Jade May Hoey

1974-2004

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11.11.05

Desmintamos

Si tuviera el don de la magia, o si al menos tuviese la potestad de abrogar algunas de las elementales leyes de la física, puedo jurarlo, detendría el tiempo en el preciso momento en que el giro de la bailarina llena de aire su falda, de suerte que parece que todas las células allí se han congregado, tal vez en celebración, tal vez por algo triste, eso no reviste mayor gravedad, por lo que es nada más un momento, no uno cualquiera, sino uno que me interesa a mí, y creería que a casi nadie más. Y la raíz del interés es más bien baladí, rayana con la demencia apuntará alguno, sí, puede ser, de un tiempo a esta parte he dejado de lustrarme los zapatos día por medio y ya no me afeito con la precisión que acostumbraba y eso mueve a mis conocidos a decir por ahí, a una prudente distancia de mí para que yo no me entere de primera, pero no tan lejos, cosa que yo me entere de segundas o terceras, que no me sube agua al tanque, que no soy el de antes, que no me faltan jugadores y cosas por el estilo. No me importa. Si están leyéndome, sépanlo. Me importan medio carajo, la otra mitad la dejo de propina al camarero que no deja de importunarme. Ya termino, señor, ya le desocupo la mesa, sea paciente y el señor lo recompensará. Decía -sigo diciendo- que yo querría capturar ese momento por algo en especial, algo que no tiene que ver con el momento en sí -conservo muchos de los buenos y algunos de los malos para poner a cero las papilas gustativas y perpetrar de nuevo los buenos, sin merma alguna- sino por un sustancia que sólo en él puede conseguirse, un extraño polvillo al que todavía no he bautizado, no por falta de voluntad sino por la misma carencia de ingenio que hace que mis textos tengan títulos que poco tienen que ver con lo que debajo se dice. Serán las clases que alguna vez tomé de marketing, será el exceso en la ingesta cervezal de mis años mozos o será la ineptitud que, ya que estamos en plan de generalizar, se impone transversal a lo largo y ancho de mi petisa obra, esa que a las claras martilla en la frente del que quiera leer, e incluso de los que no: la ineptitud no es literaria sino inherente a razones supraepiteliales que sólo se mitigan con una buena cagada a palos. La mentada materia operaría un prodigio que de tan maravilloso me resulta imprescindible, como todo aquello que los hombres de a pie no se atreven a concebir: portar en ese polvo a la propia bailarina, con todo y su pollera, presta a bailar la melodía que uno haga sonar en el tocadiscos o de su silbido, si es que no hubiese mejor música. Deliro con ese momento. Sé que ella, al cabo de una pieza, me tomará por el mentón y fusilará de mirada mi mirada para decirme: desmintamos a Gustavo, poesía soy yo.

Comments on "Desmintamos"

 

Anonymous Anónimo said ... (11/11/05 19:58) : 

pero mire que es canuto con los camareros. ¿medio carajo, nomás? :)

 

Blogger Jorge_Mayer said ... (12/11/05 02:33) : 

No hay tantos barmans como ud. Vadinho!

 

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