Jade May Hoey

1974-2004

Powered by Blogger


Locations of visitors to this page

10.8.06

Heterodoxia

Iría apurada, quién sabe. Mejor no preguntarse demasiado las cosas. Yo me conozco bien: empiezo por preguntarme por qué esa que supo ser conocida en los tiempos más felices que estos, dos lucas en pilchas como si nada, dios mío, ahora no me ve, o hace que no me ve con tal de no saludarme y termino pensando en lo bien que le haría al mundo dejarse de joder con los ortodoxos.
No es la primera vez que me pasa y yo mismo recuerdo haberme escapado casi con pavura de cierta chiquilla de la infancia, una vecina de la misma cuadra en la que yo vivía, pinta de princesita, incurable tonada cordobesa, esa que cualquiera decretaría primera novia, con lo ilusorio que es ese título, su inutilidad para reclamar ulteriormente derecho alguno. Me gustaba mucho. Tal vez hicimos toda la primaria juntos. Tal vez sólo me gustó mientras tuvimos seis o siete años y el resto fue inercia. Mejor sería tener aprendida la relación casi morbosa que hay entre vida real y nostalgia, pero eso desde el vamos, si no para qué cuernos sirve un padre, una madre, un padrino, un maestro de escuela. Pero el tiempo sin vernos se había derramado sobre ella como una grata sinfonía.
Tal vez eso me retuvo sentado en el banco de cemento de la terminal de mi pueblo. Ella cruzaba la calle. Vendría al kiosco, me imagino. A ciertas horas, en los pueblos, no hay otro kiosco que no sea el de la terminal, que, por cierto, va a cobrar tres lo que caro cuesta dos. Era un domingo de sol rabioso. Yo concluía una visita veraniega a los míos. El colectivo no llegaba nunca y de pronto ella como un milagro del empedrado de la calle nacido. Bermuda color café con leche, musculosa azul oscuro, las mejillas coloradas como entonces.
Un instante de duda, tal vez prender un cigarrillo, siempre compañero de las decisiones difíciles o quizá una brusca huida hacia el interior del recinto a propósito de cualquier excusa, consultar en ventanilla el término del retardo o, incluso mejor, emprender una excursión hacia los baños, con la excusa de la última meada en el pueblo hacer media cuadra por un pasillo sin techo.
Creo que no me moví del sitio en que estaba y sólo di vuelta la cara. Si hasta ese momento tenía la vista hundida en la ruta interminable en dirección al norte, me puse a mirar al sur, haciendo reparo para que alguna ráfaga traicionera no me apagase el cigarrillo.
Renuncié a ver el momento en que se iba. Nunca supe si se fue, en realidad, si alguien la esperaba adentro, en la confitería, o en algún vehículo estacionado sobre la calle San Martín.
Por segunda vez en la tarde sucedió la magia. De las entrañas de la tierra apareció el colectivo. Me subí apurado. Llevaba sólo un bolso, que preferí llevar conmigo para no demorar un minuto más la fuga.
Allá va Manolo, ¿se habrá operado la vista?

Comments on "Heterodoxia"

 

post a comment