Jade May Hoey

1974-2004

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18.10.05

Auschwitz

Hace un rato terminé el libro. Di vuelta vuelta la última página con cierta pesadumbre. Cuando me gusta un libro siempre la última página no tiene más que diez renglones. Deseo y realidad, nariz contra nariz. Y eran diez líneas nomás. Cerré los ojos y me vi de nuevo caminando las calles de Palermo y por medio segundo fui feliz de saber que he sido un simple mirón de la pesadilla que narra Auschwitz de Gustavo Nielsen. Atravesé en plena noche San Antonio de Padua y ausculté cada almacén de Villa Crespo. Imaginé el estirado triángulo escaleno en el que quepan unos y otros, la voracidad del hombre en plan de aniquilar y la languidez que lo aletarga al final del tobogán. Así, con la leve luz del sol que se despereza entre las nubes, o en medio de los apretujones de la vuelta a casa, con con una mano pugnando por preservar el equilibrio y otra sujetando el libro de tapas verdes, el camino de estos días fue breve.
Por puro despecho repasé uno de los primeros párrafos, creo que mi favorito:
Odio los encendedores, el humo, las colillas. Odio los escones, odio esas migas como granos sobre el mantel. También odio esos otros granos que le veo a ella en la piel y no sé qué son, pero parecen lunares regordetes de carne; odio la carne que sobra, la celulitis, los rollos, los colgajos de los brazos; odio las pelusas en los ombligos, el pelo demasiado largo o demasiado corto, las uñas mal cuidadas. Odio tu pañuelito atado al cuello, enroscado sobre sí mismo como una víbora que se muerde la cola. Me parece sucio; feo. Me da asco.

Me pareció que no podía tener mejor umbral que la temblorosa dedicatoria de su autor. Y en efecto, la tenía. Un doble regalo, entonces.

Comments on "Auschwitz"

 

Anonymous Anónimo said ... (22/10/05 02:24) : 

Yo estoy terminando el amor enfermo. Nielsen es un escritorazo, fuera de dudas. (y si lees esto nielsen, andá a cagar (no puede ser todo flores)).

 

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