Jade May Hoey

1974-2004

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17.10.05

Escribe Massei una interesante nota sobre la molestia que concierne a veces a la tarea de titular un texto.
A mí no pocas veces me sucede el caso inverso. Voy por la calle y escucho algo, o me tropiezo con una frase suelta en la oficina o por simple asociación entre dos cosas que puedo estar leyendo y ¡albricias!, tengo un título para malgastar. De este modo, quede claro, es como no debe procederse. Al menos mis profesoras solían reprenderme a menudo por situaciones así: muy ingenioso el título pero el texto tiene poco que ver con él. ¿Y cuál es el problema? El problema es que el autor tiene todo lo largo que pueda ser un texto para joderle la vida al lector. Entonces qué es un título sino un gesto de sana cortesía, una mano tendida, una invitación tentadora para las almas de buena voluntad, un anzuelo para llevarlo de las narices a que lea lo que al autor le den ganas de decir.
Con mi intervención del día de la fecha en Kaputt ha ocurrido algo de lo que a mí me gusta que ocurra.
Hará un año, más o menos, le oí al capitán de mi barco decir que debíamos salvar a cierto centro de costos que hacía agua por todos lados. En su momento, me pareció un gran título, aunque no se me ocurriese ninguna idea al respecto. Tiempo después, tuve que pedir ayuda para volver a tener a mano ese nombre. La historia, esta vez, ya estaba escrita. Y si el título recuperado no tiene nada que ver con el texto, a llorar a la iglesia.

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