Jade May Hoey

1974-2004

Powered by Blogger


Locations of visitors to this page

2.1.07

Pero, ¿por qué te has ido de mi vida, muchacha?

Una de las bondades de tener un diario íntimo -un blog en realidad, pero para los cronistas una cosa es más o menos igual a la otra- es que ahora puedo anotar que acabo de terminar de leer La conjura de los necios, y lo digo casi en carne viva, para una cierta posteridad. Sé que de todos modos lo que diga ahora mismo, en caliente, será insuficiente, pero intentaré ser tan gráfico como pueda.

El calor de estos días es terrible. Dan ganas de hacer poco y nada que no sea leer en la cama, lo más lejos posible de los rayos del sol y en efecto eso es lo que me disponía a hacer. Acaso antes haya intentado hacer algo más productivo por la higiene de mi hogar, pero depuse tan rápido mi actitud que la mención deviene trivial.

Tomé el libro Memorias de Adriano, flamante, todavía dentro de la bolsa que denunciaba los once pesos noventa que clarín está cobrando los "libros del verano". Rompí el envoltorio. Leí "Querido Marcos" y a continuación la larga enumeración de padeceres de un líder caído en desgracia. Me quedé pensando que bastaba cambiar el nombre del médico, la edad del líder, y ubicarlo en Cuba en lugar de Roma y..., en fin, lo dejé.

Y ahora que un poco nos hemo hecho a la costumbre de tiranos y patíbulos me dije: querido Toole, mucho te he querido todo este tiempo pero te llegó la hora. Me quedarían unas cincuenta páginas. Era la eclosión.

En fin, gocé mucho con este tramo, quizá un poco menos que antes, tal vez hubiera menos pinceladas de humor, no sé bien, pero creo que la verdad de todo es que yo estaba triste a cuenta de lo que implicaba dar por terminado el libro. Ningún final me dejaría contento, lo sabía. Una alternativa era, aunque se me ocurrió bastante después, abandonarlo a falta de dos páginas, volver a él cuando apenas me quede un resto de vista o pedirle a alguien que me lo lea en mi lecho de muerte. No hay tantas cosas que pudieran hacerme así de feliz.

Sólo que, triste a cuenta, como venía contándoles, a la espera de la puñalada que acabe de una vez con todo esto, leo la frase que he dejado en el título y rompo a llorar. Me había pasado antes, pocas veces, pero nunca de un modo tan rotundo. Dejé el libro en la cama. Me puse a enjuagar una ropa que tenía lavando. Miré por la ventana a la gente mojando las veredas. Me recompuse un poco. Ya estaba preparado para el final.

Que otros pierdan su tiempo con Kafka. Yo prefiero quedarme acá.

Comments on "Pero, ¿por qué te has ido de mi vida, muchacha?"

 

post a comment