Jade May Hoey

1974-2004

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25.9.05

En los papeles la cosa se veía por demás sencilla. Vos que sos fanático del subte, me dijeron, te tomás la línea B hasta Carlos Pellegrini y ahí hacés combinación con la línea C, hasta Retiro. Todo bien, pero a la mañana había usado la línea D, o tal vez falló el apuro, o la señalización, yo qué sé. El caso es que me vi en el final de un recorrido que acababa en la Estación Catedral. Esperé con impaciencia los seis minutos hasta que la locomotora se puso de nuevo en marcha, pero la demora había resultado letal. Combiné con la línea pertinente, llegué a Retiro, me metí con mi mochila a cuestas en la estación de trenes. Me costó salir de ella. Había demasiada gente, muchas otras mochilas, incluso gente que agitaba los brazos saludando a alguien que no era yo. Como pude, los dejé atrás. Subí la rampa, me metí en el túnel que por desgracia no cuenta con un carril rápido para los que andan sudados como yo estaba. Ya exhausto miré entre todos los carteles, boletería no, información al viajero no, andenes sí. A cuarenta metros veo la unidad de Expreso Quebús que debe llevarme a casa. La azafata (hermosa, claro) hace una seña hacia al interior del coche. Consulto mi reloj. Estoy en falta por un minuto. A unos veinte metros veo que es el 490, o sea el mío, con lo cual el sudor troca en resignación. La puerta se cierra, creo que estoy a punto de desmayarme. Suspendo la marcha y agito mis brazos cansados. Desde adentro alguien hace señas, se despide de mí. Adiós, Jorge Mayer, pasajero de la butaca 22, último aviso. Adiós, adios, dije para mis adentros. Me saqué de encima la mochila. Sonreí mirando qué bonito es el bolso que me compré en la calle Corrientes a sugerencia de una amable lectora. Estorbo el paso de otros viajeros. Les miro la felicidad, las acarameladas despedidas, los envidio. Había olvidado comprar un par de alfajores para lo que dure el viaje. Los compro, para lo que dure la vuelta a casa.

Comments on ""

 

Blogger Bardamu said ... (25/9/05 23:41) : 

Sugestiones de la tracción porteña.
Unos días más y el camino del retorno sería olvidado para siempre.
Por otra parte, ningún alfajor ha superado en deleite a la torta galesa...

 

Blogger Jorge_Mayer said ... (26/9/05 09:02) : 

Torta que sólo he comido por mi padre cuando hacía turismo hospitalario. Por cierto, hay siempre un desapego en el lugareño hacia esos símbolos. Yo entré sólo una vez, siendo muy chico, a la mina de hierro de mi pueblo. Y sé que jamás lo haría, salvo que de una vez me haga ciudadano del mundo y sólo por recordar algo de aquellos, mis pocos años.

 

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