Jade May Hoey

1974-2004

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17.11.05

Ultimo día

El último día de los tiempos era carnaval. Adán, el último de los hombres, llegó a un pueblo muy festivo donde el carnaval alteraba hasta los resortes intestinos de un estado hegemónico, construido en torno a la figura del padre de la patria y su amante. Adán no quería ir. Se negó por todos los medios a hacerlo, pero finalmente no pudo rehusar el convite que no se preocupaba en guardar las formas que ocultasen la orden. Allí partió con rumbo a la boca del lobo, en pos de uno de traerle a su jefe uno de los dientes de la bestia. Más le hubiera valido quedarse, está claro. Pero a pesar de toda la peripecia, o a raíz del exacto cumplimiento de la encomienda, el héroe se da permiso para despachar una frase que habrá dejado de una pieza a los celebrantes: Nunca he sido tan feliz como hoy. El partido estaba resuelto a terminar con la política y sus prácticas. A punto de conseguirlo estaba. Habían asaltado con todas las de la ley a la cofradía opositora, sin guardar para ellos de la menor entre las posibles misericordias. Confiscaron hasta el esmalte destinado a las uñas de aquella mujer a mitad de camino entre prostituta y legisladora provincial, que hacía las veces de prenda de unidad y voz cantante. Tal vez tomaron parte de esa operación policías disfrazados de enfermeros o de payasos.
Felicidad no es título apropiado a tan buen cuento. Por lo demás, la realidad se parece tanto a una caricatura de esta caricatura, que mueve a rabia pensar que el mundo no acabó entonces y sigue rodando a la espera del Adán que arda en la pira que con tanto fervor le hemos preparado.

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