Jade May Hoey

1974-2004

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4.12.05

Su atención por favor

Sabrán disculpar las morosas intervenciones que han caracterizado estos días -y las de los días venideros. Sin ser cautivo de los pocos o muchos lectores que pasan por aquí, me gusta tenerlos bien atendidos, esto es: con un texto nuevo cada vez que actualicen la página, pero la verdad es que no paso un gran momento personal o, incluso mejor, estoy pugnando con todo lo que tengo a mano por hacer de éste un gran momento personal. A más de uno de ustedes le ocurrirá algo parecido: diciembre amenaza todo lo que duran octubre y noviembre en llegar y finalmente llega, y como si uno nunca hubiese pasado este trance, se juega todos los porotos por hacer de lo que queda del año algo que merezca la pena contarse.
Entonces me veo en la obligación de suspender todos los folletines en curso y voy dejando notas sueltas, que no se vinculan demasiado las unas con las otras más que por mera vecindad cronológica, lo que llegado el caso no quiere decir mucho, al menos en mi caso, y me da por hablar una tarde de un disco de Bowie, otra de la falta de tetas de la ministra de economía y un poco más allá de la pésima lectura que hice de Onetti, y recién ahora acabo de darme cuenta a partir de la caudalosa irrupción de Emir Rodríguez Monegal. Por cierto, la lectura del acervo crítico de Emir me ha dejado muchas puntas para explorar, aunque con la brújula para leer a Onetti ya me daba por pagado.
No sé quién dijo aquello de que cuando la ciencia llegase a la cima de la montaña descubriría que la religión siempre estuvo allí. Algo parecido podría decirse de Macedonio Fernández. El mismo Monegal lo sitúa como padre de toda la novela latinoamericana del siglo xx, lo cual es asombroso si uno posa por un momento la mirada en esa cara fantasmal de dios caido en desgracia, y doblemente asombroso a tenor de su condición de escritor subterráneo. Sin ser una de esas lecturas amigables, en que el autor es el líquido que llena los resquicios que abre el lector-recipiente, cada frase está cargada de un sentido extraño, que las más de las veces se sospecha ridículo, pero sin mediar señal de tránsito alguna suele aparecerse algo a mitad de camino, algo que en mí recuerda aquellos pasajes bíblicos en que dios se le aparecía a los hombres incrédulos. Al menos yo me lo imaginaba dentro de una nube, de una nebulosa brillante, con una voz de trueno cristalino.
Ahora mismo que estoy enfrascado en ardua batalla con la más variada gama de publicistas (entiéndase por tales a los autores de tratados de derecho público y no a Agulla, Baccetti y Fogwill y otros mierdas por el estilo ni la restante variopinta mierda que producen las agencias de publicidad) y me encuentro con un fragmento macedónico que a la letra dice:
(...) que Gobierno y Política son técnicas que ganan en eficiencia con la progresiva limitación de sus intromisiones. Y que gran parte, la más perniciosa, de la confusión de nociones económicas en el espíritu general, proviene del hecho de que se pueda poseer lo no adquirido con trabajo personal: esto trastorna la visión económico-social en la mente de quien tiene que trabajar demasiado y poseer poco, y del que sin trabajo posee mucho; uno y otro viven así en cierta tiniebla de nociones: el uno no sabe todo lo que vale el trabajo y el otro no sabe lo que valen las cosas porque no ha dado trabajo por ellas, todo lo que podría obtener con él en un arreglo humano en que toda la producción se distribuyera en proporción del trabajo de cada uno. Yo sé que esta distribución absorbería una suma enorme de actividades burocráticas improductivas, de fiscalización, evaluación, distribución. Y sé que es por este inconveniente grave que se ha hallado preferible dejar librado al azar este destino de los “productos”: por eso yo opto por la apropiación y negociación ilimitada de los productos pero sin trasmisión hereditaria, ni apropiación del capital natural.
Los economistas y políticos lo han estudiado mucho mejor que yo; doy mi sugestión, por lo que valga, y me despido de la Humanidad. Yo sólo aspiro a hacer la teoría de la eternidad en espíritu y figura de un ser que se ama
.
Esto, si no lo tengo mal referenciado, es un fragmento de No toda es vigilia la de los ojos abiertos.
Así que aquí lo dejo. Debo darme una vueltecita por la farmacia. Van a atenderme por una ventana miserable, pero mi salud lo está reclamando. Que tengan una buena semana. Por mi ausencia o a su pesar.

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