de iniciación”, con el cual se corre un tupido velo sobre todas las torpezas en que pueda incurrir del autor, que en una de esas se destapa y, pasados los cincuenta, escribe la gran novela americana. O en una de esas se muere de cirrosis antes de los cuarenta y resulta que era más bueno que la mierda, el secreto mejor guardado, que no obstante ser secreto y estar guardado, se despacha con diez libros póstumos, para felicidad de Carmencita, de Jorge y del resto de los causahabientes. Bueno, la tetranoveleta ya tiene sus cuatro títulos. Nombres de mujer. Una de las historias casi escrita, manuscrita en realidad, que espero encontrar pronto en este desorden. Soy como ese mamado que estaba agarrado al poste de luz y pasa alguien y le pregunta qué hacés y el tipo le responde que ya que todo venía dando vueltas estaba esperando que llegue su casa. Bueno, yo espero que llegue el manuscrito. Y que sea legible. Y que todavía me guste. Bah, mentira, todavía me gusta. Y un poco ha empezado a gustarme la mina en la que me inspiré, que era mucho más grande que yo y fue la primera puta que conocí.

Comments on "Y si amanece por fin"

 

Blogger m a said ... (30/5/07 11:09) : 

ocho mayer, las arañas tienen ocho patas.

 

Anonymous Anónimo said ... (30/5/07 11:58) : 

uff, que bárbaro...
(pásame tu dirección de mail, no?)

 

Anonymous Anónimo said ... (30/5/07 12:11) : 

Gracias, Marce. No me había dado cuenta, habitualmente las mato sin miramientos. Un día de estos lo corroboro.

Abril:
mayer.blog [arroba] gmail.com

 

Blogger Vero said ... (31/5/07 12:49) : 

Qué manera de fluir que tiene la conciencia ¿eh? Me hiciste reír con lo de las noveletas. Me da siempre un poco de pudor decir nouvelle, digo novela corta y listo.

 

Anonymous Anónimo said ... (1/6/07 08:36) : 

Creo que fue una amiga letrada la que me señaló que no era cosa de extensión sino de nudos, o algo así, demasiado complejo para mí, que soy un lego.

 

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