Jade May Hoey

1974-2004

Powered by Blogger


Locations of visitors to this page

3.6.06

Sábados

El tío Alvaro es un fenómeno. Viene todos los sábados, reparte caramelos entre los chicos y saludos entre los grandes. Horas y horas se la pasa contando las mismas mismas historias que contó el sábado pasado y el anterior. Cada vez les agrega un detalle que por sustancial no merece despreciarse, sólo que el sábado pasado pudo contarla sin ése detalle y a nadie le afectó que no contara, por ejemplo, que la vez que se agarró a trompadas en Take Off trabajaba para el diario y tenía un jefe que tomaba demasiado. Así, de a poco, sábado a sábado, los grandes se van enterando de que la historia que siempre los aburrió es en verdad interesante sólo que la memoria del tío Alvaro es tan traicionera que los ha privado de algo que hace a la esencia de las cosas. La primera vez que la contó, y de esto hace mucho, dijo que estaba muy borracho, que le habían dado ganas de pegarle una buena trompada al tipo que vendía las entradas en Take Off que, no por nada, le impedía el paso, tal era el peludo que el tío Alvaro cargaba. Hubo una mano que lo detuvo. El la sintió donde empieza el brazo, casi en el hombro. De ahí en más no se acordaba mucho, sólo que lo agarraron en el pasaje y eran tres, todos grandotes, todos con camperas de cuero y se turnaban para pegarle. Al otro día alguien, posiblemente el tío Mario -eso dijo la primera vez- fue quien le dijo: boludo, menos mal que no le pegaste al acrílico, porque el tío Alvaro cuando se mama es capaz de cualquier cosa, incluso de no darse cuenta que entre la cara que quiere castigar y su puño hay un acrílico de unos dos centímetros. Y qué linda piña le iba a pegar, contaba, todo el peso del cuerpo puesto en el brazo cuando alguien se interpuso -la segunda vez le echó la culpa de Bernabé y la tercera a Evaristo-, que sino le fracturaba hasta el dedo gordo del pie -la cuarta vez al loco Aníbal y la quinta, de nuevo, al tío Mario-. Y así cada sábado tardaba más en despedirse y a mí me daba una rabia tremenda porque los grandes se amontonaban junto a la mesa del comedor y no me dejaban ver la televisión. A las siete daban los Dukes de Hazzard y aunque siempre fuesen los mismos capítulos a mí me parecían mucho más interesantes que escucharlo al tío Alvaro. Yo no tenía que escucharlo porque se suponía que estaría con los demás chicos, jugando en el patio, pero se hacían las seis de la tarde y ya empezaba una especie de vigilia esperando que llegue la hora en que se mande a mudar. A veces ya tenía la mano en el picaporte, había contado su historia -al menos eso parecía- y se había despedido de todos y a cada uno le había hecho un encargue. Hacé todos los deberes del colegio, me decía a mí, que era lo mismo que me había dicho el sábado anterior, pero no parecía darse cuenta de que ya me lo había dicho y ni falta hacía que me lo recordase porque yo siempre hacía los deberes bien temprano. Tenía la mano en el picaporte, ya se había despedido y hacía otros dos pasos hacia la mesa del comedor y preguntaba ¿les conté de la vez en que el finado Ricardo me invitó a coger? y todos los grandes se reían, alguno se tapaba la cara con las manos porque se le caía la cara de vergüenza del tío caradura y sus guarangadas. El finado Ricardo era el director del diario en el que trabajaba el tío Alvaro. A veces el cierre estaba complicado porque le faltaba gente y el tenía que meterse a escribir el horóscopo y ponía cualquier burrada porque no sabía distinguir cuándo se usaba el punto y cuándo las comas, pero igual se las ingeniaba para hacerlo. Terminaban todos muy cansados. Es mucho trabajo armar el diario pero peor se pone la cosa cuando uno tiene un jefe medio borracho y putañero, eso decía el tío y las carcajadas de la platea familiar se escuchaban a media cuadra, porque el finado Ricardo era putañero mal. Parece que le daba a todo lo que se le ponía enfrente: hombres, mujeres, niños, todos estaba bien con tal que pudiera mojar la chaucha. Y más carcajadas. ¿Te imaginás -preguntaba a toda la mesa pero hacía de cuenta que le hablaba a uno solo- el tipo invitándome a coger? Yo lo quedé mirando y él me dijo con chicas, Alvarito, quedate tranquilo. Y el tío se acomodaba de nuevo en la mesa, daba la indicación de que la dueña de casa, o sea mamá, prepare otros mates, que los bizcochitos de grasa están buenísimos.

Comments on "Sábados"

 

post a comment