Jade May Hoey

1974-2004

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22.2.06

Reencuentro

Nos encontramos por azar y no le importó demasiado que yo estuviera con otra persona, más precisamente con una persona que se prodigaba en una cercanía para conmigo que connotaba un cierto cariño o, cuantimenos, una cierta novedad.
Igual se acercó.
Se había puesto su mejor sonrisa. En todos y cada uno de sus dientes llevaba el mismo brillo que un buen tiempo atrás había servido para encadilarme, pero ya no. Ahora sólo servía para distraerme, cuando no para sacarme de quicio, porque en el fondo se tendía a comportarse como una criatura. Primero cometía algo digno de que yo se lo reprochase y después, como perro que volteó la olla, se arrimaba, me sonreía, y al cabo de unos pocos minutos yo no sólo había echado al olvido la ofensa padecida, sino sabedor del error que había cometido, me las ingeniaba para llevar esa sonrisa al paroxismo.
Soy un tipo fácil de tentar.
-¡Hola!
-Hola. ¿Cómo estás?
-Pero muy bieeen,
-¿Sí?
-Sí.
-¿Me hacés un favor a la memoria de aquellos buenos tiempos?
-¡Claro!
-Decime buen día.
-¡Buen día!
Creer o reventar. Decía buen día y lograba que mi día fuese bueno, aunque esta vez no estábamos en las condiciones ideales: comenzaba a caer la noche y yo estaba acompañado, pero siempre hubo algo en su voz, ahora que lo pienso se me ocurre que ha de ser algo parecido a lo que yo veía en sus dientes; pertenecía a la casta de la gente de piedra, capaz de llevar una cara que no se compadezca con el escenario y seguir a pie juntillas un libreto.
De piedra preciosa.
Habida cuenta de la renacida complicidad cruzó por mi cabeza con la velocidad de un relámpago, la posibilidad casi necesaria de presentarlas. Fue un desliz. Pensé que estaría a salvo del cortocircuito que se olfateaba en su primera mirada, pero me equivoqué. Y, fiel a mi estilo, me equivoqué de cabo a rabo. Al girar la mirada sobre mi flanco izquierdo comprobé que no había ni la huella del calor sobre la butaca.
¿Se habría espantado ante la reencarnación que se ofrecía a mis ojos? ¿A tanto pueden llegar los celos de una mujer?
A mitad de camino entre la congoja y el desconcierto, volví a mirarla y es probable, aunque yo no sea quien para saberlo, que ante el reproche que veía venirse y acaso esta vez yo no tuviera fuerza suficientes para arrancarlo de mí, sintiese en la cosquilla interior el decreto de volver a sonreír con todos y cada uno de sus dientes.

Comments on "Reencuentro"

 

Blogger m a said ... (23/2/06 12:06) : 

Una mujer celosa puede hacer cosas muy locas, una mujer despechada le puede arruinar la existencia. Así que vaya con cuidado.

 

Blogger vadinho said ... (23/2/06 20:56) : 

¿sabe que me animo a suponer? más que celosas, algunas mujeres tienden a ser territoriales. es decir, "ese" era el momento que ud estaba dedicándole a ella, no había razón para que cualquiera se entrometiese, incluso otro varón. con una lógica similar me despedazaron un par de anteojos. mi humilde opinión. saludos.

 

Anonymous Anónimo said ... (23/2/06 22:33) : 

Visto desde ese punto, está muy bien. Los tipos solemos ser más respetuosos de esa burbuja que tanto trabajo sabemos que cuesta crear.

 

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