Jade May Hoey

1974-2004

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16.5.07

La tiranía de los relojes blandos

Tranquila, bicho, le decía papá a mamá, dos semanitas más y da vuelta el mes. Esa era una de sus frases de cabecera. Hace mucho que no se la oigo decir. Hace mucho, para ser sincero, que no voy por mi casa. Fantaseo con que él haya incorporado alguna variante a la frase afortunada en su poco decir. Después de todo, ésta no es otra cosa que una versión del viejo y querido dios proveerá. Al final nunca dios proveyó de un carajo más de la dicha de la vida, que por desdichada que sea sigue siendo vida y a nadie, ni siquiera a dios, puede reclamársele merma alguna. El caso es que a mí desde muy chico se me antojaba que el almanaque también podría llevar la forma del reloj. Lo imaginaba con una sola aguja, arrancando desde las seis, trepando primero y cayendo rauda cuando el año se nos va de las manos. De hecho siempre es así. Al principio, cargados de objetivos, de culpas, de preguntas para las que no hemos sabido encontrar respuesta, el año es cuesta arriba, pero basta que lleguemos a las nueve, a mediados de marzo estoy queriendo decir, y la cosa cambia de color. Hay algo de alivio en el aire, algo de ahora sí, boludo, metele que son pasteles, y a nadie le da por preocuparse mucho por lo mal o bien (mal) que haya invertido ese primer tramo. Ya en junio, julio, uno comienza a ponderar el tamaño de lo que falta por hacer. De un lado ve las titánicas empresas que se propuso durante los brindis festivos y del otro los magros resultados y se hace planteos. La puta madre, se fue la mitad del año y casi todo el pescado por vender. Y sí, en efecto, a mitad del año ya estamos perfectamente jodidos. La aguja cuesta abajo marcha a la misma velocidad que cuesta arriba, pero quién nos quita de encima la ilusión óptica que verifica el cumplimiento de la ley de gravitación. No hay nada que hacerle. De julio en adelante todo asume un vértigo que llegando a octubre, a noviembre, alcanza ribetes payasescos. Diciembre es un puto descajete.
Dos semanitas más y da vuelta el mes, diría papá. Sí, ahora lo veo con claridad. El sueña con el mismo reloj que yo acabo de describir, sólo que, hombre de pocos recursos y horizontes, ave de vuelo corto, piensa en términos de mes como yo pienso en año. En un año me recibo, en un año me mudo, en un año me enamoro y me caso. El, en apenas un mes, cobra el sueldo, paga cuentas, verifica la llegada de la regla en su mujer, incumple viejos planes, hace nuevos planes. Su reloj, en suma, tiene dos agujas y sólo le da bola una, la mayor. Y lo bien que hace.

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