Jade May Hoey

1974-2004

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14.11.05

Curso de Derechos reales. Inciso siete

Camiseta de un rosa agresivo haciendo juego con el color escogido para los párpados.
Soñé que empujabas un barquito de papel en un charco, me dijo. Sin sonrojarme le mentí que eso fue lo que estuve haciendo, aunque ni rastros de lluvia por estas arenas.
Tal vez por saberla vecina de sueños, continente de devaneos parecidos a los míos, forcé el pensamiento en la parte que me toca hasta tocar el de ella, hasta meterme en él de prepo. Y tal vez mañana sepa si lo he conseguido. Hoy sólo lo hice para volver atrás unos tres o cuatro años. Bracchetti no tenía el abdomen que ahora tiene. Tenía, eso sí, esa misma cara de suficiencia y una campera azulita para los días de lluvia, una que aunque sean pocos los días y las lluvias, se ha hecho notar en una degradación de aquel azulito. No tendrá hilachas en las mangas, pero algo en ella se ha gastado. Casi nada le quedará de la fragancia que tuvo cuando supo ser nueva.
En su cara de esposa fiel poso un espejo y le muestro su rubor hecho permiso la primera vez que Bracchetti hubo de escalarla. No habrá existido un rubor igual, puedo afirmarlo, casi tanto como que podría nacerle un rubor diverso, más pleno, menos sano, el día en que otro sea el escalador, la noche en que Bracchetti vuelva a trepar en busca de algo que dejó olvidado en la cima hace unos tres o cuatro años y se encuentre con que hay más cosas que las que se le ocurrieron.
De repente estoy en una clase de derecho civil. Hoy toca derechos reales. Hay propiedad y hay tenencia. No puedo dejar de rastrear el gen del rubor, la chispa que la despierte a lo inexorable.
Más allá está la petisa.
Los años no le han sentado mal pero la imagino caminando por otros corredores. Hace mucho que dejó a Ricardo. Tal vez hará mucho más que lo olvidó. Era un deleite verlos caminar de la mano. Todos decían cómo hizo este zapato para comerse ese caramelito. Ella se escondía detrás de esos ojos enormes un primer rubor que ya había tomado vasta distancia. El, loco de orgullo, era todo una sonrisa que le quedaba grande a tan breve estatura. Ahí empecé a pensar que la felicidad era volar. No podía ser otra cosa. No tenemos alas y la ley de gravedad nos juega en contra. Por eso, puestos nuevamente en la senda de los mortales, portamos ese gesto grave que llegan a tapar las alas truncas. Habrá sido buen amante, quién lo duda. Tantos años de persecuta, tantos proyectos empezados al mero efecto de ganar los centímetros que natura no daba. Hasta un movimiento político, una empresa de remises, dos carreras universitarias. Cómo no querer pegarse un tiro después del abandono. Cómo juntar suficiente coraje y dinero para emprender un viaje a cualquier parte donde no haya petisas de ojos grandes y rubor lejano.
Por lo pronto omito algunos detalles. Los derechos reales, si no hubo novedades, son nueve. Dominio, condominio, hipoteca, propiedad horizontal, anticresis, servidumbre, uso, usufructo. Bah, casi apruebo. Con Llambías a mano, nadie me tocaría el culo.
Mete un poco de miedo servidumbre. Y no recuerdo si tenencia era uno de los nueve o no era. En todo caso, la tenencia precaria a manos de otro, es semiplena garantía de un feliz dominio.

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