Jade May Hoey

1974-2004

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18.7.06

Quien dice el martes

La fiebre multiplica los alertas y el pensamiento se arrincona a sí mismo. Son largas horas de no decir nada que no sea mejor no, mejor después. O quién sabe si es nunca. Pero de a poco vamos normalizando las funciones respiratorias. Ya percibo los hedores nauseabundos de mi alrededor y me divierte pensar cómo, durante estos malos días que he pasado, no he dejado de mascullar sobre los hedores del régimen, hedores que al menos durante ese período han respondido a los caprichos de mi memoria.
Y ha sido una injusticia.
Básicamente porque el espacio que la memoria ha reservado al sentido del olfato es bastante austero, digamos un monoambiente en el que conviven el baño y la cocina, el ocio con la brega y de esa mezcolanza, y no hace falta que lo diga yo, nada bueno puede salir.
No leí nada. Un absoluto fracaso. El libro de Susan Sontag que me compré para pasear en colectivo es un auténtico plomazo, pero no me quejaría en voz alta por eso. Me lo compré sólo para alcanzar un límite de compra que me hubiese permitido hacerme acreedor a un bono para participar en un sorteo por 100 libros.
Qué habrá pensando de mí la cajera. Llevaba Las 120 noches de Sodoma y Gomorra y un libro amarillo titulado Yo, etcétera, del cual terminé por hacerme cargo porque pedí que al libro del divino marqués me lo envuelvan para regalo. No fuera cosa que alguien creyese que yo soy capaz de leer un párrafo seguido de esa basura.
Ciertamente, era un regalo. Sin embargo le pegué una ojeada y comprobé que es muy superior a todo lo que le había leído antes, aunque quizá eso haya sido un consuelo para no sentirme ajeno a mi costumbre de regalar cosas que me gustan a mí.
-Pero se me terminaron los bonos, ¿te darías una vuelta el lunes?
-El lunes, o mejor el martes, ¿no?, total, que el lunes es feriado.
-Sí, pero nosotros trabajamos.
-Pero el correo, los envíos, esas cosas...
-Mejor venite el martes.
Quien dice el martes, dice nunca.
Y tampoco escribí nada.
Ahora voy muy de a poco, como midiendo los pasos. Mejor: como intentando bailar después de una larga inactividad. A falta de genio, todo es práctica y en tal caso es saludable andar con cuidado, no es la cuestión dar más pisotones que los que la bailarina esté dispuesta a tolerar.

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