Ganapán
No fue una mañana de provecho. Cuando todavía en plena modorra por la breve noche que tenemos fuera del trópico tuve que capitular y parlamentar sobre los balances de la firma de marras, a la sazón única oferente para una concesión millonariamente salvaje, supe que no habían demasiadas alternativas: la capacidad económica y financiera de la empresa no alcanza. Y cuando no alcanza, no alcanza. Pero tampoco tenemos tanto tiempo como para declarar desierta esta licitación y llamar a otra atenuando las condiciones, acortando los plazos y postergando los supremos planes de nuestra organización. Así que, sin considerar que posiblemente la decisión esté tomada de antemano y que nuestro dictamen debe sujetarse a las pautas de nuestra ciencia, concluí que estábamos en el horno. Qué bueno sería decir, por ejemplo, yo me meto a hacer estas cosas porque me gusta y quemar en una pira el bagaje de saberes que buena o malamente he recogido durante estos años -o incluso mejor: no haberlos tenido nunca y estar vacunado contra la posibilidad de aprender. Qué bueno olvidarme de que es una obligación moral la sujeción a la fuente de esos conocimientos, llámese ciencia, técnica o experiencia. La salida que todavía no redactamos marcha por los carriles que a continuación detallo. Sugerimos que se afiance el cumplimiento de las obligaciones emanadas del contrato con una cojonuda hipoteca pero es casi seguro que terminaremos cerrando con un aval liso y llano, que alcanza a la difusa generalidad de un patrimonio (o dos, o tres) y no a un inmueble (o veinte, o treinta) individualizado con pelos y señales. Allí es cuando pondero la medida de mi condición de ganapán. No puede uno ser tan flexible, no al menos desde su moralidad, pero sí en orden a ser fiel a fines que holgadamente lo superan. Eso es una buena razón para refugiarme en la palabra. Con el lápiz en la mano y ante la hoja en blanco poseo una libertad sólo constreñida a la idea de la que soy, a la vez, esclavo. Mi actividad empieza y termina dentro de la esfera que puedo alcanzar. Pero eso es una grosera excepción a las leyes del capitalismo. Se nace en realidad para ser el engranaje de algo que no conocemos. Nos basta saber que somos un engranaje funcional a eso y ningún compromiso tenemos con el producto final. Esa es la pequeña gran diferencia entre decir y hacer lo que uno piensa o hacerlo dentro de una línea editorial, quién sabe sino a cambio de un sánguche de milanesa. |
Comments on "Ganapán"
muy bueno.