Jade May Hoey

1974-2004

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30.8.06

Cart

Como si se tratase de un estigma, ayer me descubrí puliendo una idea que no por vieja me resulta del todo clara.
Hace un par de semanas empecé a escribir una carta antes había prometido. Tanto pensé en que no podría con la empresa, que arremetí contra la hoja en blanco con bastante antelación, no fuera cosa que se hiciera la fecha y tuviera que andar esquivando al apremio, sin duda hubiese duplicado por mi caligrafía, que en los últimos diez años no ha dejado de empeorar.
Naturalmente no pude con la carta. Es decir: sí, pude, y durante un buen rato, creo que era domingo y afuera llovía, me dediqué a enlazar comentarios sin sentido, todo con la florida prosa que se adhiere a las palabras huecas.
Una carilla, dos, dos y media. Muy bien. Después alguna cosa que hacer, la inevitable postergación, un párrafo a la mitad, al par de días hacer un alto en la rutina de los martes, posiblemente fuese a la tarde, apenas el sol da una tregua a la ventana de la cocina, no mucho sol, pero fastidia, cosas del invierno en retirada.
No fue sencillo retomar. Por lo pronto me costó bastante encontrar la lapicera que había estado usando, me lamenté de tener tantas así como antes me lamentaba de tener que ir al kiosco cada vez que una me dejaba a pie. Tampoco fue sencillo escribir con el tamaño de letra que usaba hacía apenas dos días. Cuando me deprimo, no puedo evitarlo, escribo con letra de hormiga, sin firuletes. A medida que avanza la angustia, la letra se comprime, como si le faltase el aire.
Algo se había roto.
Y también el tema. Era martes. No tenía capacidad para ir demasiado lejos. Antes de incurrir en algo que después fuese digno de lamento, dejé todo como estaba. O casi como estaba y esperé a que fuera de nuevo domingo.
Un día se hizo domingo y me acordé de que tenía que escribir la carta que adeudaba. Puse manos a la obra y me encontré con las mismas dificultades que el martes. Sólo que esta vez era domingo, pero no llovía. Inútil decir que tampoco pude escribir ni media letra.
Pensé que lo más honesto era dejar el párrafo trunco y empezar un nuevo, posiblemente en otra hoja, para quede claro que otro había sido el autor de esos despropósitos de los que yo no pensaba hacerme cargo.
A medida que avanzaba en la redacción del nuevo tramo de la carta, más me enojaba contra ése que había escrito lo anterior. Como puede ser uno tan trivial. ¡Informar que afuera llueve! Me incomodaba pensar en que mi hechura del día habría de convivir dentro de un sobre a lo largo de varios cientos de kilómetros con ese enemigo que osaba inmiscuirse en mis asuntos a punto tal de meterse en algo tan privado como una carta.Abandoné esa hoja. Comencé, varios días después, con otra hoja, y al cabo de la lectura de todos aquellos fragmentos me di por vencido. No podría escribir esa carta. Ni ninguna otra. Ni explicar jamás el por qué de las excusas que por dentro me abochornan.

Comments on "Cart"

 

Blogger Vero said ... (31/8/06 00:12) : 

Diario de una carta. Muy bueno, Fander.

 

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