Jade May Hoey

1974-2004

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2.5.07

Años

Años de esperar una carta, no como el coronel, no una en especial: años esperando cualquier carta. Indecibles deseos de llegar un viernes del trabajo y ver que en el buzón, por debajo de la puerta, la carta ansiada. O un aviso de ella, y en tal caso dar un trote hasta el correo, antes de que se haga más tarde. La tinta no espera. Tenerla en la mano, sentir su peso, su textura. Mirarla a contraluz para adivinar su contenido. Auscultarla por el frente. Detener la vista en las estampillas, en el matasellos. Tratar de adivinar quién la escribió y si lo hizo cuidadosamente o a las apuradas. Al fin, voltearla para leer el remitente. Su dirección. Buscar en el cajón un abrecartas. Comprobar que nunca hubo en el cajón un abrecartas. Porque nunca hubo cartas. Entonces, si por esas cosas de la vida, de la muerte, por un error del cartero o de la compañía telefónica, llegase una carta, debería abrirla con los dedos, con el temor de dañar su contenido. Mejor aventar los temores. Mejor comprar un abrecartas. No sea cosa que por vida o muerte, error o intimación, justo uno de estos días llegue el día que ponga fin a esos años.

Comments on "Años"

 

Anonymous Anónimo said ... (5/5/07 09:17) : 

A mí todavía me gustaria escribirte una carta, mirá vos.
No una carta acá, en estas casillas del repelús, sino una carta-carta. Pero, claro, tendría que lidiar con sobres demasiado anchos o demasiado angostos, los sellos extranjeros, la tinta que se corre, se borronea, se mancha, acaba por desaparecer (y, sin embargo, no tan rápido como uno desea, no tan rápido como nos tiene acostumbrados el botón delete, no tan rápido como para no ser capaz de persistir apenas, un poco más que nosotros mismos alguna vez), el vicio de la lentitud de la mano que se humedece y crispa y se desliza (ay) demasiado lenta sobre el papel un poco mucho blanco, el sentimiento demasiado virgen que provoca eso que hace ya tiempo que no se hace (o que tal vez no hicimos nunca)... tendría que vencer el horror ése de la morosidad y dominar la prisa, tendría que intentarlo fuera del mundo éste condenado a hacerte repetir letras en un sinsentido absurdo que te recuerda qué vano es todo antes de darle al publish (y cada vez es más difícil decir algo en voz bajita y al descuido, y es increíble cómo nos hemos habituado a complicarlo todo multiplicando los botones hasta el hartazgo para, después de todo, no decir nada, no alzar la voz y nada nunca).
No sé, eso sí, qué iría a decirte. Supongo yo que no comenzaría con algo de mi mayor consideración. Tal vez, incluso, me animara a comentarte lo mucho que se extrañan esos tiempos en que el lector sentía que seguía la misma ruta que fluía directamente desde la punta de tus nervios al teclado, todo un derroche de pura visceralidad, una pasión violenta y derramada.
Que extraño esos desbordes.
Que todavía visito este rincón como quien busca la golosina oculta en los cajones.
Que cualquier día de éstos me animo y, quién te dice, te encuentres una de mis cartas.

Pero, eso sí, tenés que darme la dirección adonde remitirla.

"*"

 

Anonymous Anónimo said ... (5/5/07 16:09) : 

Ahora me entró la curiosidad de saber quién sos. Contactame al mail.

 

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