Jade May Hoey

1974-2004

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25.2.06

Una manito

Hace casi trece años llegué a Trelew con planes de encarar mis estudios universitarios.
Hoy he vuelto a recordar ese día.

Me levanté un poco tarde por ser sábado y comprobé que no tenía ni un poco de yerba ni bizcochitos ni dinero para comprarlos. Volví a ponerme la camisa y el sueter pasados por humo que había usado ayer y bajé al centro a sacar unos pesos del cajero automático. Aprovecharía la ocasión para comprar vino.
Prendí un cigarrillo y comencé a bajar la cuesta, ya que vivo en la zona pavimentada del morro. Al par de pitadas me vi obligado a tirarlo. Me llamaba un jovencito algo deforme: flaco, no me tirás una mano. Hubiese preferido que me mangara un faso. Estaba de buen humor y no se lo hubiese negado. Pero requería del concurso de mis escasas fuerzas para dar arranque a un auto desvencijado, un Renault 18 break. Uff.
Era sobre cerca de una de las rotondas de la avenida principal, es decir una de las pocas calles de doble mano. Estaba mirando hacia el norte, a la loma. Agarramos cada cual su flanco y avanzamos un par de metros y con muchísimo esfuerzo. Algo dijo el conductor, un viejo gordo casi enclenque. Dejá, pá, te vas a cagar la pierna, le dijo el pibe. Y dirigiéndose a mí: quiere que lo demos vuelta. Uffff.
A tomarlo por delante, doblar, y ponerlo en dirección a la calle nueve de julio, para la que faltaban unos cuarenta metros. Fue un poco más fácil. Al tercer cof-cof, pareció arrancar y antes de recibir el saludo del pibe, me fui. Temía que se les volviera a quedar, pero de refilón, mientras apuraba el tranco, vi que avanzaban a paso lento pero inexorable.
Me sentía agitado. Qué comienzo del día. Tal vez todo el mundo me estuviese mirando, un poco sudado, con la respiración entrecortada. Pero un faso y ya pasa.

Aquella vez venía con dos amigos y su padre en un Falcon futura, bordó (como todos los Falcon futura) y nos quedamos a un kilómetro, más o menos, de la entrada de Trelew y los tres a empujar la catrasca cargada por nuestro equipaje de flamantes universitarios. Y así por las calles principales de Trelew, parando ante cada semáforo, recibiendo un coro de puteadas como nunca he vuelto a escuchar en persona.
Así fue la bienvenida.
En el pueblo es bastante usual que los autos se queden y que cualquiera se acerque a darte una mano sin que haga falta pedirlo. Acá, que es un pueblo, pero un poco más grande, eso casi no se ve. Al menos por las calles que yo frecuento. Tal vez esa mística se conserve en los barrios. No lo sé.
Pero esas puteadas me quedaron grabadas.

Podía haber ido a La Plata o a Río Cuarto. No sé bien cómo caí acá. O lo tengo negado y no quiero recordarlo. Allá hubiese sido distinto: no me hubieran recibido a puteada limpia.

Comments on "Una manito"

 

Anonymous Anónimo said ... (25/2/06 17:29) : 

Fander después de las puteadas, te tocaron las palabras (con mucha vacuidad) del Capitán Sanchez, las recomendaciones de Bajamones y la chispa de Capurro, No si vos te diste todos los lujos ehhh

 

Anonymous Anónimo said ... (25/2/06 22:34) : 

...y depués conociste algunas personas que no te empujaron el auto pero te dieron todas las manitos y empujones a su alcance y a su manera...y no te putearon...
quizá cada cosa que nos pasa es para que aprendamos algo de nosotros mismo...
abrazos
PEPUCHO

 

Anonymous Anónimo said ... (27/2/06 09:41) : 

Take the book, ok?

 

Anonymous Anónimo said ... (27/2/06 10:31) : 

I hate you, ok?

 

Anonymous Anónimo said ... (27/2/06 17:49) : 

False. You can´t hate me.

 

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