Jade May Hoey

1974-2004

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17.4.06

Los amantes

Hice el primer tramo del recorrido en la comodidad de la butaca vecina desocupada.
En Puerto Madryn, siempre sucede así, el colectivo se llenó. Me tocó en suerte por compañero un gordo que vivamente me agradeció que me parase para dejarlo pasar hasta su asiento, el de la ventanilla. El gordo excedía ligeramente el espacio que delimita la mitad del apoyabrazos en común. El gordo estaba resfriado. El gordo roncaba y se comía los mocos, aunque de a ratos, más parecía rumiarlos.
A mi izquierda, en el par de butacas que quedaban al otro del pasillo, una pareja. Bastante mayores, ellos. Con bigote blanco y petulante, a lo David Viñas, él; con aires de recién perdida juventud y pollera pantalón ella. Cuánto hacía que no veía a una mujer vestida de domingo con pollera pantalón. Fácil: veinte años. De un tiempo a esta parte voy dándome cuenta que mucho de lo interesante que me ha deparado la vida ha pasado hace ya más de veinte años. Esto debe ser la madurez.
Viñas se sienta contra la ventanilla, y su señora sobre el pasillo, justo al lado de mí. Antes de sentarse, mientras acomodaba sus bártulos en el portaequipajes, ella me dirigió una mirada que no supe leer. Pensé que le llamaría la atención. Soy de baja estatura, pero para estar cómodo estiro las piernas sobre el pasillo y nunca me siento del todo recto. Para más llevaba en las manos un libro misterioso. Un libro del que sólo arrancaba la vista para comprobar que ella me miraba y que yo la estaba mirando a ella.
Para facilitarle un poco las cosas, pensé que lo mejor sería mostrarle la tapa del libro. Dejé, entonces y sólo por un momento, el libro cerrado sobre mi falda, como si tratase de evocar con los ojos cerrados uno de los muchos momentos gloriosos que el libro tiene y quisiera tener conmigo hasta que dé mi última campanada. Recién en ese momento me puse a mirar la tapa y busqué en las páginas interiores algún dato adicional sobre el diseño de cubierta. Los amantes, Rene Magritte, 1928.
Cuando volví a ella, volví a mirarla quiero decir, había apoyado su cabeza sobre el respaldo incitando la urgente presencia de los dioses que gobiernan el sueño. Viñas había echado sobre la falda de ella una frazada y con su mano derecha sobre el muslo más lejano, trazaba ante mis ojos un cerco cartilaginoso.
Cerré los ojos y también yo quise dormir.

Comments on "Los amantes"

 

Blogger vadinho said ... (18/4/06 14:30) : 

excelente obra!

 

Anonymous Anónimo said ... (18/4/06 16:53) : 

buenísimo el cuadro. y buenísimo el texto. ya no se usan las polleras pantalón.

 

Anonymous Anónimo said ... (18/4/06 21:14) : 

Realmente, vadinho. La portada del libro es estremecedora porque hace foco en la cara de los amantes y el dibujo es fotográfico.

Gracias, Jime.

 

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