Jade May Hoey

1974-2004

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18.5.06

Hechos_2

El colectivo estaba atestado. Como pude acomodé mi traste contra el respaldo de un asiento porque cargado como iba con los libros, mi bolso y mis malos pulmones de fumador, la media hora que dura el trayecto sería insoportable. Además, el vidrio sucio de las ventanillas y el tenue sol que colgaba del cielo, su espantosa luz multiplicándose sobre la humanidad de todo el personal que venía de pie, daba la idea de que todos eran el doble de gordos de lo que lucían a la vista. Crucé mi bolso por encima del cuello para estar más cómodo y pude ver como Octaedro no es tan espantoso como había creído en la voz de mi amigo y escogí para leer -no podía ser de otro modo- Cuello de gatito negro.
Hubiese preferido tener que agarrarme del pasamanos antes que del maldito respaldo y del bendito libro. Mejor: hubiese querido no llevar tres libros apretados debajo de uno de mis brazos, que el viaje ocurriese fuera del alcance del sol y que alguien del pasaje llevase guantes, pero en realidad, lo único cierto eran el interminable tramo que sucede en plena ciudad, donde el vehículo no toma buena velocidad y la estabilidad es cosa compleja, y que en lo posible las curvas abruptas me tomaran desprevenido, con una mano enguantada tomada del pasamanos, vecina a otra mano, acaso más gentil, más liviana.
Así que me fui a Kinsberg.
Allí no hay manos vestidas de guante francés, ni estaciones de subte y es todo tan bello como triste, tanto como recordar un mensaje a modo de carta. Hola, tengo una mala noticia para darte. Hoy es mi última noche como soltera, quería que lo sepas. Y yo con benditas ganas de gritar, qué va, si mi tiempo se mide en estaciones, a cada una corresponde un nombre de mujer y un momento como éste, en que me dice que no, que ya está bien, y se manda a mudar con otro, que de otro modo me dice que alguna parte he llegado y que está en mí bajar y lanzarme a buscar un café, el más cercano, el que quede en una esquina, donde un camarero con malos modos me sirva el peor café que puede tomarse en los dominios del señor, pero sí, todavía está en pie la oferta. Tiene que ser en una estación de subte. Donde Nadie nos vea.

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