Jade May Hoey

1974-2004

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29.5.06

La mala educación

El vecino me odia. El nunca podrá entender que el único amigo que me ha quedado después de la cárcel es uno que habita en una terraza, pero antes de hablar de él, sería bueno que cuente cómo fue que estuve en la cárcel. Eran otras épocas. Yo pedía para salir a dar una vuelta por las tardes, cuando el sol fingía apagarse. Bastaba que rascase un poco la puerta para que alguno de la casa me regalase la libertad. Y como siempre he vivido en un barrio de gente bien, tenía que hacer mis buenas cuadras antes de encontrarme con los muchachos. Se imaginarán antes de que se los diga: amigos de mal vivir, no como yo que estoy acostumbrado a que me presten atención. Ellos, por cualquier cosita, como si no necesitasen causa, empezaban a corretearse entre sí y hermosas eran las bataholas que armábamos porque la gracia era pelear de verdad, clavar los dientes como si tuviéramos a nuestro alcance la posibilidad de matar. Y así pasaba cada tanto. Sobre todo cuando aparecía alguno que no era de la barra, dentro de lo posible alguno flacucho con problemas de salud. Eso era lo más divertido. Yo volvía a casa cuando era tarde. Lo tenía calculado. Sabía que si las luces estaban apagadas tenía sentido que tocase a la puerta. Estarían durmiendo y a nadie le gusta que lo interrumpan durante la siesta. La mayoría de las veces había luz y me recibían con gritos alborozados como si yo fuera un héroe de guerra o algo así. Escuchaba algún reproche y también, por qué no, ligaba algún golpe y me decían cosas que nunca terminé de comprender.

Supongo que no les gustaba demasiado que me encontrase con mis amigos camorreros, pero también que si me abrían la puerta, durante el rato que estuviese en la calle, yo tenía el derecho de ser libre. Aunque libre, lo que se dice libre, fui el día en que salí de la cárcel. Allí sí que se está mal.

Una de esas pocas noches que me tocó dormir afuera me subieron a un camión. A mí y a los míos y nos bajaron en un lugar que yo no conocía, donde había muchos otros que no había visto jamás en mi vida. La mayoría eran salvajes. Algunos grandes, otros pequeñitos. Los que llevaban más tiempo encerrados estaban flacos y apenas si tenían fuerza para disputarse un poco de la comida que nos echaban por una ventana. Una vez al día, a veces dos, se abría la puerta y entraba alguien que buscaba entre todas las miradas alguna que se la habría extraviado. Todos querían ser el elegido, sobre todo los más nuevos, los que afuera llevaban buena vida porque entre los viejos ya no había esperanzas de que alguien los rescate. Todos esos días esperé que la suerte me tocase a mí y un día me tocó y fue una alegría saber que quedaban sitios que no estaban llenos de rejas y que podía volver a comer más que el bocado que me ganaba a dentellada limpia.

Ya no visito a mis amigos. Tengo miedo de ir muy lejos de casa y que algún camión pare para tomarme prisionero. Por eso pido salir por la mañana y me quedo por aquí cerca, charlando con mi amigo, el que vive en la terraza. A veces discutimos por alguna tontería y elevamos el tono. Yo soy de buenos modos pero él es muy maleducado. Me gustaría tener patas lo suficientemente fuertes para saltar y darle su merecido por hacerme rabiar pero no puedo. No soy tan fuerte o él vive demasiado alto. Así que me conformo con decirle lo que pienso y le juro que seré implacable en la venganza. A mí nadie me ofende así porque sí. Pero al rato nos amigamos, bajamos el tono, y de todos modos hacemos planes de que un día yo suba o él baje a la calle para hacer nuestras maldades en yunta.

Todo eso al vecino parece molestarle. Lo escucho refunfuñar entre dientes. Si pudiera entender lo que dice estoy seguro de que acabaría ofendido por él, por sus promesas, pero no, yo no entiendo por qué grita, como queriendo meterse en nuestra conversación. A veces me gustaría entenderlo, se imaginan, así podría cobrarme revancha y meterme a gritar cuando él está hablando con algún amigo.

Comments on "La mala educación"

 

Anonymous Anónimo said ... (30/5/06 10:06) : 

¡Hoy amaneciste esopo! Me gustó :)

 

Blogger Vero said ... (2/6/06 01:41) : 

Muy bueno, Jorge, parece una continuación de lo que escribiste en Kaputt, que me encantó también. Como me suele suceder, sin buscarlo, me recordó esto, creo que va a gustarte: "Aparte de nosotros, los perros, hay por doquier en torno nuestro toda clase de seres, pobres, de poca valía, mudos, que se ven reducidos sólo a ciertos gritos; muchos de entre nosotros, los perros, los estudian". Franz Kafka, "Investigaciones de un perro"

 

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