Lo conocí de grande y más me hubiera valido no saber en la perra vida de él y de sus andanzas pero si el mundo es un pañuelo, mi pueblo es un verdadero moco y más temprano que tarde uno se topa con el mentado fulando de tal. Por método, uno está a la defensiva pero esa posición se flexibiliza en aras de componer un nivel de sociabilidad sensato. En algunos ambientes, en especial el universitario, el hombre es su medida de la solidaridad. Quiero decir: a mayor integración, a mejores lazos de relación, a más apariencia de generosidad, más oportunidades de progresar con poco esfuerzo. Siempre hay alguien que tiene el dato justo para quitar del medio ese escollo que tal vez sólo pudiera sortearse después de varias semanas de trabajo y un poco de suerte. Naturalmente siempre hay excesos y un comienzo de la impunidad es saber que uno porta un apellido limpio. Este era el caso de fulano de tal. Su apellido era no tener pasado, aunque somos tan pocos que no tardamos en saber de sus primeras incursiones en la escuela. Fue de mal gusto aquello de preguntar al profesor qué era el estiércol. No había otra respuesta que la que obtuvo: ¡mierda, fulano, mierda! Eso fue sólo un episodio pero en este pedazo de mapa nos obsesiona la niñez y las marcas que nos dejan esos episodios. Yo no alcanzo a imaginarme cuántas veces habrá tenido que soportar fulano que cuatro infelices se le rían a la voz de ¡mierda, fulano, mierda! En la universidad era un militante de los morados. Su discurso era entre pobre y muy pobre, y por desgracia no es mucho lo que ha progresado ahora que es todo un licenciado. Exagerando, que para eso estoy acá, podría aventurar que con la molestia que le causó la palabra forjó un estilo de vida, una suerte de revancha contra aquellos cuatro infelices y contra su padre que además de infeliz era honrado. hay que pertenecer y para pertenecer hay que reunir dinero y para reunir dinero mejor que trabajar es resbuscársela de suerte tal que otros sean los que trabajen y uno cobre las regalías. Y para llegar a ese punto hay que tomar un poco de poder, si es que eso se pudiera. Pero el poder es un vino de mala calidad. Nunca alcanza media copita. Hay que llenarla, y otra más, y otra más, y a la tercera ya dejó de ser importante el dinero. Lo relevante es ser líder, tener gente que a uno le responda, potenciar la acción, hacer que el interés de una colectividad sea el propio. Y para eso la eficacia reside en la traición, en no evaluar medios ni medir consecuencias, vamos, la especialidad de la casa. Se trata de crecer a la sombra de alguien, preferentemente carismático, aires de iluminado, aprender de él sus poses, los modos de operar, el don de intervenir con cizaña pero en quirúrgica medida. El tiempo se encarga de corroer las bases. El poder promete la eternidad pero engaña. Entonces el escogido se cruzará al bando contrario, que planea el inminente asalto. Arengará a su tropa con al bien que se acerca, con el consecuente derrame, el final de tantos años de ultraje, la refundación de esta institución corrompida. Cuando llega a mis cercanías olfateo que estaré entre los convocados. Le mino todo el campo de operaciones, sonrío y me siento a esperar. |
Comments on "¡Mierda!"
¡Arltiano!
Era el adjetivo que estaba buscando pare describir este y otros posts de este blog. Arltiano como "El juguete rabioso"; esa voz.