Jade May Hoey

1974-2004

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10.9.05

Equívocos sobre el oficio de escribir
o Carta abierta a un amigo

A Federico
Las cosas que dices cuando te enamoras. No importa que después debas tragarte las palabras y que todo haya sido el hechizo del alcohol en alianza con la sangre, porque el alcohol tiene la manía de retirarse cuando culmina su obra, pero la sangre queda ahí, dando vueltas y vueltas, y no le preocupa ser alguien o dejar de serlo. Lástima que no pase por tu cabeza, ni sus adyacencias, que en el inodoro -¿justo allí tenías que ir a morir?- queda el rezago, la destilación de eso que te ha hecho feliz, una destilación de segunda pero humana, porque mal que nos pese sólo a los humanos nos da por amar, o pretender amar aunque nos quede grande, una destilación esforzada, porque a veces el hígado te dice basta, ha estado bien por hoy, esta copa que podría ser la primera de mañana es la decimoquinta de hoy y ya no tiene sentido, el daño está consumado, la vista se te nubló y el pensamiento. Así es el amor. Una terrible borrachera que te hace cometer niñerías. Lo sé porque tengo los labios machucados de las piñas que me he comido por seguir hablando cuando me mamo. He llegado a despertarme en el cantero de un boulevard en una ciudad desconocida. Tenía la camisa llena de sangre y la cara y los dedos. Pero tardé en darme cuenta de todo. No sé cuánto. Tal vez dos días. El creador sólo había dejado en mi heladera dos cubeteras. No todo podía salir mal. Pero qué hermosas eran las rubias, y las morochas, y las ajenas. Qué bellos mis argumentos. Hasta los más viles improperios eran música angélica si salían de mi boca antes de que hubiese de sangrar. Cuando hice el recuento de lo que había dejado en el camino, noté que tampoco tenía documentos. Indentidad, sí, sólo yo sabía cuál era mi nombre, pero no tenía modo de demostrarlo sino en referencia a mi grupo de pertenencia. Ahí va: es el que siempre anda con. Tres años esperé. Con paciencia de hormiga reuní el dinero, completé formularios y esperé de una oficina pública el librito que pensé que nunca llegaría. Hace poco llegó. Fue cerrar un ciclo, no el mejor ni el peor de mi vida, uno más que se intercaló sin que yo lo buscara, y así como anoto eso también podría dar detalles colaterales que no vienen demasiado al caso. Después de todo parece que ahora te asalta el arrepentimiento, como si uno pudiera ser dueño de volver sobre sus pasos y rehacer lo que ha hecho mal. Seguimos construyendo, hermanito. Lo que hicimos y después lamentamos es también cimiento de lo que ahora estamos labrando. ¿Es paradójico? No, no pretende tanto. La notación de los días es sucesiva, de suerte que parece que el tiempo también lo es. No hay modo de bajarse del tren. ¿No ves que estamos en el medio del desierto? Podés bajarte pero eso es la muerte, quedarte siempre ahí, revolcado sin necesidad. Yo, el desierto, no soy tan importante. Si escribo o dejo de escribir, si me invitan a participar a reuniones, si a alguien le interesa ver con qué rostro avalo la letra, o si mi mano tiembla cuando tecleo, son detalles. Eso es trivial. No debería decírtelo. Sos demasiado inteligente cuando tenés los ojos abiertos pero los cerrás y no te juzgo por eso -no soy quién para hacerlo-; son elecciones. Uno puede ponerle ananá a la pizza o extirpar de un texto todos los gerundios. En el fondo, bien en el fondo, eso nada cambia lo escencial. En un punto te envidio. Yo también quemaría todas las naves si eso sirviese de algo. Me cortaría la nariz y se la ofrendaría, llena de sangre. Este soy yo: lo mejor que tengo para darte. Renuncio a mi nariz, a mis ideas, a mis objetivos; renuncio a la belleza, a la virtud, a la filosofía. Renuncio al yo para escribir nosotros, seamos dos, veintidós o dos millones. Me gustaría tener una certeza, un punto de partida, alguien a quien acunar. No tengo nada. Por eso soy desprendido. Y amigo de mis amigos aunque puedan ser los peores del planeta, aunque tengan la cabeza llena de pajaritos porque por fortuna a ellos los mueven otros barullos. Pero no está ella, tan bonita, tan transgresora. No tengo esa piel para embriagarme hasta perder por entero el norte y la izquierda. ¿Y de esa carestía tus ojos prefieren ver el afán de notoriedad?. Permitime que te diga ingenuo -aunque no vayas a pemitirme nada voy a tomarme el atrevimiento-. Si yo escribo, salga como salga, es para tener conmigo una cachorrita así, que me haga perder el sentido y que me demuestre que esto es inútil. Vos lo lograste y eso siempre será para mí digno del mejor de los encomios, lo que no quita que yo disponga para vos (no para tus amistades: están chamuscadas, son la viva imagen de todo lo decrépito que pueda ser un cristiano cuando es viejo) de la mejor de las paciencias porque hasta la mejor de las borracheras se acaba y cuando volvemos a nuestro cuerpo y sus limitaciones nos sentimos huecos de toda oquedad. A esa hora también te abrazaría, amigo.

Comments on "Equívocos sobre el oficio de escribir
o Carta abierta a un amigo
"

 

Anonymous Anónimo said ... (11/9/05 03:58) : 

Lo primero que se me viene a la mente es decirte que sos un impudico.
Quien te ha otorgado el derecho de hablar acerca del amor entre dos peronas, sus devenires, su condicion, su estado, su proceso.
A mi me podes decir tilinga, me importa bien un carajo, deci lo que quieras, como habras notado ni te conteste, no vale la pena, acaso yo te leo, acaso tu presencia importa? claramente no, afortunadamente no.
Pero utilizar, lo repito, el amor entre dos personas, para esquivar cobardemente, que te hablaron a vos y tu posicion frente a la literatura,uso tus palabras, y tu tilingueria frente a la misma, es un acto cobarde como pocas veces he visto.
Metete con lo que quieras, creete la de escritor, hacete el conciliador.
Pero no hables de lo que no conces, no impongas un conocimietno sobre una privacidad que te es ajena, no te peines que en esta foto no salis.
Claramente no has sido capaza de amar mujer, hombre, libro, u oveja alguna.
Segui fagocitandote con tus amiguitos, haganse la paja publica juntos de la que tanto disfrutan.
Pero de esto no hables mas, que si no conces el amor no es mi culpa, que si te ha tocado esa grandiosa cara de pelotudo que dios te ha dado es por algo
Jodete
Bancatela.
Y andate a la puta que pario

 

Anonymous Anónimo said ... (11/9/05 16:38) : 

Qué manera de dar en el nervio.
Yo me tomaría el comment anterior como un halago.

 

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