Jade May Hoey

1974-2004

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13.12.05

Hay que

Lo mejor de levantarme tan tarde es que cuando me pongo en posición de lavarme la cara, me miro en el espejo y no me conozco. Es tan fuerte el sol que se mete por el tragaluz del techo del baño que me azula los ojos que veo. Son esos misterios que tiene la luz y de los que habría mal en hablar sin saber nada al respecto. Nada de nada.
Como era de esperar, anoche me emborraché generosamente. Me compré un Rodas bonarda para brindar con alguno de mis amigos, con el primero que encontrase y la verdad es que tuve que caminar muchísimo para encontrar a uno, que pensaba que la buena nueva ocurriría hoy, de modo que se sometió él también a una borrachera imprevista.
Sin embargo, no tengo ningún vestigio de resaca. Y eso que después me encontré con un amigo barman que me dio a tomar una serie de tragos de colores que nunca sabré qué cuernos tenían, pero qué sabores, por el amor del supremo. Rojos, rosados, verde esmeralda, en verdad la variedad cormática bastaba para voltearme, pero les hice frente mientras pude.
De regreso en casa me encontré con que por fin pude sustraerle a mi amigo un librito de ensayos de Bataille que es verdaderamente extraordinario. Para empezar, leí con minucia el primero de los artículos, uno que refiere a la necesidad de la literatura inútil. Sí, señor. A destruir los lemas, a dejar de pensar que los hombres son material humano.
Me encontré, cuando terminé de transcribirlo, con un regusto extraño en la boca. Me pregunté, tal vez siempre me lo pregunte y sea ésta vez la primera que lo asiente, cómo será curarse. Me explico un poco mejor: cuando uno lleva tanto tiempo viviendo con una enfermedad y se convence de que media ya una relación que podría catalogar de madre-hijo,cómo será quitársela de encima, qué sensaciones visitarán el cuerpo a falta de los tormentos acostumbrados. ¿Es que ya tendrá la propia existencia algún sentido como no sea el vanagloriarse por haber alcanzado ese mojón?
El día después remite a la orfandad. Falta la obsesión que hasta ayer estaba muerta de risa. Falta algún justificativo para este desorden. Hay que poner manos a la obra con la mira puesta en algo que merezca la pena la sangre, el sudor y las lágrimas que llevo en la guantera.
Hay que dejar de decir hay que.

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