Jade May Hoey

1974-2004

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26.10.05

Curarme

Estaba advertido de antemano y sin embargo me di un saque de una, sin contemplaciones, y después le eché un poco de mate. Y las dimensiones de mi casa han eliminado de mi dieta las fritangas, que si no me comía medio kilo de milanesas. Ojo con la función hepática, me dijo mi dealer. Por una vez en la vida, actuá con moderación.
No, qué va. A mí la moderación me queda tan lejos como el cacao a la patagonia.
De movida, ningún efecto. La molesta acuosidad se movía dentro de mí como pez en el agua, como pez que desea salir de la pecera, como pez que añora la cochambre de los charcos, que alguna vez merecería probarla, a ver qué tal es en comparación con un río musculoso o un mar que acaba en playas de arena blanca, en acantilados imponentes donde con gusto uno pegaría y pegaría hasta destrozar los nudillos.
Y poco a poco la paz. Pero muy, muy de a poco. Muy de trepar de tobillos a rodillas. Como un ligero adormilamiento. Ir después a copar el tronco. Llenar los pulmones. Besar el cuello. Humedecer la nariz del agua más pura. Destapar los oídos. Aclarar la vista. Cortar el pelo y después teñirlo de un color de disparate, pongamos rojizo. Dar vuelta los ojos. Dejar el iris de cara a los engranajes del pensamiento. Mirarlo fijo hasta intimidarlo. Mirarlo fuerte hasta que comience a sangrar. Primero una gota, después un arroyito tibio.
A ver, probemos ahora. Es sólo una vez. Nada malo va a pasarme. Eso es. Ahora un poco más pero soltando la mano. Ahí vamos. Un esfuercito más. Muy bien.
Ahora solo.

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