Jade May Hoey

1974-2004

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11.10.05

Puerta abierta

Vino mamá. Siempre que viene yo estoy trabajando, o reunido por ahí, en cualquier parte, o salí a pasear. Nunca me encuentra.
Siempre que viene deja alguna huella. Llena la heladera con comida que tardo una semana en comer, me trae revistas que no me interesan (hoy fue Veintitrés, de nuevo Andahazi, parece que escribió otro Código Da Vinci; uno puede prescindir de la lectura de la nota, pero no pasa eso con las fotos que la ilustran. Como sea, me revolvió el estómago).
Hoy me rompió la cerradura de la puerta. No sé cómo pudo hacerlo. No tiene mucha más fuerza que yo, que doy pena. Así que la puerta lucía cerrada pero con el agujero donde va el tambor a la intemperie, invitando a tanto chorro menor que anda a la pesca a que pase y se haga un banquete.
Superado el espanto inicial, comidas cinco milanesas, llamé al cerrajero. Le dije que venga después de las siete. Por nada del mundo postergaría la bendita siesta que mi cuerpo de oficinista se merece.
Claro que dormí a pata suelta. No me importó la puerta abierta. Que pase el ladrón, si tiene ganas, pero que no haga mucho barullo que el señor descansa.
Soñé que iba en la parte de atrás de una combi. Sentía en mis espaldas todas las rugosidades del camino. La sensatez, que es algo que no abunda en sueños, dictaba que debía prepararme para morir, así que adopté dos recaudos pueriles: cerré los ojos y crucé los dedos.
Por un momento pensé en cosas banales, en la literatura, por decir algo. Pensé en esos prejuicios por los que dejé de leer a tal o cual autor, como si a la hora de escribir a alguien pudiera importarle verdaderamente su condición moral. Me odié. Tal vez en esos casos la muerte fuese una bendición que operase en la mente del prejuicioso una suerte de corrimiento del velo. Separado para siempre el autor de su obra, ella cobraría al fin su estatura definitiva. Sería anónima, intemporal, carne de rapiña para el olvido.
Pero mejor que morirse es tratar de minar los prejuicios, esa maldita pus que le da al cristiano venirse viejo. Si un artículo sin firma es digno de encomio y el mismo texto firmado por Fulanito de Tal es objeto de vilipendio por el mismo sujeto que antes felicitaba, algo está fallando en ese sujeto.
Si no llego a morirme, pensaba yo con los ojos cerrados y los dedos entrelazados, lo tomaré como una oportunidad para quitar la pus de ese sujeto, o sea de mí. Dolerá, al cabo tantas cosas duelen y tan pocas en verdad sirven. Pero siendo un lector impune, seré un hombre inmune, deliraba.
Sonó el timbre. Qué educado el cerrajero, che, la puerta estaba abierta.

Comments on "Puerta abierta"

 

Blogger inx said ... (12/10/05 11:46) : 

Y después de mamá, vengo yo. Entre capricornianos, conviene que no hablemos del pasado. Somos gente discreta.

 

Anonymous Anónimo said ... (12/10/05 14:01) : 

Sí, gente brava. Sobre todo cuando padre y madre son de tauro y tripleta fraterna de cáncer (en casa todo es por temporadas). Pero mejor no ahondar. Ante todo discreción.

 

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