Jade May Hoey

1974-2004

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30.8.05

Rajaduras de la intimidad

a F.C.
La noche peor que aplacar los demonios, prefiere hacerlos pensar y para el caso de que alguien pudiera oírnos reservamos la confidencia, el apunte inconveniente, decir por ejemplo: antes de este kiosco la chance era comenzar asaltando casas. Primero es rutina, tomar cuenta de horarios y de movimientos, tú sabes, composición familiar, visitas, disposición de la edificación. Lleva su tiempo y los botines suelen ser jugosos, pero después de pensarlo un poco decidí que para comenzar lo mejor fuera un sitio público, me revuelve menos las tripas. Es un robo más franco.
Sí, claro, no hay modo de reponerse de un atraco que se da en la propia casa. Quien más, quien menos, cualquiera asume su negocio como si fuera un trabajo, le tiene un poco menos de apego a las cosas que puedan caber allí dentro, no digo que no valgan, sólo que todo es mueble, mercancía, moneda de cambio. Hay en los objetos una plusvalía que les da la intimidad. Alguna vez un amigo me lo pintó en estas palabras: algo dentro tuyo se quiebra cuando ves los calzones de tu mujer revoleados por ahí. Algo de eso habrá, yo no lo sé a ciencia cierta, pero acaba de recordármelo una amiga. Todo era seguro menos la ventana por la que entraron. Se llevaron cosas. Algunas se pueden volver a comprar, otras no, pero el golpe de verte violado en lo más íntimo es lo peor. Es una rajadura. Para más, una mujer sola, que es fortuna que el creador la haya apartado del camino a esas horas. De repente uno es un cobarde, pero también es un hombre. Por eso cuando me lo dijo, tal vez por instinto, deseé con todas mis fuerzas que pudiera haber alguna manera de hacerme presente ahí, no sé, tal vez algo de mi olor que asuma la guarda durante el tiempo que dure el miedo, una latencia que se ponga en el lugar de aquel otro que no está. Tal vez no alcance para asustar a un ladrón, pero en los días del miedo lo único que puede uno pedir es que le tengan algo de respeto.

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