Jade May Hoey

1974-2004

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26.5.07

El adjunto/2

La supe en el diario. Pese a que estábamos bajo el mismo mando, tardamos en conocernos. Era lógico. Ella era del palo, de alguno de los palos afortunados que se habían hecho del ministerio, y yo no, yo apenas si me enrolaba en la certísima fila de los que buscaban otro trabajo, cualquiera fuese, al punto de relegar a un plano secundario el haber. Me escapaba, no sabía bien de qué, pero como buena rata que soy, me ganaba el espanto del demasiado calor, las risas impostadas de los energúmenos que venían a quedarse con lo mío, que tampoco era gran cosa. Los años dados a un mal patrón no son gran cosa. Son tiempo perdido. Ni una palmada en el hombro, ni el confort chiquitito de que alguien se arrime para decirte me gusta tu trabajo, podés mejorar, debés hacerlo, pero esto, por lo pronto, ha estado muy bien. Eso venían a robarme y no se los permití.
Pasé fácil la entrevista. A veces, es un hecho, los tímidos tienen más chances ante el interlocutor desconocido. El, ella, dirá te veníamos siguiendo, nos gusta eso que hacés, aunque sea todo verso. Eso, primero el elogio, la sobadita de lomo, que estimula y sienta bien, y después, recién después, imponer las condiciones, decirlas a la pasada. Es lo que importa, por eso mejor que ni se note. Ah, la paga, bueno, por ahora arreglamos esta plata, pero estate atento, que no es para siempre. Ojo.
Entonces, varias semanas después, puesto a conocer a la gente con la que habría de codearme en adelante, me llevaron donde la Barbie, que así le decían en el diario y con toda razón, aunque no se llamaba Bárbara ni mucho menos. Es más: cargaba un nombre de varón, uno de esos tantos que en la mujer suenan mal. Duro, rasposo. Inútil decir que de inmediato pensé en la torpeza de los padres capaces de tamaña cruz en cabeza de una niña. Esperaban un varón. No había ecografías. En el mejor de los casos tejerían escarpines blancos, por las dudas, pero esperaban un varón. Seguro era la mayor entre sus hermanos. Seguro que alteró los planes familiares. Tal vez no la quisieron.
Hola, me hablaron mucho de vos, me dijo la Barbie con nombre de varón y yo no le respondí. Estaba impactado y la verdad es que en casos así no sé mucho por dónde empezar. Era de una belleza felina imponente. Me sacaba una cabeza. Se vestía de un modo que, poco tiempo después, ocasionaría el enojo del ministro. La pucha, no sé que dije. Supongo que hola, encantado de conocerte. O de conocerla, señora. No, debe haber sido conocerte. Ella tenía sus años. Si no la hubiese tuteado, jugate la vida que la pintura de los ojos se hubiese arrugado y eso no pasó.

Comments on "El adjunto/2"

 

Anonymous Anónimo said ... (28/5/07 08:46) : 

no seas malo, di como se llama...

 

Anonymous Anónimo said ... (28/5/07 08:56) : 

Por decisión unilateral e irrevocable del autor, la chica se llama Barbie.

 

Anonymous Anónimo said ... (31/5/07 04:25) : 

Muy bien ahí, me gusta este relato!

 

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