Jade May Hoey

1974-2004

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14.10.05

Pestañita

Qué fría fue esa noche. Mayo, junio, sin dudas. Así y todo fui todo lo caballero que pude ser. De apuro me puse el saco y salí casi corriendo. Necesitaban discutir sus asuntos. Era probable que ella gritase o algo así. Maldita la hora en que le abrí la puerta. Traía los ojos hinchados. Habría llorado presagiando lo que le esperaba un par de puertas más allá. También creí que existiese una pequeñita chance de volver al estado anterior, a ella no le hubiese tocado ceder nada. Le gustaba el rol de amante. Era cosa de todos los días, de lunes a viernes, casi a la misma hora, en una esquina que iban mudando para no levantar sospechas. Qué iba a imaginarse este infeliz que un día la otra loca se iba a cabrear de ese modo. Quiero decir: no habrá tantos casos en que la ofendida corte en dos todas las pertenencias en común. El resentimiento no permite obrar con tanta minucia. Sin embargo, ella sí pudo. Este estaba destrozado. Se dejó crecer la barba y anduvo tres días con la misma camisa. La dejó sola en la casa compartida hasta que se reacomodaran los tantos. O se desacomodaran del todo. Lo que fuese primero. --¿Dónde está?, --me preguntó un día la loca. Me tomó de sorpresa. Creo que me estaba bañando y no pude evitar atender a tan enfurecidos timbrazos. --Yo qué se, Pato, somos socios, no amigos. --Sí, dale. Qué maricón sos, vos sabés. Nunca le hubiese dicho que estaba escondido en la playa, cagándose de frío en un chalé enorme frente al rudo mar del invierno. Se enojó conmigo, sin duda. Para colmo de males se me cayó el toallón y tuve que andar a los manotazos. Creo que gracias a ese exabrupto no se enojó definitivamente, pero esa calentura le duró dos años y pico. Vuelan los rumores aunque uno sea una tumba. No pasó una semana que vino al estudio Pestañita. Hecha moco también. Qué lo parió, un rompecorazones mi socio. Mejor era rajar de ahí a cualquier parte. Después supe la historia. Lo habían visto con la flaca, nuestra mejor cliente, en realidad la hija de nuestro mejor cliente. Nos debía una punta de honorarios y empezó a venir la piba. Alta, muy delgada, cara de india. Al carajo, pensé. Acá no veo un peso nunca más. Les ponía un disco de Barry White y cada cual se encerraba en su oficina. --Che, cerrá nomás, yo me voy --decía él. --Chau, me decía ella. Pobre Pestañita. Le gustaba tanto ser la amante que un día quiso dejar de serlo.

Comments on "Pestañita"

 

Blogger Ana C. said ... (16/10/05 16:33) : 

Eran tres al final? A veces me gustaría menos hermetismo.

 

Blogger Jorge_Mayer said ... (16/10/05 19:32) : 

Besos, V.

En este tramo de historia son tres, Ana. Tal vez, si tengo ganas, tiempo, paciencia y todo eso que hay que tener para sostener una historia dentro de un blog, siga sumando anotaciones a este cuadrito.
No es que intente ser hermético. Dejo cabos sueltos como los dejaría si escribiera algo más largo, sólo que acá no siempre los retomo. Paciencia y gracias por la lectura.

 

Anonymous Anónimo said ... (20/10/05 21:03) : 

Que imaginación amplia...solo imaginación NO!?

 

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