Jade May Hoey

1974-2004

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20.1.06

Wells

Sé desde la primera hora que Germán es lo que el común de los que no son de su especie proclama un bicho jodido. Se me hace que tienen razón, principalmente porque son muchos y esto se jacta de ser una democracia aunque puestos a catalogar este descalabro, este que escribe y varios como él no dudaría en calificarlo de tiranía. No está demasiado claro de quién, pero más o menos se atisba a la medida de quién. O de qué.
Poco es el distingo que puede hacerse entre su ropa y su piel. No exagero si digo que su vestuario es el mismo cualquiera sea la época del año que sobre nosotros se derrame. Campera azul, camisa a cuadros, pantalón de jean, zapatillas tipo botita en color blanco. En verano se arremanga la campera hasta mitad del antebrazo y desabrocha tres botones de la camisa dejando a la vista, aquí y allí, una pelambre a medida de la envidia de los calvos. A lo mejor, y esto no puedo aseverarlo, deje crecer su pelo durante los fríos y apenas se preste a que le hagan pelo y barba a mitad de noviembre.
Nada dice que sea licenciado en organización industrial más que el cartón que mostró para pedir que le aumenten el salario. Por cierto, no es mucho lo que entiende de eso que le asignaron por trabajo, pero a mí me cae bien su forma de ser. Es un poco bestia en el andar, pero nadie puede negarme que la nobleza de un equino supera en mucho a la que puede aspirar un cristiano.
Un día, una tarde para ser exacto, lo invité a casa con el pretexto de quitarle un par de dudas metodológicas. Nada de otro mundo, evaluación de proyectos, la excusa con la que me gano el canuto suplmentario que me da estos aires de nuevo rico. Lo hice pasar a mi estudio y conociendo su indisciplina, puse en el medio del escritorio el más grande de mis ceniceros. De paso abrí un poco la puerta de la sala. No fuera cosa de perecer bajo la nebulosa nada parisina de los Parisiennes. En este punto conviene que hable un poco de papá.
Tipo serio papá. A mi edad vivir con mi viejo me ha condenado, en algunas cosas, a ser siempre un pendejo, no importa los años que cumpla ni los pergaminos que le eche en cara cada vez que discutimos. Por suerte para mí, su oído pasa por el cuarto menguante, lo que me otorga una modesta libertad de movimientos. Su sordera en ciernes nos resulta útil, aunque él de esto no se entere, para delimitar nuestros espacios.
Esa tarde charlé largo con Germán. Largo es un par de horas. Más largo es si se mide con la vara de las minucias que yo habría de mostrarle, pero para llenar esas hendijas los hombres siempre tenemos a mano una tontería que se sienta convocada cuando la charla se ameseta.
Lo despedí en la puerta. Ya que estaba le di un abrazo. Yo no esperaba que mi padre prestase atención a nada de todo esto. Conociéndolo, al menor atisbo de complicidad hubiese pasado al estudio a meter la cuchara, que es lo que mejor le sale.
Por eso me llamó la atención que al rato apareciese con el mate preparado, como si tuviese que charlar algo conmigo, algo lo suficientemente importante como para necesitar que lo cortemos con un refrigerio.
-No quiero más a ese tipo en mi casa, dijo.
Tamadre, pensé yo, dispuesto a charlar de los viejos buenos setentas, de fútbol o de política. Bah, a escucharlo recitar de memoria las alineaciones de uno y de otro. Total que el oro siempre ha sido rojo. No por repetidos esos monólogos dejaban de gustarme, casi diría enternecerme. El viejo y la vista perdida en el cielo de los dioses del mito, un nombre detrás de otro y el temblor en la voz que hace fuertes a los poemas.
-Dejate de joder, qué te hizo.
-Sus formas, esa ropa, ¿no te diste cuenta?
-¿De qué?
-De que ese tipo es un espía.
-No te hagás el loco conmigo que te mando a internar, ¿eh?
Tenía en el gesto esa cosa grave que tanto se ve en los velorios. Yo por fuera lo tomaba en broma, pero temía a eso que tenía en puerta y no acababa nunca de desembuchar.
-Es un espía.
En mi cara se dibujó el cagamos que no podía decir en su delante. Está loco en serio.
-¿Ah sí?
-Sin duda alguna, querido.
Los que te quieren no te dicen querido. Los que no te quieren lo usan como apelativo para poner distancia. Es una mierda la palabra querido.
-¿Y se puede saber quién carajo lo manda?
Yo ya estaba sacado.
El viejo se rió con fuerza.
-¡Este viene de la edad de bronce, don Mayer! Lo deben haber enviado para que sondee qué tal marcha la cosa en el futuro.
Creo que voy a internar a mi viejo. Lo quiera o no, me llena las pelotas. Bah, deben ser esas cosas que lee.
Qué cosa chota llegar a viejo. Hay que hacerse un mundo de mentira para no darse cuenta que hay alguien que está tocando la puerta. Alguien que se espera pero que ni por puta atenderemos con cordialidad. tal vez no esté tan mal quedarse un poco sordo. Esos golpes han de ser horrorosos para el oído sensible.

Comments on "Wells"

 

Blogger m a said ... (21/1/06 00:18) : 

Por las dudas no lo deje ver el canal Infinito.

 

Anonymous Anónimo said ... (21/1/06 09:42) : 

me gusta Dom Mayer senior!

 

Anonymous Anónimo said ... (21/1/06 10:54) : 

Tu padre tiene razón. Ese tipo es un espía. A mí tampoco me gusta. Aunque yo no soy imparcial: el viejo me ha ganado.

Baile lento.

 

Anonymous Anónimo said ... (21/1/06 18:12) : 

Si un tipo entrañable queda en este mundo, ése es mi padre.
Sirva la presente fantasía como homenaje.

 

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