Jade May Hoey

1974-2004

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17.2.06

Digresión de conventillo

El juicio por el que se promueve la destitución como alcalde porteño de Aníbal Ibarra es inviable desde todo punto de vista. Eso está claro. No menos evidente resulta que los hoy integrantes de la sala juzgadora más temprano que tarde ocuparán los puestos más relevantes de la administración nacional, aun cuando, a tenor de los méritos cívicos que exponen, deberían disputar su alimento palmo a palmo con las ratas.
Pero más allá de esto, de las chicanas de ocasión, de la oquedad de las flamantes instituciones capitalinas, de la inestimable cooperación prestada al show business por algunos familiares de las víctimas de Cromañón, los ribetes cómicos que alcanza el debate son extraordinarios. Nuestra pequeñez no es digna de ellos.
El tema del día es la -también inviable- renuncia a integrar la sala juzgadora por parte de un legislador saltimbanqui y el conventillo que se armó en torno a eso. Pues bien, de todo esto, el gag que más he celebrado es uno que le debo a clarín y que a continuación refiero:
También a favor de la continuidad del proceso se mostró el constitucionalista Gregorio Badén: “Hay que seguir el juicio normalmente. La ausencia de uno de los integrantes no provoca ningún inconveniente para funcionar. No es necesario reemplazarlo pero se puede hacer”, evaluó esta mañana.

El hombre se llama Badeni y es un jurista tan pero tan destacado, que llegó a integrar la corte suprema de justicia en los años previos al aquelarre menemista, y badén, según su acepción más usual, es obstáculo artificial alomado que se pone de través en la calzada para limitar la velocidad de los vehículos.
Con lo cual, un tipo honorable, respetado por sus años y por su ciencia, más allá de que por esta vez yo no coincida con su opinión, se ve mágicamente convertido en un retardador de velocidad, un lomo de burro, una digresión inoportuna.

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