Jade May Hoey

1974-2004

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6.9.05

La señora de

Me dijo que acababa de casarse. No sé qué fue lo que pude decirle dos frases antes como para que me aplicara semejante mazazo en plena nariz. Algo trivial. Cómo van tus cosas. Lo justo y necesario para no ahondar en los temas que a ella y a mí nos ponen los pelos de puntas, la alarma que nos despierta del sueño en el que vivimos para devolvernos como una escupida a nuestra realidad piraña. El pasado, esas cuentas sin cerrar, por qué lleva tanto tiempo conciliar los saldos pendientes. Empezar algo es antes que ninguna otra cosa abrirle al otro una carta de crédito. En algún principio el techo está a la vista y nos movemos de puntillas con tal de no rozarlo, pero en ocasión del amor, cuando tenemos pereza de vestirnos y de reanudar la brega, elevamos el límite del crédito hasta topes que superan en largo nuestras posibilidades de satisfacer tal exigencia, tanto en esta vida como en la suma de las que estén por venir. Gastamos contra ese crédito y un buen día sobreviene algún episodio insignificante. Un mate demasiado dulce o demasiado frío o demasiado lavado. Una palabra que se muere de ganas de nacer y nos mordemos el labio para sujetarla, pero nunca es a tiempo. La palabra, esa que tanto nos duele decir, nació mucho antes de que le diésemos permiso para conocer la luz del día, el camino lleno de curvas que lleva a tus orejas y el pelo como un terreno de arenas movedizas. Vendrán otros episodios cada vez más tontos y también vendrá el día en que broten todas las palabras mordidas en labios y brotarán como la sangre de esos labios y ni ella ni yo, ni vos ni yo, ni usted ni yo, hemos aprendido a nadar en la sangre. Es demasiado tibia para nuestra piel, demasiado roja para nuestros ojos, demasiado gruesa para quebrarla dando brazadas de pajarito, y las palabras harán de esta casa, o de la tuya, un torbellino que no dejará nada en su sitio, nada como lo soñamos, nada más que un revoltijo de algodones y puntas filosas, de mierda y terciopelo, de marfil y mazapán, de arroz y nunca te dije. Entonces, al decirme que ya se había casado, me dijo también que no le importaba ninguna de las cosas que habíamos compartido hasta hace apenas un rato, qué son ocho meses, o dieciocho cuando uno anda maltrecho por las ocupaciones, herido por todas partes y sin mertiolate. Bastó que después me preguntase cómo estoy yo, algo que no cabe en media hora de charla, para que la importunara con un interrogante que le cayó encima como un latigazo. Debí explicarle algunas cosas, no demasiado, nada más la superficie, los contornos, que para el caso la suerte ya estaba echada desde mucho antes; nada que la conmueva, nada que remede a un pedido de ayuda ni a un desmesurado agradecimiento de aquellas horas que me devolvieron sano a la vida, decirle que estoy bien, la llevo bajo el brazo, pero no se lo digas a nadie. Con el latigazo a flor de piel hizo muy bien en retirarse. Ni falta hizo que dijera chau, loco, perdón por todas estas cosas. Tampoco que le rezara mi rosario, el que le sirvió para encaminarse y conseguir uno que da la talla, que la saca a correr, que si bien no tendrá los ojos de papá, ayudará a mitigarlo. Cerró las cuentas que tenía conmigo, eso debe ser, y yo con estos saldos y sin saber lo que hacer.

Comments on "La señora de"

 

Blogger Reina said ... (6/9/05 21:13) : 

jorge, tristemente bello; como todo lo que escribís. Creo.

 

Blogger paula said ... (7/9/05 09:33) : 

hay un regalito en mi blog desde temprano y todavía no fuiste a buscarlo.

 

Anonymous Anónimo said ... (7/9/05 11:59) : 

oh, l'amour....!

 

Blogger la enmascarada said ... (7/9/05 12:46) : 

A veces pasa, las mujeres tenemos "otros tiempos" para el amor, quizás regidos por nuestros tiempos biológicos, o por vaya a saber qué catzo. La cosa es que los tipos tardan, una se aburre y se decide por lo concreto.
Tenélo en cuenta.

 

Anonymous Anónimo said ... (10/9/05 09:34) : 

Precioso...estoy de acuerdo con enmascarada..hay que arriesgar.
Seguro que a la porteña le removiste el piso (te delato lo de los ojos)
Saludos.

 

Anonymous Anónimo said ... (10/9/05 09:38) : 

..pero llegaro tiempos oscuros y violentos en que toda la vida era un callejón...que no tenia salidas, solo desolación.
Ella partió deprisa,voló como una brisa, huyendo de esos días y él no comprendió...porque estalló en pedazos..su corazón..
Cuantos días..cuantos meses...cuantos años..esperando que la vida, lave todo el desengaño..

 

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