Jade May Hoey

1974-2004

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29.11.05

Introducción al verano

Si lo ven a dios, por favor le dicen de mi parte que estoy harto de sus mentiras. Para qué sino para importunarme es que tanto tiempo de mi vida como educando lo han invertido en explicarme aquello de que la tierra es un planeta que gira en torno al sol describiendo una elipse y a su vez sobre su propio eje y que éste adolece de una ligera inclinación, lo que en conjunto determina los días y las noches, los inviernos y los veranos. Porque acá el calor recién empezó a apretar estos días, y no tanto tampoco, no vayan a creer todo lo que cuentan. Pero lo cierto es que esos primeros días de calor son insoportables. La falta de transición entre los diferentes niveles de la barra mercurial nos pone de la gorra, por hablar mal y pronto. Entonces, cuando uno de a poco se acomoda a la idea de marchar por la vida un poco más liviano, dejando en casa, campera, bufanda, suéter de lana, camisa de frisa, guantes y cabellera, sobreviene una fresca que deja el tendal de resfriados, engripados, afiebrados y cualquier ámbito que se precie de pluralidad cuenta entre sus soldados con un par de bajas por razones sanitarias y otro par de rebeldes que con mocos, toses y berrinches vienen a reproducir sus males en el resto del personal, oh! maravilla de la solidaridad. Entonces no es de desdeñar un plan be que pasa por armarse a la mañana de un suculento arsenal contra las eventualidades del frío, ay, está tan loco este tiempo, Porota, que una ya no sabe qué ponerse, y a mitad de la jornada, o a dos tercios, o a tres cuartos, en función de la cantidad de horas que uno deba soportar fuera de casa, remonta la cuesta entre bocinazos y avalanchas, con un poco de calor porque febo asomó como si le pagaran doble aguinaldo y otro poco por la ligera vergüenza que a cualquiera le ataca cuando se siente el centro de todas las miradas con ese saquito doblado en derredor del antebrazo izquierdo y el flanco diestro afectado a cargar con el equipaje regular, sea maletín, carpeta o bolsita de supermercado. Entonces, uno que ya tiene muchos años de esto, sabe que el único modo de sacarle provecho al estío es aislarse al máximo de la vida civil. Esto es: dormitar una horita antes de ir a trabajar en la mañana, estar en la oficina dibujado, de mal humor y por completo ajeno a las conversaciones que contengan la menor referencia a cuestiones de trabajo, meteorológicas, menstruales o socioeconómicas, tratando de estar inactivo sin que se note demasiado, volver a casa, comer livianito y aprovechar el desgano laboral que mudó en una fatiga inconcebible para despatarrarse en la cama. Quien viva cerca de una escuela, como es mi caso, comprenderá que alrededor de las cinco de la tarde la cosa se pone un poco espesa por la gritería de los vástagos malparidos y los bocinazos, frenadas y alarmas que inoportunamente se les disparan a los desaprensivos padres, que más les hubiera valido tener a mano doble profilaxis antes de tener que soportar la ira que detrás de la ventana escupen energúmenos como el que esto suscribe. Después sí, quizá dar unas vueltas en la cama, acometer una lectura blanda, como para ir entrando en calor y de paso hacer un poco de tiempo, porque a partir de la irrupción del verano además de cocinar hay que esperar a que la comida se enfríe. En eso, y a poco de desplegar el instrumental de la guerra (léase: biblioratos tapados por el polvillo, centenares de hojas garabateadas con letra ilegible en algún punto marcadas con marcadores de color fluorescente, lapiceras rebeldes y demases), aparecerá algún amigo que aprovecha la ventolina para salir a dar una vuelta y qué mejor que mangarle unos mates al mejor cebador del condado y disfrutar de sus sesudos análisis de la actualidad política, deportiva y cultural de la república y aledaños. Por supuesto que el cebador lucirá siempre sonriente, aunque postergue por un par de horas sus planes, y cebará tres pavas de mate aunque tenga el arroz apelotonado a la altura del esófago y finalmente se demorará en una interminable despedida en la puerta, cigarrillo en mano, blandiendo amenazas para el fin de semana. Y ahora sí, a lo nuestro, hasta girar la cabeza y ver que ya es de nuevo el día, que mejor servirse una brevísima copita de vino, pegarse una chapuza y dormir un poco para hacer un papel decente durante el día de mañana, que es hoy y ya está a medias perdido.

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