Jade May Hoey

1974-2004

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27.5.06

Lágrima de pirata

Papá es nació en la provincia de Córdoba, en un pueblito que hoy no pasa de los cinco mil habitantes. Berrotarán es su nombre, como el apellido de algún poblador patricio y quizá por pequeño, por aspirante a patricio o vaya a saber por qué razones, los dos principales clubes de fútbol, y acá hablo de la época en que papá era lo suficientemente joven como para no haberse ido de Berrotarán, para militar en Acción Católica, para salir de noche a tomar todo el vino que encontrase y -sin perjuicio de la borrachera y de la falta de sueño- empalmar con una interminable jornada de trabajo, esos clubes llevaban por nombre el de los dos principales clubes de Córdoba capital: Belgrano y Talleres.
Tal vez porque ese siempre ha sido su modo y tal vez porque a mí siempre me dio por controvertir sus enseñanzas, él me hizo más hincha de las hinchadas que de los clubes o del juego propiamente dicho. Así, haciendo juego con la educación en la fe peronista, me inculcó que Talleres era más popular que Belgrano. Yo crecí y supe que, en realidad, por cada hincha de Talleres hay tres de Belgrano y a eso nadie puede negarlo. Pero tal vez él se refería a otra clase de popularidad. Tal vez apuntase a que los seguidores de Talleres eran más pueblo que los de Belgrano, y cuando digo más pueblo quiero decir más pobres, y como los pobres han sido siempre más que los ricos, cae de maduro que Talleres bien pudo ser más popular que Belgrano.
O quizá el Talleres de Berrotarán tuviera más adeptos que su similar de Belgrano y eso le nublaba la comparación a papá. Vaya uno a saber.
Una última posibilidad es que el Talleres de Berrotarán fuera el protagonista de un desgracidado accidente a finales de los años cuarenta. Llegaban tarde a un partido. Los jugadores se cambiaban en el colectivo en marcha cuando tuvieron algo desencadenó un lamentable final y eso se le grabó a fuego en el corazón a papá y ya no importó quién tuviese más hinchas que cuál.
Hoy perdió Belgrano, el grande, el pirata cordobés, el de Córdoba capital. Y perdió de mala forma. Era la revancha de una derrota en Buenos Aires a manos de Nueva Chicago, una derrota injusta, de tres goles a uno, y como el fénix, allá por los treinta y pico del segundo tiempo, Belgrano puso las cosas iguales. Fueron a tiempo extra y se adelantó en el tanteador y se lo dieron vuelta. El 3-2 del final favoreció a Chicago, que militará en la primera división la próxima temporada.
Y me cae simpático Chicago, sobre todo por su grito de guerra: mataderos, matadé, porque Chicago, casi como ningún otro cuadro toma como bandera de guerra el nombre de su barrio y eso me calienta la sangre casi tanto como el soy canalla que gritan los centralistas. Pero yo quería que Belgrano juegue en primera porque Belgrano es pueblo y provincia y Chicago, aunque marginal es, como la mayoría, de Buenos Aires.
Pero con lo enrevesados que son los campeonatos argentinos a Belgrano le queda una chance más que habrá de definir con Olimpo de Bahía Blanca, el más patagónico de los equipos de la primera, aunque Bahía quede un poco al norte de la frontera, el río Colorado.
Así que, con este estado de cosas, y aunque me duela un poco decirlo, mi querido Belgrano: hasta acá llegó mi amor.

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