Jade May Hoey

1974-2004

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1.8.06

Un minuto de silencio

Le temo al silencio casi tanto como a la muerte. Por eso todo el tiempo tengo encendida la radio. No siempre la escucho, pero ahí está ella. Cuando leo, cuando escribo. Hace casi nada que comencé a apagar el aparato por las noches sólo porque a algo tenía que echarle la culpa del cansancio que arrastraba en la vigilia y quién mejor que ella que nunca pregunta.

Hace varios años, en medio de una charla sobre bueyes perdidos, departíamos con un par de amigos acerca de la conveniencia de poner nuestra propia estación de radio, esto dicho con la seriedad que supone decirlo ante una mesa en la que la cerveza se desliza rauda por botellas, vasos y gargantas.

No obstante eso, uno de los muchachos mostraba cierto conocimiento de la causa y nos ilustraba con algunos detalles de su cosecha: conseguir una habilitación oficial era una quimera, pero se podía orejear fuera de la ley pero no tanto; bastaba incorporar dentro de la programación espacios que fueran de índole educativa o religiosa. Quien no tomase ese recaudo, se exponía a una segura incautación de equipos, lo que suponía un costo demasiado elevado para la aventura empresaria.

El proyecto nunca pasó de ser un tema de charla etílica, sin embargo, cada vez que desando el dial buscando alguna sintonía confortable, no dejo de sorprenderme por la cantidad de emisoras con programación religiosa y la inaudita potencia de sus equipos transmisores, lo que dificulta -cuando no imposibilita- la escucha de mis programas favoritos.

Desde mi perfecto desconocimiento de la ley de radiodifusión, y sólo a partir del comentario de mi amigo, comprendo que estamos en un callejón sin salida: en pleno apogeo peronista, no puede esperarse que desde los medios haya promoción alguna de nada que tenga que ver con la educación. Más práctico, más coherente con la filosofía del balcón y las masas, es el florecimiento de esta fiebre pastoril. Dentro de poco no habrá en la radio otra cosa que no sea la voz pegajosa de los pastores de calaña sujeta a sospecha vociferando arengas que es mejor no someter a mayor análisis.

Pues bien, ayer o antes de ayer, hacia el final de la sintonía en el dial de frecuencia modulada, me faltaban un par de señales que me gusta escuchar. Pensé que se trataría de un corte de energía eléctrica o algo así, pero persistí en la búsqueda. Por un momento, al oír el cántico embravecido de una tribuna, pensé que se trataba de algún disco en directo de alguna de estas bandas de rock ricotero que florecen como bacterias en la mierda.

No. Nada de eso. Escuché completo el estribillo que entonaban casi sin creer que era el mismo que sólo se escucha en las canchas de fútbol cuando un equipo triunfa sobre su clásico rival. Y no supe bien si reír o llorar:

un minuto de silencio
para el diablo que está muerto
eah eah eah eah

eah eah eah eah

Comments on "Un minuto de silencio"

 

Anonymous Anónimo said ... (9/5/09 12:14) : 

Cerdo, burlandose de Dios

 

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