Jade May Hoey

1974-2004

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23.8.06

Amanecí tan pronto como pude. Me incorporé bruscamente y al tantear en la oscuridad buscando el interruptor, pensé en la suerte de tener un vaso de leche esperándome en la puerta de la heladera. No contaba con la compañía del intruso. Recién me escapaba de las fauces de un sueño en el que me perseguían acreedores de toda índole, bastante tenía con ese incordio para pensar que otro , cualquiera fuese, pudiera birlarme el desayuno. En todo caso, era yo el que, en sueños, se valía de ardides para conquistar confianzas y mucho más gruesos los desayunos ganados y por ganar. Así, mi culpa y yo hubiéramos querido desvanecernos en hidalga contemplación de la derrota, pero opté, y en este caso yo soy mi culpa, por mover una pieza imprevista. Encendí la radio. Sin quererlo sometía a mi yo al peor de los tormentos: oír la versión de El salmón que acaba de perpetrar el cantante de Los ratoncitos de ricota. Fue mi modo de comprender que seguiría siendo hoy por un buen rato.

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